Como no puede volver a Maroua, en el norte
de Camerún, donde lleva nueve años, dado que el grupo terrorista Boko Haram
secuestra a los blancos para financiarse, mi amigo Emilio se encuentra en la
encrucijada. Le han ofrecido irse al sur del país, pero aquí la iglesia local
ya está bien asentada y no necesita la ayuda de curas misioneros. La otra
posibilidad, la más apetecible teniendo en cuenta sus intereses, es irse al
Chad, donde va echar a andar una nueva diócesis. Me pidió que rezara por él.
Tengo que acordarme de hacerlo.
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