sábado, 29 de noviembre de 2014

Las cosas

Las cosas merecen consideración y por merecerla merecen también nuestra atención. Quiere por eso el plato que la mente y el corazón del que lo friega sea consciente de ello al menos alguna vez; también quieren los zapatos que quien los coge con sus manos para calzar sus pies preste la concentración debida de cuando en cuando; y no digamos el teclado con sus letras y números y signos, tan machacado, y contento por ello, sí, pero su poco de atención pide él igualmente.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Palabras, palabras, palabras

El “palabras, palabras, palabras” de Shakespeare sería un buen rótulo para identificar una de las vetas de la obra de Javier Marías. La existencia está embadurnada de palabras, rebosa de palabras el mundo y la historia, de todo se ha hablado y dicho demasiado, las cosas se explican, se re-explican, se re-re-explican, no cesa el torrente empalabrador: ¿por qué tanta palabra, tantas palabras? Y lo peor: que la palabra dicha ya nunca puede ser desdicha, queda ahí, atrapando para siempre a quien la dijo, por más que después diga que no la dijo o que diga que dijo “diego” donde había dicho “dijo”. El universo de Javier Marías llora por no ser mudo, acaso también sordo, o simplemente silencioso.

jueves, 27 de noviembre de 2014

El empleado holgazán (y mentiroso)

En la parábola de los talentos, el que había recibido uno y sólo devuelve uno se inventa una coartada con una mentira, pues ¿por qué le dice a su amo “que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces”, si, habiéndole entregado un talento, había por lo tanto sembrado y esparcido? Justa razón tendría si, habiéndole dado cero le exigiese uno, pero no ha sido así: le ha dado uno y por lo tanto tiene todo el derecho a segar y recoger dos. Es tan indecente e irrespetuosa su tergiversación de los hechos que hay que referirse a su mentira como a una “asquerosa mentira” por mor de que quede bien claro su alcance. Una vez que vio que sus compañeros habían duplicado lo que habían recibido, debió sentirse tan aplastado que carga contra su amo con tal ruindad y cobardía que le reprocha que sea lo que no es: miente a sabiendas de que miente, prevarica, y así casi diríamos que peca contra el Espíritu.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Amistad y literatura

Cuando dos amigos son escritores pueden surgir chispas. Alguna experiencia de este tenor la contó Andrés Trapiello en su viarionovela. La mía con mi amigo X no se debió a nada que tenga que ver con un “yo te leo si tú me lees” ni cosa parecida, sino a algo que yo le dije en una carta y que al le escoció, lo cual provocó que él me enviase otra donde me daba algunas coces; a vuelta de correo yo me defendí. El asunto quedó en tablas y ambos teníamos nuestra parte de razón. No obstante yo me quedé contrariado y con la sensación de “deberle” algo: me sentía su deudor, además de que obraba en mi ánimo el deseo de que ninguna herida quedase abierta. La prosa de X es áspera y me costó mucho por eso leer durante cuatro años (bueno, digamos más bien los dos últimos) su página diaria, de lunes a viernes, en un determinado sito web de la geografía española. Pero lo hice: era, y es, mi amigo, grandísimo amigo, y mi compromiso fue firme a este respecto. La deuda quedó cancelada al final de este periplo. Antes de esto (¿o fue después?), ya me había comprado uno de sus voluminosos libros de filosofía y entré en él dispuesto a llegar hasta el final: me gustó y así se lo hice saber en un correo sincero y exultante que él me agradeció mucho.
Leer es un acto de suprema libertad al que acompaña el deseo de un sumo placer. En términos generales la amistad no debe estorbar este principio. Lo mejor para mí es que no lo estorbe de ningún modo. No obstante también soy consciente de que la amistad obliga en alguna medida, y la amistad con un escritor obliga en esta misma medida a leerlo. ¿Hasta qué punto? No hay ningún problema cuando el escritor amigo es un escritor preferido y si lo hay cuando no lo es, por la razón que sea. Pero incluso si es preferido podemos llegar a determinada altura de la vida a aburrirnos un poco y dejar de leerlo por un tiempo, que puede ser incluso mucho tiempo. Las cuestiones sin número que quedan sin contar aquí las dejamos en manos de todas las parejas de amigos escritores, esperando que, si surgen chispas, no salgan de ellas quemados.

