miércoles, 26 de noviembre de 2014

Amistad y literatura

Cuando dos amigos son escritores pueden surgir chispas. Alguna experiencia de este tenor la contó Andrés Trapiello en su viarionovela. La mía con mi amigo X no se debió a nada que tenga que ver con un “yo te leo si tú me lees” ni cosa parecida, sino a algo que yo le dije en una carta y que al le escoció, lo cual provocó que él me enviase otra donde me daba algunas coces; a vuelta de correo yo me defendí. El asunto quedó en tablas y ambos teníamos nuestra parte de razón. No obstante yo me quedé contrariado y con la sensación de “deberle” algo: me sentía su deudor, además de que obraba en mi ánimo el deseo de que ninguna herida quedase abierta. La prosa de X es áspera y me costó mucho por eso leer durante cuatro años (bueno, digamos más bien los dos últimos) su página diaria, de lunes a viernes, en un determinado sito web de la geografía española. Pero lo hice: era, y es, mi amigo, grandísimo amigo, y mi compromiso fue firme a este respecto. La deuda quedó cancelada al final de este periplo. Antes de esto (¿o fue después?), ya me había comprado uno de sus voluminosos libros de filosofía y entré en él dispuesto a llegar hasta el final: me gustó y así se lo hice saber en un correo sincero y exultante que él me agradeció mucho.
Leer es un acto de suprema libertad al que acompaña el deseo de un sumo placer. En términos generales la amistad no debe estorbar este principio. Lo mejor para mí es que no lo estorbe de ningún modo. No obstante también soy consciente de que la amistad obliga en alguna medida, y la amistad con un escritor obliga en esta misma medida a leerlo. ¿Hasta qué punto? No hay ningún problema cuando el escritor amigo es un escritor preferido y si lo hay cuando no lo es, por la razón que sea. Pero incluso si es preferido podemos llegar a determinada altura de la vida a aburrirnos un poco y dejar de leerlo por un tiempo, que puede ser incluso mucho tiempo. Las cuestiones sin número que quedan sin contar aquí las dejamos en manos de todas las parejas de amigos escritores, esperando que, si surgen chispas, no salgan de ellas quemados.

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