sábado, 7 de marzo de 2015

Mi tía Pepa y el diablo

Mi tía Pepa nos contó el sueño más horroroso que había tenido en toda su vida, uno que le hizo castañetear los dientes y el alma. Delante de mí, comenzó diciendo, veía la ladera de un monte, llena de cuevas. De repente, de una de ellas salió un joven y detrás de él muchos más, varones y mujeres, algunos bastante difuminados. Comenzaron a atentar contra la virginidad practicando el sexo de una manera bruta, bestial. Después subieron a las cuevas. Pasado un rato salieron otra vez de ellas, corriendo ladera abajo, a escarnecer la virginidad con su sexualismo atroz. La tercera vez quien salió fue un monstruo horrible: su cabeza tenía la forma de un pez muy conocido, cuyo nombre no recuerdo ahora, de color rosáceo. Desperté espantada pero seguía viendo el monstruo. Comencé a rezar el credo con energía y temblor: ¡¡Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo...!! Entonces, poco a poco, el monstruo comenzó a desmoronarse, y el ruido que hacía al quebrarse era muy parecido al que se produce cuando astillamos el marisco con las manos. No podéis imaginaros qué miedo pasé. Se lo conté pasados unos días a mi párroco, del que tantas veces me oísteis hablar, majísimo, muy buen sacerdote, y me comentó que no sabía qué pensar de mi sueño, son asuntos difíciles de interpretar. Pídele si acaso a Dios, me dijo, mayor fuerza y humildad para ponerte totalmente en sus manos, pues sin él no podemos nada. A muchos santos, añadió a continuación mi madre, se les aparecía el diablo y con un Ave María lo espantaban. Yo tengo metido en la cabeza, así os lo digo, terminó afirmando mi tía, que lo mío fue también asunto del diablo.
No seré yo quien lo niegue.

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