Me pregunto si ha sido cosa de Dios el que,
cada vez que velé armas en torno a una cuestión teológica que me preocupaba
mucho y en la que no veía luz por ningún lado, terminó apareciendo un libro que
resolvió muchas de mis dudas. El último ha sido La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiástico,
de José Ignacio González Faus. Lo mismo ocurrió con Si Dios no escuchase. Cartas a Malcolm, de C. S. Lewis, gracias a
este párrafo maravilloso: “Y, así como aquellos que no se dirigen a Dios en las
pequeñas tribulaciones carecerán de hábito y de recursos para mitigar las
grandes cuando se presenten, los que no han aprendido a pedirle cosas pueriles
carecerán seguramente de toda disposición para pedirle cosas grandes. No
debemos ser demasiado arrogantes. Supongo que en ocasiones podemos ser
disuadidos de hacer pequeños ruegos por un sentido de nuestra propia dignidad,
más que por la dignidad de Dios”. Y así más veces con más libros
providenciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario