viernes, 28 de noviembre de 2014

Palabras, palabras, palabras

El “palabras, palabras, palabras” de Shakespeare sería un buen rótulo para identificar una de las vetas de la obra de Javier Marías. La existencia está embadurnada de palabras, rebosa de palabras el mundo y la historia, de todo se ha hablado y dicho demasiado, las cosas se explican, se re-explican, se re-re-explican, no cesa el torrente empalabrador: ¿por qué tanta palabra, tantas palabras? Y lo peor: que la palabra dicha ya nunca puede ser desdicha, queda ahí, atrapando para siempre a quien la dijo, por más que después diga que no la dijo o que diga que dijo “diego” donde había dicho “dijo”. El universo de Javier Marías llora por no ser mudo, acaso también sordo, o simplemente silencioso.

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