La
tranquilidad de mi mente es para mí asunto prioritario. Después del “día
infausto” se me arremolinó toda y me puse a la tarea de recuperar lo que había
perdido. Es muy difícil describir este remolino: mi perfeccionismo tonto, un
perfeccionismo ya especializado porque se ensaña con unas parcelas de mi vida,
y sólo con ellas, a Dios gracias, repasa frases y escenas de mi más inmediato
pasado para hacerme ver que esto, y eso y aquello pudo ser dicho de otra
manera, realizado de otra manera. Hay que decir, y he aquí la enjundia del
asunto, que “esto, y eso y aquello” son nimias nimiedades, cositas y cosititas.
Yo lucho ahora porque mi mente no repase nada y envuelva los “inmediatos
pasados” con papel de celofán y los tire al olvido. Algo voy consiguiendo,
creo. El corazón al menos se mantuvo tranquilo, lo que es mucho.
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