Los que somos contrarios a la
eutanasia debiéramos hilar más fino cuando reclamamos que sea el libre curso de
la naturaleza el que ponga fin a la vida del enfermo terminal como si solo así
se respetase la voluntad de Dios. No debemos olvidar que es también el libre
curso de la naturaleza el que actúa en las enfermedades que matan a los hombres
y nuestra obligación es luchar contra la primera para salvar a los segundos. Algo
falta y algo falla en nuestra argumentación cuando, de alguna manera, hacemos
coincidir en nuestro argumento la obra de la naturaleza con la voluntad de
Dios, y yo no sé exactamente qué es.
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