“Mamá, tú eres una santa de altar”, le dijo un
día mi hermano Rodrigo a nuestra madre, que tuvo que oír entonces como le
espetaba un “¡Qué Dios te perdone lo que acabas de decir!”, que nos hizo reír a
todos. Y otro día, su prima Luisa le hizo saber que alguien había dicho que era
una santa, que indignó de nuevo a mi madre para hacerle exclamar: “Una santa de
paja”, tras lo cual se echó a reír. “Sólo Dios sabe quién es santo”, añadió, con
toda la razón. Santa o no, lo que sí es mi madre es una persona buena, muy
buena, y eso lo saben las gentes, y uno se lo ha oído decir a muchas de ellas,
y me lo digo yo a mi mismo viendo su conducta irreprochable, su dulzura innata,
su decidido callar las faltas de los demás, su no haber hablado jamás mal de
nadie, su odio a la mentira, su fe profunda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario