sábado, 31 de octubre de 2015

A 50

Antes de entrar en un tramo limitado a 50 quilómetros por hora, ya mi pie se ha levantado del acelerador para que el cuentaquilómetros marque como mucho 57, y ahí me mantengo hasta que termina la limitación de velocidad, por perfeccionismo, por cumplimiento, por el gozo de la concentración.

viernes, 30 de octubre de 2015

Los 400 golpes

Ni a la primera ni a la segunda: fue a la tercera, en pantalla grande, cuando Los 400 golpes, de François Truffaut, me golpeó. Nada más arrancar la película, con los títulos de crédito sobrepuestos a un bellísimo París en blanco y negro, supe que iba a ser así. La película de Truffaut necesitaba la gran pantalla para propinarme un puñetazo emocional y estético. ¡Qué París el iluminado por Henri Decae, al que de buena gana hubiera saltado desde el patio de butacas si alguna improbable metafísica lo permitiera! ¡Y qué compases los de la música de Jean Constantin, tan chaplinescos, puestos ahí como caídos del cielo, el que necesita el joven Antoine Doinel y nosotros para no ahogarnos en la tristeza! Y qué actorazo, Dios mío, Jean-Pierre Léaud, dando vida al protagonista. Yo repudié en su día ese aire leve que proponía la nouvelle vague, un frescor que a mí me parecía demasiado etéreo, acaso bordeando la superficialidad. Vista de nuevo Los 400 golpes, no otra cosa que un purísimo aire fresco es lo que me arrebata.

jueves, 29 de octubre de 2015

El hombre del paraíso

La doctrina del pecado original no se sostiene si no hubo una situación paradisíaca y un primer pecado históricos. Si, contra la imagen de aquellos antepasados nuestros, feos y peludos, tan parecidos todavía al mono, sentimos que se alza dentro de nosotros una objeción “estética” que los invalide como posible “Adanes” y “Evas”, acudamos entonces al siguiente texto de C.S. Lewis, como siempre extraordinario: “No tengo la menor duda de que si el hombre del paraíso apareciera ahora entre nosotros, lo consideraríamos un completo salvaje, una criatura a la que explotar o, en el mejor de los casos, tratar con aire protector. Solo uno o dos, los más santos de entre nosotros, se tomarían la molestia de mirar por segunda vez a la criatura desnuda, desgreñada, de poblada barba y hablar torpes; mas, tras algunos minutos, se postrarían a sus pies” (El problema del dolor). Corta la respiración, ¿verdad?

miércoles, 28 de octubre de 2015

viernes, 16 de octubre de 2015

O cuiño

“Cu” es culo en gallego y “cuiño” culito. Hace unos días, en la sala de observación de urgencias en el Hospital Clínico de Santiago, donde estaba con mi madre, se la oí decir a un médico que atendía a una señora mayor. Dado que tenía que intervenir en salva sea la parte, le pedía a la señora que pusiese hacia a él “o cuiño”. Esta entrañable solicitud me alegró la noche, junto con otras lindezas del muy amable personal sanitario y los “observados” pacientes, hasta que vino el médico y nos dijo que mi madre estaba bien y que lo suyo no había sido más que un trastorno abdominal inespecífico. Eran las cuatro de la mañana.

lunes, 12 de octubre de 2015

Todo de nuevo

Si no es suficiente lo que la vida da cada día hay que aprenderlo entonces todo de nuevo y transitar cada vez por una humildad desconocida.

Allí donde el camino acaba, ¿no es también dónde el camino empieza? Llegar es partir otra vez.

Me gusta cerrar los ojos y ver así lo que no veo con los ojos abiertos.

Solo en la hora de la humildad, cuando la ola te devuelve a la arena, es posible contemplar el mar.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Mi grado de sociabilidad

No deja de ser un triunfo dar con la expresión que denomina con exactitud lo que antes quedaba solo confusamente señalado. Yo, por ejemplo, cuando tuve que aclarar por qué no iba a las comidas y cenas del instituto pude finalmente un día apelar a que “mi grado de sociabilidad” era el que era, intermedio tirando hacia bajo. Con este “grado de sociabilidad” me vi ya con soltura para dejar sentado mi perfil sin ulteriores explicaciones, que nadie te pedía por otro lado. Me valió, sobre todo, para conocerme mejor a mí mismo.

martes, 6 de octubre de 2015

Cuatro verdades

Enseguida me doy cuenta cuando escribo algo “contra” alguien, no empujado por tanto por la búsqueda de la verdad sino con ganas de decirle “cuatro verdades”. Así dichas, estas verdades nada valen porque son solo armas arrojadizas.

sábado, 3 de octubre de 2015

Presente compañía

La “cosa rara” que me ha pasado este año con la lectura y los libros ha dejado un resultado: no pedirle a un libro más que compañía. Lo demás será añadidura. Y lo de menos es que quedé de él algún recuerdo. Busco que sea para mí principalmente un presente que acompaña y no un pasado que queda.

viernes, 2 de octubre de 2015

Las bodas de la amistad

En su día, mi más antigua amiga, Sonia, y yo hablamos de hacer algo especial el año en que nuestra amistad cumpliera sus bodas de plata. Al final no hicimos nada pero ya fue especial pensar en hacer algo especial. Mi amigo Stefan, de un tiempo a esta parte, menciona muchas veces los años que llevamos siendo amigos. No sería mala idea que la amistad tuviese sus bodas de plata, de oro, de platino y de cuantos metales preciosos haga falta. El año que viene, el 2016, hará veinte años que Andreas y yo nos conocimos haciendo el camino de Santiago, el Jacobusweg para él. Por eso nos hemos comprometido a quedar pues llevamos muchos años sin vernos: otra celebración de unas bodas de la amistad.

jueves, 1 de octubre de 2015

Libros providenciales

Me pregunto si ha sido cosa de Dios el que, cada vez que velé armas en torno a una cuestión teológica que me preocupaba mucho y en la que no veía luz por ningún lado, terminó apareciendo un libro que resolvió muchas de mis dudas. El último ha sido La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiástico, de José Ignacio González Faus. Lo mismo ocurrió con Si Dios no escuchase. Cartas a Malcolm, de C. S. Lewis, gracias a este párrafo maravilloso: “Y, así como aquellos que no se dirigen a Dios en las pequeñas tribulaciones carecerán de hábito y de recursos para mitigar las grandes cuando se presenten, los que no han aprendido a pedirle cosas pueriles carecerán seguramente de toda disposición para pedirle cosas grandes. No debemos ser demasiado arrogantes. Supongo que en ocasiones podemos ser disuadidos de hacer pequeños ruegos por un sentido de nuestra propia dignidad, más que por la dignidad de Dios”. Y así más veces con más libros providenciales.