viernes, 31 de marzo de 2017

De padres e hijos

El tesoro, del director rumano Corneliu Porumboiu. A su hijo, que supo por la madre que su padre estaba buscando un tesoro, no habría de parecerle que éste fuera tal si no iba a encontrar en él collares, pulseras, diademas, monedas. Y es que el tesoro que él y su vecino habían encontrado consistía en unas acciones de la empresa de coches Mercedes emitidas el año 1969 y que les iban a proporcionar mucho dinero. Lo que hizo entonces el padre, una vez que cobró la parte que le correspondía, fue ir a una joyería y comprar un buen lote de joyas que después guardó en la caja de hierro que habían encontrado a más de dos metros bajo tierra y cuya apertura requirió la ayuda de un ladrón ducho en estas tareas. Después se fue al parque donde estaba su hijo jugando. Él y su esposa lo llamaron para que viniese a ver el tesoro; el resto de los niños y niñas acudieron también en tropel. Cuando el padre abrió la caja y a los ojos de todos apareció el tesoro, un “¡oh!” se expandió por el parque. Cada uno agarró lo que pudo para quedarse así con una parte de él.
Después de la tormenta, del director japonés Hirokazu Koreeda. No había sido un buen padre, quizá porque tampoco él lo había tenido y había heredado las inhábiles maneras del suyo propio. Su ex-mujer se lo reprochaba, y ahora que estaban divorciados, y dado que él siempre se retrasaba en el pago de la pensión, lo castigaba no permitiéndole ver a su hijo más que una vez al mes. Tras morir “el viejo”, cayó en la cuenta de su paternidad medio olvidada. No quería perder a su hijo, que estaba siendo cortejado por la pareja actual de su ex-mujer. “¿Tú volviste a ver a tu padre?”, le pregunta a su compañero de trabajo, hijo también de padres tempranamente divorciados. “Sí, cuando tenía veinte años lo volví a ver. Nunca olvidé las zapatillas deportivas que tanto quería y que me había regalado”. Un regalo, eso es, pensó entonces nuestro protagonista, un “memento” que obre en mi favor. Le compró también él las zapatillas deportivas que su hijo tanto quería, y unos boletos de lotería, a los que él era tan aficionado, como símbolo de una buena suerte futura.

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