Aquí y allá me he encontrado a lo largo de
los años vivas invitaciones a la relectura (la última hace nada en Jules
Renard, Diario 1887-1910: “quien lee
demasiado no retiene nada. Elige a tu hombre. Relee, reléele para asimilarlo,
digerirlo”) que han estado ahí, a la espera de ser atendidas. Antes me decía,
estúpidamente, que si entregaba un nuevo tiempo a la lectura de un libro ya
leído dejaba de emplearlo en uno que nunca había leído, y puestas así las dos
cosas en una balanza el platillo se inclinaba siempre del lado del libro nuevo.
Ahora todo esto no me importa nada. Pero, ¿qué releo?, me pregunté. No lo dudé
ni un segundo: Middlemarch, de George
Eliot. Lo leí por primera vez en el mes de julio del año 2007 y me encantó.
Creo que ninguno de los libros leídos con posterioridad hasta el día de hoy me entusiasmó
tanto. Ayer, con un recuerdo muy vivo de la novela, me sumergí de nuevo en ella
y no tardó nada en llevarme otra vez hasta el séptimo cielo. ¡Qué días más
felices me esperan con Dorothea Brooke and company!
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