miércoles, 23 de noviembre de 2016

"Humildad" contemporánea

Incluso de cierta “humildad” tendrá que salvarnos el cristianismo, la que les hace decir a algunos que qué se cree el hombre para demandar eternidad, una vida más allá de la muerte, superioridad sobre los animales, dominio sobre la tierra, etc., si total no es más que un nanopunto infinitesimal que vive en un, igualmente, nanoplaneta infinitesimal dentro de un universo inconmensurable, si no es más que un eslaboncillo de la cadena humana que transita por la historia: “otros me precedieron, otros me seguirán, ¿para qué darme tanta importancia?, no soy más que polvo que viene del polvo y al polvo volverá, y bien está que así sea”. Aquí y allá me he ido encontrando últimamente estas reclamaciones de humildad que son las que más convendrían a ese hombre de hoy que por fin ha descubierto que no es ni el fin de la evolución, ni el centro del universo, ni el señor del planeta, ni un ser superior al resto de los seres animados. Por lo tanto, señores, menos pompa y líbrenos Dios de gritar como Unamuno: “¡Ser, ser siempre, ser sin término, sed de ser, sed de ser más!, ¡hambre de Dios!, ¡sed de amor eternizante y eterno!, ¡ser siempre!, ¡ser Dios!” Estos amigos nuestros, dado que se ven como se ven, creen que no merecen ser siempre y por lo tanto tampoco lo piden. ¿Hasta qué punto a lo mejor ni siquiera lo desean?

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