jueves, 7 de julio de 2016

Un tipo: 4

Su ridículo bigotito adolescente, un embozo de insultante fealdad, debiera habérselo afeitado de haber sido oportunamente advertido por alguien con un poco de buen gusto. Pero la adolescencia es en muchos casos una edad físicamente fea y la suya, como la de todos, habría de pasar y así también el bigotito de marras. 
Le tocó hacer la mili en la otra punta del país y con él hizo lo que se decía que debía hacer con los chicos: convertirlos en hombres. Cuando volvió un año después era otra persona, un tipo apuesto y mucho menos tímido que iba a ser capaz de enfrentarse a la vida. No tardó en encontrar trabajo en un taller mecánico y enrolado ya en una rutina diario, iba a ser el resto de su vida un hombre de rutinas. Todos los días, por ejemplo, cenaba siempre dos huevos fritos y un chorizo, y así durante años.
Se casó, tuvo dos hijos y pasó a ser uno más de la empresa de la familia de su mujer. El decía que tenía un perfil medio, ni muy alto, ni muy bajo, un tipo normal con una vida normal. Alguien en una ocasión, bromeando sobre esto, dijo que su foto podría ser la ilustración de la definición de “normal” en un diccionario.
Tuvo sin embargo una espléndida madurez. Sin dejar nunca de ser el hombre sensato que siempre había sido, su lado ingenioso y bromista despuntó con fuerza al cabo de los años. Además, una sensibilidad que nunca tendría el que es solo un macho fue aflorando también en él. Su tardía afición a la lectura fue un claro ejemplo de esto, o su deseo de no seguir matando cuando iba de caza para limitarse a ir simplemente al monte a pasear a los perros.

No hay comentarios: