Lo que siempre estará en mi
mano en una conversación, por más agria e intempestiva que se ponga, es
escuchar. Esto solo depende de mí y que sea así me consuela muchísimo porque nunca
faltarán las condiciones para que pueda cumplir uno de los requisitos
principales de una conversación, sin que nadie pueda impedírmelo. Lo otro, lo
que yo diga y exponga, no podrá eludir los factores en cierto modo incontrolables,
que están siempre sujetos a la vivacidad y particularidad del momento, y que
son el interlocutor o interlocutores que tenga delante con todas sus especifidades,
yo con todas las mías y el entorno con todas las suyas, de las que dependerá la
mayor o menor calidad de la conversación, sin descontar que pueda no alcanzar
ninguna.
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