lunes, 10 de noviembre de 2014

Una santa de paja

“Mamá, tú eres una santa de altar”, le dijo un día mi hermano Rodrigo a nuestra madre, que tuvo que oír entonces como le espetaba un “¡Qué Dios te perdone lo que acabas de decir!”, que nos hizo reír a todos. Y otro día, su prima Luisa le hizo saber que alguien había dicho que era una santa, que indignó de nuevo a mi madre para hacerle exclamar: “Una santa de paja”, tras lo cual se echó a reír. “Sólo Dios sabe quién es santo”, añadió, con toda la razón. Santa o no, lo que sí es mi madre es una persona buena, muy buena, y eso lo saben las gentes, y uno se lo ha oído decir a muchas de ellas, y me lo digo yo a mi mismo viendo su conducta irreprochable, su dulzura innata, su decidido callar las faltas de los demás, su no haber hablado jamás mal de nadie, su odio a la mentira, su fe profunda.

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