jueves, 3 de septiembre de 2015

Mis llorares

Cuando leí la respuesta de Enrique a la pregunta “¿Cuándo fue la última vez que lloraste delante de alguien? ¿Y a solas?”, del test de Arthur Aron, me puse a pensar yo en mis llorares. Son muy escasos, escasísimos. El año 1996 lloré a moco tendido abrazado a mi hermana María debido a un asunto que nos ligaba a ella, a mí y a nuestro amigo X. El desahogo me liberó de un quiste que se estaba volviendo tumefacto. No volví a llorar, que yo recuerde, hasta el 12 de octubre del año 2002. Habíamos tenido la comida de la fiesta del Pilar, la fiesta familiar por antonomasia, en la que celebramos el cumpleaños y santo de mi madre, el santo de mi hermana Pili y el cumpleaños de mi hermano Luis. Estaba fregando la vajilla y en ese momento se acercó mi cuñada Dolo. Le estaba hablando de unas obsesiones sobre la muerte de mis seres más queridos que venía padeciendo desde el mes de agosto y entonces me eché a llorar; se acercaron mis hermanas Pili y María, que quedaron también informadas del asunto. El 7 de mayo de ese año había muerto mi padre. ¿Había alguna relación entre mi llanto y esta muerte? No lo sé y sigo sin saberlo. Han pasado trece años y no he vuelto a llorar. Se humedecen mis ojos, sí, cuando en la tele, ya sea en un espacio informativo ya en una película, veo un acto bueno, pero no llego a derramar lágrimas. En más de una ocasión me hubiese gustado gozar de ellas pero nunca acudieron en mi ayuda.

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