martes, 25 de noviembre de 2014

Narf y León

Narf es el nombre artístico de Fran Pérez, amigo mío de la infancia. El pasado 14 de noviembre vino a la tierra que le vio nacer, Silleda, a cantar en O recanto, un entrañable pub tipo taberna, o taberna tipo pub, que antiguamente fueron unas cuadras que guardaban el ganado de la casa a la que pertenecían. Fran nos deleitó con sus guitarras eléctricas (utilizó dos, sucesivamente claro) y sus canciones: letras de Rosalía, de Castelao, un poemilla de su padre y otras. Al final, tras la canción que cantó en honor de su madrina, que estaba presente, se sentó conmigo y las que me acompañaban, mis hermanas María y Lucía, también amigas suyas de la infancia. Con cerveza y vino pasamos un rato delicioso recordando los tiempos de nuestros primeros años. A mí me pasmó que mi memoria no hubiese retenido cosas que contaron ellos: la camioneta de cabina color azul y desastrado remolque en la que jugábamos, el cochecito que conducía mi hermana María y en el que paseaba a Fran cuando era un bebé, el billete de cien pesetas que encontró un día mi hermano Ramón en el suelo y que llevó raudo a la boca para propinarle varios besos (nos partimos de risa oyéndoselo contar a Fran, sobre todo con los “mua, mua, mua” crematísticos de mi hermano que nuestro amigo imitó tan bien). Hubo otro recuerdo que abre un capítulo aparte, con el que sigo en el siguiente párrafo.

En una de las pausas entre canción y canción, Fran mencionó a otro amigo de la infancia, de él y también mío, Miguel, y a su perro León. Miguel, que estaba allí, me miró a mí con gesto de “sí, claro, ¿no te acuerdas?” y yo a él con gesto de “¿un perro, León?, no, no me acuerdo”. Terminado el acto y efectuadas las despedidas de rigor, en el pasillo de fuera me acerqué a Miguel para preguntarle por León. “Sí, hombre. Nacimos a la par, cachorrito él y bebé yo. Mientras yo continué siendo un bebé él en unos meses se convirtió en un perro enorme. Me acercaba a él a gatas primero y andando después a meterle los dedos en los ojos, en las orejas, en la boca, a fastidiarle la siesta vaya. León, que me podía haber mandado a veinte metros de un rabotazo, me agarraba entonces el cuello con sus fauces y me llevaba hasta el salón, donde me dejaba. Ni una marca me quedó nunca en el cuello. Lo hacía como si portase a un cachorrillo”. “Anda, qué bonito”, añadí encantado. “Años después murió y cuando fui yo mayor inquirí la causa de su muerte: mi padre me dio a entender que alguien lo había matado porque era un peligro ¡para los niños!” Seguro que se lanzaba a sus cuellos y los mataba a dentelladas...

lunes, 24 de noviembre de 2014

Extrasentidos

¿Qué sentido es el que nos advierte de que alguien nos está mirando por la espalda y nos hace volvernos? ¿Cuál el que le hace presentir a alguien una desgracia propia (sé de un caso en el que una persona se mostró afectadísima pensando que le iba a ocurrir algo grave, cosa que no le había pasado nunca, el día anterior al de su muerte en un incendio) o la de un ser querido (una madre me contó que un día sintió una sacudida y “supo” que algo le había pasado a una de sus hijas: así fue, justo en ese momento una de ellas se había roto un brazo)? ¿Qué radar psíquico nos informa de estas cosas? ¿Qué fluencia de energías tiene lugar aquí? Aquí sí que me parece del todo pertinente hablar de “energías”, concepto confuso pero no vago con respecto a este tipo de cuestiones.

