Su enamoramiento fue un error desde el
inicio, un error que duró dos años, el tiempo que tardó en caérsele la venda de
los ojos y ver lo que tendría que haber visto al principio. Fue también el
tiempo que espero su madre para ver caída la venda; ella estaba segura de la
que la vería en el suelo, como así fue. Hasta que llegó este momento la espera
se le hizo larga y dura. “Al final quiso retenerlo proponiéndole una mera
relación sexual; ya que no amor, sexo, sólo sexo”. “Ahora es por fin feliz”,
terminó diciéndome. Cuánto me alegré. Frente a ciertos cupidos uno tendría que
tener el corazón bien blindado, que es lo mismo que tenerlo con unos ojos
claramente discernidores, nunca ciegos.
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