martes, 3 de enero de 2017

Absolutamente inexplicable

Si alguna duda me quedaba, la relectura de El mal, del teólogo lovaniense Adolphe Gesché, me ha confirmado en la idea de que el mal es absolutamente irracional e inexplicable. Lo que Gesché consigue de modo insuperable es hacernos ver por qué es así. Ni siquiera la teología, que en este punto puede y debe ir más allá que la filosofía, es capaz de dar una respuesta a la pregunta de por qué el mal existe. Echando mano del tan sencillo como profundísimo relato del Génesis, solo se podrá decir dos cosas: que hubo un agente tentador, exterior al hombre, la serpiente; y, en segundo lugar, que Eva y Adán cayeron en la trampa, es decir, que pecaron. Pero la irracionalidad persiste y el relato del Génesis, más que responder a un “¿por qué?”, relata un “fue así”. Todos damos testimonio de esta irracionalidad cuando, ante un acto malvado, nos decimos: “Pero, ¿cómo fue capaz, por qué lo hizo, qué le paso por la cabeza? Debía de estar loco”, etc., etc., etc. En última instancia terminamos por apelar a la locura, es decir, a la anormalidad, a la irracionalidad, para tratar de entender lo que es absolutamente ininteligible.

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