sábado, 22 de noviembre de 2014

La timidez

El que se dice tímido se desmiente, o mejor, se vence continuamente a sí mismo, como el conferenciante que confiesa serlo cuando está ante el público, es decir, justo en el momento en que está venciendo su timidez confesa, o el actor que también declara serlo aunque se muestra magníficamente inconsecuente al dominarse a sí mismo cada noche en el escenario. Se podrían aducir muchos más casos de “tímidos inconsecuentes”, como Ernesto Sábato, que compareció cientos de veces en programas de televisión y actos públicos. La vida demuestra que la timidez confesada es muchas veces una timidez vencida. Además, va por parcelas: uno puede no atreverse a contar un chiste pero no sufriría nada si en la actuación de un mago éste lo llamase a subir al estrado para colaborar con él en un capítulo de su representación, cosa que le pasó a un servidor. Sin embargo, ¡qué tímido me muestro cuando estoy con mis hermanos y hermanas a la hora de hacer (es decir de no hacer) chanzas y bromas, mientras envidio a mi hermano Pepe y a mi hermana Lucía que lucen total desenvoltura! Ésta mi hermana la pequeña, en una ocasión en que tuvo que inaugurar una obra, sin papel en mano y ante un público no escaso, lo hizo de rechupete: dominó la situación porque en este ámbito no es tímida. El asunto es claro: por un lado se es tímido para unas cosas y para otras no, y por el otro la timidez es un enemigo al que se domina muchas veces.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Los ancianos

No sé cuando pensé por vez primera en mi propia vejez; seguro que después de los treinta y antes de los cuarenta. La imagino alguna que otra vez, sin temor la mayoría de las ocasiones. Lo que sí me hace sentirme temeroso es cuando oigo la opinión de algún mayor quejándose de su vejez, el dibujante Quino, por ejemplo, de actualidad hace poco tras habérsele concedido el premio Príncipe de Asturias de Comunicación: “la vejez es un coñazo”, dijo. No viendo bien y moviéndose en silla de ruedas esto se entiende, claro: “cuando te haces viejo es como si hubiera venido un régimen que te va prohibiendo cosas”, “y no sólo placeres, sino necesidades vitales de moverse”, “un golpe de estado” que da “un fascista”, vaya. Por el contrario, si es otra la experiencia de un anciano mi temor desaparece, la del escritor Ramiro Pinilla, por ejemplo, recientemente fallecido, del que se escribió entre otras cosas esto: “Ramiro Pinilla era un anciano feliz. Pletórico”. Si no tenía graves problemas de salud, cosa que supongo, le era más fácil, como es evidente. Si se está razonablemente bien y uno tolera con buen humor las inevitables goteras de la edad tardía, puede la vejez ser una edad feliz. El arrugamiento físico del que es testigo el espejo no tendría que ser un problema, y no lo es en la mayoría de los casos. Es en la edad última cuando yo percibo una diferencia entre los ancianos que son creyentes y los que no lo son: la esperanza aúpa a los primeros mientras que la falta de ella me parece que mengua a los segundos. Creo que tiene más posibilidades de ser feliz el anciano que es creyente que el que no lo es. Hay cartas que en esta edad ya no se tienen, la de la vitalidad física y el mucho tiempo por delante por ejemplo, y acaso los agnósticos y los ateos acusen más su falta. O a lo mejor todo es mucho más complicado, que seguro que lo es, y será cada anciano y cada anciana el que tenga que contar su historia.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Las nueces, otra vez

Debe pensar mi hermano Luis que mi madre pasa grandes apuros para abrir las nueces con el cascanueces usando éste a modo de martillo y no como lo que son, unas tenazas, pues le falta fuerza para hacerlo (como ya expliqué aquí), cuando en realidad se las apaña bastante bien. El caso es que le trajo un útil que diseñó su cuñado José Luis, que en paz descanse, muy apropiado para la operación de partir la nuez: una canasta de mimbre con un cono descabezado de madera en su centro. Sólo hay que coger la nuez, ponerla encima del cono, sujetarla con una mano, y, ¡zas!, golpearla con el martillo de madera que empuña la otra mano. Las cascaras no hay después que apilarlas y recogerlas sino que caen y quedan en la cestilla. Y así cuantas veces se quiera. Mi madre está encantada, todo hay que decirlo.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

