jueves, 18 de agosto de 2016

La alegría

No en último lugar les diría que se hiciesen con unas reservas de alegría para todo tiempo, fuese como fuese este tiempo, aunque fuese el peor, e incluso con más razón para este, porque la aflicción del mundo no podía imponerse hasta tal punto que les fuese arrancado de raíz el gozo de la existencia. El mejor servidor tenía que ser siempre un servidor alegre, también en medio de la peor de las miserias, porque si no fuese así, ¿de qué clase sería la esperanza que les podrían entregar a los desahuciados con los que se encontrasen en su camino? Les ofrecía la alegría no como un blindaje frente al mundo sino como un salvoconducto para no caer desfallecido bajo el asalto de sus injusticias y tristezas. Solo con ella en lo más hondo de su corazones serían capaces de ofrecer refugio a quien lo necesitase de veras.

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