A los que por gusto, por necesidad o por
perro salimos a caminar un rato todos los días no nos arredra la lluvia. Poco
contratiempo es ella cuando se pertrecha uno con impermeable, botas y paraguas;
tampoco el frío nos detiene, pues para eso están los gorros, las bufandas, los
abrigos, los guantes. Sólo la combinación de viento y lluvia es imbatible, y
entonces sí, nos quedamos en casa los caminantes. Somos siempre los mismos, nos
cruzamos todos los días, nos saludamos todos los días, en nuestros itinerarios
fijos. Yo camino sólo media hora, quince minutos hasta un determinado punto y
quince de regreso desde este punto: este no es otro que allí donde se cumple exactamente
un cuarto de hora de andadura. Supongo que los que me ven darme la vuelta en
sitio tan indeterminado se quedarán extrañados, porque me giro con decisión de
180 grados donde no parece que haya ningún motivo para hacerlo.
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