El tiempo

Hubo en mi vida una etapa en la que el tiempo caminó: de los cero a los treinta años. Hubo otra en la que corrió (y cuánto, Dios mío): de los treinta a los 46-47 años. ¿Qué diré de la que vivo ahora dentro de, por ejemplo, diez años? ¿Que trotó? Porque, como ya he dicho en otras ocasiones, desde hace dos o tres años el tiempo veloz pareció agotarse y va ahora al trote, incluso diría que camina suavemente.

martes, 18 de noviembre de 2014

El codicioso

El codicioso roba las almas y las aprieta en sus sobacos peludos y mugrientos, las hace trizas con sus dientes amarillos, las amasa con saliva y las convierte en bolas que suben y bajan con sus juegos malabares. Es hijo del diablo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Amigos

La clasificación de Pla: “amigos, conocidos y saludados”, es una plantilla básica de la que uno parte para añadir matices intermedios y que conforma finalmente un documento bastante largo y complejo. Dentro de la categoría amigos ya puede uno añadir mil ingredientes: está el amigo amigo, tautología que se explica a sí misma y que por tanto no vamos a explicar aquí; el amigo del que uno se quiere descolgar pero que no quiere descolgarse de uno, por lo que en cierto modo continúa siendo amigo; el amigo que nos acompañó en un tramo de nuestra vida y que de haber continuado este tramo la vida entera hubiese sido amigo toda la vida; el amigo aparentemente perdido y que reaparece, lo que indica que la apariencia engaña y que no estaba de ningún modo perdido; el amigo que sí ha desaparecido y uno presume que definitivamente, cosa que uno respeta, pero al que uno seguirá considerando amigo hasta el final de los tiempos; el amigo de la infancia que ya no es amigo en la edad adulta pero cuya sombra es a veces muy alargada, tanto que lo cubre a uno siempre.

La manera que tengo de ser amigo, y esto es cambiar de tema, con mis amigos y amigas es diferente en cada caso. Creo que el factor diferencial es la distinta articulación del binomio cercanía-lejanía, que no se refiere a la intensidad del afecto, grande siempre si de verdadera amistad se trata, sino del modo como uno frente al otro tácitamente nos regulamos a la hora de presentarnos y ausentarnos. Por ejemplo, yo entiendo a X cuando me dice que no me llama porque le parece que me estaría molestando y por lo tanto soy yo el que llama siempre; por distintas razones, también soy yo el que llama siempre a Y, y entiendo que debe de ser así y no me parece mal en absoluto; Z y yo sólo nos vemos cuando viene a Galicia, cosa que ocurre dos o tres veces al año, y entre tanto nunca no nos llamamos ni nos enviamos ningún correo; con Mengano quisiera tener un contacto más continuado y no acabo de aceptar el, a mí parecer, poco que tenemos ahora; no sé qué piensa él a este respecto; en todo caso, he de aceptar el que así es si no puede ser de otra manera; Zutana fue amiga intensa durante muchos, al menos quince, años, y después, por ninguna razón aparente (siempre están, claro, las razones no aparentes), la cosa se desinfló; el hecho de que haya enmarcado recientemente una foto en la que estamos los dos y la haya puesto en una balda de mi estantería blanca significa que la he querido “rescatar”, tenerla ahí. Y así seguiría. De lo que diga en cada caso el binomio cercanía-lejanía dependerá el ritmo que cada amistad tiene.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Blablablá

-Blablablá, blablablá...
(Suso, ten paciencia)
-Blablablá, blablablá...
(Ten caridad también)
-Blablablá, blablablá...
(Que no note que no te interesa nada lo que te está contando)
-Blablablá, blablablá...
(Dios mío, qué mujer)
-Blablablá, blablablá...
(Necesito que alguien me salve)
-Blablablá, blablablá...
(Marcha, tienes además que marchar, es la hora)
-Blablablá, blablablá...
(A ver si mirando el reloj varias veces cae en la cuenta de que tengo que irme, aunque estoy seguro de que no se va a enterar)
-Blablablá, blablablá...
(Me voy, me voy, ¡me voy!)
-Blablablá, blablablá...
-Hasta luego, guapa.

