El frío ha llegado con el invierno, no
antes; sin capricho, se ha ajustado este año al almanaque. Es un frío solar y
azul, despejado, que curte las carnes y deja hielo en las hierbas. Así lo he
observado esta mañana mientras venía en el coche al instituto, mantos de plata
a un lado y a otro de la carretera. Siempre he pensado que este frío comedido,
en torno a los cero grados, es saludable, porque espabila las naturalezas y los
caracteres. No tolera las personalidades muelles, tornadizas, untuosas: llama a
la rectitud, impone la reciedumbre. Da un nombre exacto a las cosas, les
confiere una cualidad estatuaria. Es imperativo, regidor, mandatario.
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