Estaría bien que el Gibson que no nos ahorró detalles
sobre el sufrimiento de Jesús en su película La pasión no nos los
ahorrase tampoco en una filmación de su descendimiento de la cruz. Que allí
donde vimos la coronación de espinas, viésemos su “descoronación”; que donde
vimos los clavos atravesando y desgarrando sus manos y sus pies, los viésemos
también saliendo de ellos. Que donde, en definitiva, vimos a Jesús crucificado,
lo viésemos después descrucificado, “salvado” de alguna manera y consolado por
los que permanecieron con él hasta el final. El propio Mel Gibson podría ser un magnífico José de
Arimatea.
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