La imagen de las anteojeras que sólo nos
permiten ver lo que tenemos delante y no lo que está a los lados puede ser
positiva si la aplicamos a lo que es tener concentrada nuestra vida en lo que
importa sin que nada nos distraiga de ella, nada que esté “a los lados” sino
sólo “delante”. Para estar centrado en lo mío, en mi vocación, en mi travesía por
este mundo, yo necesito unas buenas anteojeras que me impidan fijarme en lo que
no merece ni un segundo de atención, en lo que no me interesa ni me importa, en
lo que me perturbaría si depositara en ello mi mente. “Lo mío, lo mío”, he de
decir alto y claro, teniendo delante el horizonte de mi ruta.
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