¡Uff! ¡Me fui!

viernes, 14 de noviembre de 2014

Las ventanas

La ventana que da a la calle le es esencial al anciano que está solo. Son muchos los que, arrimados a ella, salen de la estrechez de sus casas a través de la mirada que los lleva a la gente que pasa, a los coches que circulan, al policía que vigila, al kiosquero que vende periódicos, al vendedor de la Once, a los perros que en el parque de enfrente depositan sus heces que después recogen sus dueños. Les puede gustar la televisión pero llega un momento en que ya están cansados o aburridos de ella; estaría bien que a muchos les gustara la lectura, porque entonces se sentirían menos solos, más acompañados, pero aún así son muchas las horas del día y entonces también para éstos es la ventana un respiradero esencial, lo es para todos, también para los que no viven solos y son felices y están bien acompañados. ¿Cuántas son las horas que pasan muchos en sus ventanas y los salvan así cada día?

jueves, 13 de noviembre de 2014

El museo

Recogerlo todo para que nada escape: la vida, ya sabes, es un museo con muchas colecciones, y muchas piezas, y muchos pasillos, no se acaba nunca, y no acabamos nunca los que por ellos andamos, concentrados, distraídos, cansados, curiosos; nada está porque sí, por azar, sino por destino, por elección antigua y siempre nueva, para muchos ojos y muchas manos; los pies nos llevan, el corazón siente y nos rozamos unos con otros, a veces hasta tropezamos.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Digámonos sí

Que no, que no quiero hacer prospecciones en tu alma como quien busca petróleo en el fondo marino. No busco nada en ti sino que te busco a ti y por eso mi mirada jamás te penetrará como un cuchillo. Puedes por tanto sentirte a salvo: no es la codicia de poseer sino el ansia -¿el amor?- de conocer lo que me guía. Me detendré siempre en tu umbral, no querré ni podré ir más allá, salvo que tú me invites a entrar. Que salte siempre tu no ante el codicioso pero acaso ganemos algo los dos si a mí me dices sí. El mío, que te abre mi mundo, lo tienes ya por descontado.

martes, 11 de noviembre de 2014

Las nueces

Oigo cómo mi madre las golpea con el cascanueces. Las abre así porque no tiene fuerza suficiente para agarrarlo, meter la nuez entre sus lados curvos y dentados y apretar después las tenazas. Las que estamos comiendo ahora son especialmente duras e incluso a mí me resulta muy difícil partirlas. Hay un montón de ellas en el suelo del desván, muchas más de las que hubo nunca en casa, gracias a las que trajo Toño por un lado y Pepa por el otro: los nogales este año vienen repletos de ellas. Las he extendido al fondo, donde forman como una laguna, a la que rodean las mil cosas que hay un desván: maletas, alfombras, colchones, maderas, cajas, juguetes, etc. Mi madre las come con pan por la tarde; yo con miel por la noche. Así atacamos los dos nuestros respectivos colesteroles. Las cáscaras de las nueces acaban en la cocina de leña, donde alimentarán el fuego del día siguiente.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Una santa de paja

“Mamá, tú eres una santa de altar”, le dijo un día mi hermano Rodrigo a nuestra madre, que tuvo que oír entonces como le espetaba un “¡Qué Dios te perdone lo que acabas de decir!”, que nos hizo reír a todos. Y otro día, su prima Luisa le hizo saber que alguien había dicho que era una santa, que indignó de nuevo a mi madre para hacerle exclamar: “Una santa de paja”, tras lo cual se echó a reír. “Sólo Dios sabe quién es santo”, añadió, con toda la razón. Santa o no, lo que sí es mi madre es una persona buena, muy buena, y eso lo saben las gentes, y uno se lo ha oído decir a muchas de ellas, y me lo digo yo a mi mismo viendo su conducta irreprochable, su dulzura innata, su decidido callar las faltas de los demás, su no haber hablado jamás mal de nadie, su odio a la mentira, su fe profunda.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Un 30 de octubre

