martes, 11 de agosto de 2015

La misa góspel

En vez de ir a una multitudinaria misa góspel decidimos apostar por una más modesta, la de la Mother African Methodist Episcopal Zion Church (¡toma ya con el nombrecito!).
Cogimos el metro y nos plantamos en Harlem el domingo 26 de julio. Pero lo mismo pensaron otras decenas turistas y si pensábamos que íbamos a estar poquitos extranjeros nos equivocamos de pe a pa: había muy poca gente de la comunidad negra, no más de treinta personas calculo, y el resto, quizá unos setenta, éramos sobre todo españoles, italianos y franceses, además de algún alemán, algún argentino, algún surcoreano y así. Esto lo sé porque, a la entrada, en la que nos recibía un muy amable africano metodista episcopaliano de Sión, o como quiera que se diga, escribíamos en un libro nuestro país de procedencia, de modo que, antes de comenzar la misa, el celebrante nos dio a la bienvenida a todos yendo país por país. Como elegimos lo “modesto”, modesto fue también el coro góspel, compuesto por unas diez personas, que cantaron mucho y bien. Quizá para compensar, el pastor en su sermón, por lo menos en lo que a decibelios se refiere, no quiso ser nada modesto y tronó como un Júpiter micrófono en mano: aquello fue una pura furia sónica, que mis oídos no soportaron y yo tampoco. Como mi inglés es un inglés perro no entendí lo que dijo pero a buenas horas me iba interesar cuando era una estruendosa garganta la que me asaltaba. Un horror, vaya. A mi hermana le gustó, y por lo que pude oír a la salida, a otros también.
Si vuelvo a Nueva York, pago los sesenta dólares de la excursión de marras y me ahorro modestias. Asistiré entonces a un buen espectáculo góspel, con un coro como Dios manda que luzca magníficas galas y voces, muchas mujeres negras tocadas de fantásticos sombreros y, eso espero, un pastor que hable y no grite pues para eso se inventaron los micrófonos.

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