miércoles, 28 de marzo de 2018

Palabras mayores


Hay palabras que aceptan, con el paso del tiempo y el cambio de la realidad, nuevas acepciones sin que ello suponga un ejercicio de violenta presión contra ellas. Digamos que, hasta cierto punto, admiten que se las alargue para poder cubrir esos nuevos aspectos de la realidad. Pero cuando en ésta tienen lugar mutaciones profundas, hacerlas caber en un concepto ya existente significará violentarlo porque en el fondo se está atacando el hecho en el que quieren incluirse. Es lo que pasa con el matrimonio homosexual. Aquí ha tenido lugar un cambio radical, porque la realidad que significa la unión de dos personas del mismo sexo dista muchísimo de la que significa la unión entre dos personas de distinto sexo. Son hechos mayores, muy mayores y de ningún modo menores la diferencia bio-ontológica que hay entre un hombre y una mujer y su capacidad para engendrar hijos: esto no ocurre en una pareja homosexual. Por lo tanto, pretender que una unión de dos personas del mismo sexo sea también un matrimonio es actuar con violencia contra este concepto porque se ningunea la realidad que significa. Un hecho radicalmente diferente exige una denominación conceptual distinta. Aquí no cabe ningún tipo de transacción.

lunes, 26 de marzo de 2018

De maridos


No sé cuántas parejas heterosexuales en este mundo nuestro prefieren ser eso, pareja, o compañero o compañera, y no marido y esposa. El caso es que, atendiendo un día a una mujer en el colegio, a la que conocía, al preguntarle por su marido, dio un respingo y salto toda exclamativa: “¡No es mi marido!” Recordé en seguida que, efectivamente, eran pareja de hecho. En el otro lado, los homosexuales han luchado con denuedo para ser, ellos, marido -aquí salto también yo todo exclamativo- ¡de un marido! y, ellas, esposa ¡de una esposa!
Curioso mundo nuestro…

jueves, 22 de marzo de 2018

Los (de momento las) inespecíficos


“Los inespecíficos” es un club que acabo de formar y en el que voy metiendo a las personas que no saben decirte, por ejemplo, “mi coche es de color azul” sin antes irse por las ramas, dar varias vueltas, ejercer de Susanita (la amiga de Mafalda), etc. Al cabo, sí, te lo dicen, pero mientras tanto ya uno se ha muerto de desesperación o de aburrimiento. De momento los únicos miembros son mujeres. Me hace mucha gracia tener un club así.

lunes, 12 de marzo de 2018

El bien, sin vanagloria o con ella

Decía San Felipe Neri que la vanagloria no debe ser un impedimento para hacer el bien. Éste no deja de serlo aunque nos envanezcamos por ello. Por la misma razón, a los “puristas” de la conciencia que atan en corto a los que hacen algo bueno reprochándoles que sólo quieren limpiar su mala conciencia, habría que decirles que tampoco en este caso la acción buena pierde por eso un ápice de su valor objetivo.

jueves, 1 de marzo de 2018

Pues mire, no, gracias, yo quiero moverme


Me causan repelús todos los esfuerzos que quieren ahorrarnos las nuevas tecnologías. Parece que llegará el momento en que no tendremos que mover ni un solo músculo de nuestro cuerpo para que las cosas funcionen. Llegaremos a nuestra casa y la inteligencia artificial instalada en algún sitio advertirá nuestra presencia y entonces se abrirá la puerta ella solita, las luces se encenderán, otro sensor se dará cuenta de lo fatigado que estoy y me invitará a tomar un vaso de agua y a sentarme en el sofá, el cual, monitorizado también él, ya me recibirá con el respaldo inclinado hasta el punto exacto que necesita mi zona lumbar. Pues no, yo no quiero esto, no quiero que se me atrofie el cuerpo, mis manos necesitan moverse, utilizar el  picaporte y empujar la puerta, acudir al interruptor para encender la luz, manejar la clavija del sofá hasta situarlo en el ángulo en que yo sienta que es el adecuado. Este ahorro de esfuerzo al que se me invita (¿o que se me impone?) me parece un ataque en toda regla a la movilidad de mi cuerpo que casi diría yo que es también la movilidad de mi espíritu.