Hemos vuelto mi madre y yo del cementerio de Negreiros, donde hemos depositado el florero, que ella hizo con crisantemos y ramas verdes, sobre la tumba en la que están enterrados mi abuelo Jesús, mi abuela Mari Pepa, mis tíos Pepe y Manolo y mi tía Isabel. Ya había allí rosas amarillas y granates que alguien, no sabíamos quién, había dejado, flores compradas que me parecieron menos hermosas que los crisantemos que habíamos llevado nosotros. Es la operación de todos los años. Primero vamos a la casa donde nació mi padre, en Fonteboa (Fuentelabuena dice en broma mi tía Pepa), en la que ya no vive nadie, mi madre provista de un cuchillo con el que cortará los tallos de los crisantemos y de las ramas verdes que allí nacen en la era. Después volvemos a casa; yo espero a que mi madre componga en una especie de macetero blanco su centro floral y después nos vamos a Negreiros, la aldea en la que nació mi madre, a su cementerio, y ante la tumba que pone “Familia Fondevila” rezamos por nuestros difuntos. Por allí aparecieron Jesús, primo de mi madre, un bendito, y su mujer, Luisa, una bendita de otra especie, que viven en una casa grande al lado de la iglesia. Componen una pareja singular, de la que nacieron más de diez hijos: dos de ellos, en edades tempranas y en años sucesivos, murieron ahogados. Jesús es un ser delicado, suave, con unos ojos que te bendicen cuando te miran y un rostro que refleja una dulzura inefable; Luisa es fuerte como un roble o un chorro de agua, alegre, dicharachera. Si Jesús es el cielo, Luisa es la tierra, uno y otra unidos por un amor más poderoso que la muerte.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Un kiwi mesiánico

Al kiwi lo bendice este año una abundancia mesiánica: decenas y decenas de kiwis cuelgan de sus ramas, estorbándose unos a otros de tantos que son. Por eso, no habiendo espacio suficiente para que todos hubiesen alcanzado un tamaño medio, los hay muy chiquitos, no mucho más grandes que una cereza, y todos componen una especie de enjambre disperso y un tanto amenazante: si se cayeran a un tiempo mal librado quedaría al que pillasen debajo. Noviembre es el mes de su recolecta y mi hermano Luis, que es el maestro hortelano, se encargará de ella. Si me tocase a mí hacerla, de entrada me entraría un gran desaliento porque me parecería estar ante una tarea que nunca tendría fin.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Vidas íntimas

Ahora que, además de casados, hay emparejados, divorciados, separados, ya no se puede preguntar con sana curiosidad, si lo pide el curso de la conversación, el estado civil de tu interlocutor. Como el molde clásico sigue siendo el de casado o no, quien está fuera de él se adelanta a comunicar él mismo su situación para no verse en el brete de sentirse incómodo si alguien se lo pregunta. Cuanto todos los nuevos roles convivan en igualdad de condiciones supongo que se acabaran estos recelos, y se podrá interesar uno por estas cuestiones sin parecer que está indagando morbosamente en la intimísima vida de la persona con la que hablamos.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

