martes, 11 de noviembre de 2014

Las nueces

Oigo cómo mi madre las golpea con el cascanueces. Las abre así porque no tiene fuerza suficiente para agarrarlo, meter la nuez entre sus lados curvos y dentados y apretar después las tenazas. Las que estamos comiendo ahora son especialmente duras e incluso a mí me resulta muy difícil partirlas. Hay un montón de ellas en el suelo del desván, muchas más de las que hubo nunca en casa, gracias a las que trajo Toño por un lado y Pepa por el otro: los nogales este año vienen repletos de ellas. Las he extendido al fondo, donde forman como una laguna, a la que rodean las mil cosas que hay un desván: maletas, alfombras, colchones, maderas, cajas, juguetes, etc. Mi madre las come con pan por la tarde; yo con miel por la noche. Así atacamos los dos nuestros respectivos colesteroles. Las cáscaras de las nueces acaban en la cocina de leña, donde alimentarán el fuego del día siguiente.

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