sábado, 16 de julio de 2016

Maribel Deburgos

Maribel Deburgos era chepuda y cristiana vieja. Las lanzaba con honda y ay de aquel que no esquivase a tiempo sus invectivas. No era tan así sin embargo para quien supiese interpretarla, cualquiera que la conociese de antiguo. Lo acre, más que acre era directo, directísimo, como un golpe certero, y solo había que, como buen púgil, saber encajarlo. Le era dable entonces al receptor de sus palabras percibir bajo ellas no otra cosa que su ninguna gana de enredar a nadie con circunloquios que no llevaban a ninguna parte. Ella estaba siempre en una muy concreta, pues no entendía que se pudiese estar de manera distinta. ¿A qué entonces andarse con rodeos? Si esto es así digamos que es así y si esto es asá digamos que es asá. Para ella todo era plano, no un diamante con múltiples facetas. El matiz le caía muy lejos y serían otros los que debían ir a buscarlo. Las penas de la reflexión no la concernían.

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