El director de cine

En Ciudad Rodrigo conocí por primera vez en mi vida a un director de cine. Cuando me lo presentaron, jocosa pero muy seriamente le hice una reverencia y exclamé: “¡Un director de cine!” Se llama Pablo Moreno, tiene 31 años, es miembro del Consejo Pastoral de la diócesis de Ciudad Rodrigo, responsable de su Delegación diocesana de Evangelización y Nuevas Tecnologías, gerente y socio fundador de la productora audiovisual Contracorriente Producciones, de la mayoría de cuyos trabajos es también el guionista y director, etc. En la sede de esta productora es donde nos presentaron y no tardé ni un segundo en pedirle que me dedicara la película que nos acababan de regalar, Un Dios prohibido. Así, en la carátula, por la parte interior se lee: “Para Suso Ares, con cariño de Pablo Moreno. 29-8-14”. Cuenta los hechos que terminaron con la muerte de los miembros de la comunidad claretiana de Barbastro (Huesca), en los inicios de la Guerra Civil. Con una buena dirección de actores e interpretaciones convincentes, la película es simplemente correcta; el personaje que interpreta Elena Furiase, la republicana que se enamora de uno de los jóvenes claretianos, está metido con calzador y resulta completamente inverosímil: es el fallo más gordo de este film. Ojalá que en un futuro Pablo Moreno obtenga los medios suficientes para rodar una película que sea un gran éxito de crítica y público: si cuenta una historia temáticamente cristiana, mejor que mejor, una, por ejemplo, cosa que se me ocurre ahora, que de capítulo en capítulo alumbrase figuras del evangelio: Zaqueo, la samaritana, José de Arimatea, Nicodemo, la hemorroisa, la sirofenicia, el buen ladrón, el centurión creyente, el joven rico, María Magdalena, etc. Esto nos vendría muy bien, faltos como estamos de intelectuales y artistas católicos de prestigio. Los que hay se cuentan con los dedos de una mano. ¡Ojalá que necesitemos muchas manos para contar los que haya en un futuro!

martes, 4 de noviembre de 2014

Del dicho al hecho

Otra buena parábola que oye mi madre de labios de un sacerdote saletino, angoleño, Alfonso por más señas, en una homilía: “Había un rey muy bueno que enfermó del corazón: sólo seguiría viviendo si le trasplantaban uno nuevo. Cuando estaba en la entrada del hospital, una multitud de súbditos se había congregado allí y gritaba: ‘¡mi rey, yo te daré mi corazón!’. Entonces el buen rey les dijo: ‘Está bien, queridos amigos, lo acepto. Pero, ¿quién será el que me haga tan maravilloso don? Lo haremos así ¿Veis está pluma? La dejaré volar, y aquél sobre el que caiga será el señalado para que me regale su corazón’ Entonces el rey soltó la pluma y vio como sus buenos súbditos, cuando veían que iba a caer sobre ellos, la alejaban con sus soplidos pues ninguno quería ser el elegido”.
El corazón, tantas veces, está pronto para ofrecerse pero se aleja en el momento en que realmente tiene que darlo, pero también hay quien primero dice no y después sí: “Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero”.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Un empujoncito

Un empujoncito bastaría para que, de ser agnóstica, pasase a ser creyente. Intuyo que la barrera que impide el salto no es de tipo intelectual sino psico-afectivo, y éste sería salvable si se sumasen una serie de circunstancias. No es imposible que se den en un futuro, y lo que presumo empujoncito seguramente no bastaría y tendría que ser un buen empujón. El caso es que la veo ahí, al borde, con toda la fuerza de la carne y de la historia reclamándola para que dé el salto. Muchas veces son resistencias vitales que resultan de las complejas tramas de la existencia personal las que apartan a las personas de la fe más que argumentos puramente intelectuales.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Antes del amanecer

Cuando llego tarde a casa y coincide que hay que dejar la puerta de entrada sin la llave puesta porque al día siguiente muy temprano viene mi hermano Ramón, mi madre me deja una nota recordándomelo. La última vez que lo hizo hubo un detalle que me llamó mucho la atención, un detalle poético, y fue algo tan simple como el que mi madre escribiera, cosa que nunca había hecho antes, que mi hermano vendría “antes del amanecer”. Los avisos solían limitarse a decir: “Suso, saca la llave porque viene Ramón”. Y nada más. En esta última ocasión el supradicho “antes del amanecer” fue toda una sorpresa que me enterneció. Me pareció bellísimo, una coda lírica final que mi madre escribió con total inconsciencia.