miércoles, 19 de agosto de 2015

El don de la ebriedad

Hace unos días, en una fiesta de cumpleaños, X. bebió más de la cuenta y al final quedó hecho un borrachín. Por más que, en la despedida, se harto de abrazarme y decirme lo agradable que yo era, no por eso dejó de resultarme profundamente simpático. Bien es cierto que, en sobrio, ya le tenía un gran cariño porque sino a ver, pero el caso es que acogí sus efusiones ebrias muy complacido. Espero que al día siguiente, en plena resaca, no haya estado, al menos en lo que a mí se refiere, en pleno arrepentimiento: no solo perdono sino que agradezco. Si lo suyo fue un in vino veritas, esta veritas a mi corazón le gustó mucho.

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