martes, 30 de septiembre de 2014

El medio, el miedo, los hijos

Me alegró saber que X e Y, que tienen un hijo y están esperando el segundo, tienen en mente tener un tercero y hasta a un cuarto. “¡Qué bien, les dije, mi pensión a salvo!” Y es que el número de parejas que se quedan ya con el hijo único ha aumento considerablemente; los de la parejita ya están diciendo adiós.
Mi amiga Chus, que tiene cuatro hijos, me contó en una ocasión que no les pasó inadvertido a él y a su marido cierto “reproche” de su entorno por este motivo. Y supe también hace poco del miedo que tuvo el cuñado de un amigo mío a aparecer en vacaciones en la tierra de su mujer porque habían tenido, accidentalmente, un tercer hijo. ¡Qué manera de inyectarse en forma de mandato incriminatorio una tendencia social! Miedo social provocado por el medio social: éste es el tema.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Las ranas

Me cuenta mi madre que el cura que predicó durante la novena a la Virgen de la Saleta relató en una homilía lo que sigue: “Dos ranas cayeron en un vaso de leche; las dos movían sus ancas desesperadamente para salvarse; una se cansó y murió ahogada; la otra fue más tenaz, más consistente, y tanto batió sus ancas en la leche que ésta se convirtió en manteca; entonces pudo apoyarse en ella, saltar y salvarse”. Después puso esto en relación con la crisis de valores actual, diciendo que el que persevera en un medio social que no lo sostiene termina por vencerlo salvándose a sí mismo. Se trata, pues, de convertir la leche en manteca, lo líquido en sólido, para tener puntos de apoyo que nos permitan sobrevivir. Si la rana se valió de sus ancas, nosotros nos valdremos de la inteligencia, la voluntad, el deseo, los sentimientos, nuestras herramientas humanas. Y ya no se tratará sin más de sobrevivir sino de vivir sostenidos sobre lo que es digno.

(El vaquero)

viernes, 26 de septiembre de 2014

El emplasto

¿Cuánto durará el estado de shock? Y después, ¿cuánto el dolor insoportable? ¿Cuánto, finalmente, la desolación? Algún día, con el emplasto de una fe en una futura resurrección, en realidad una resurrección ya presente, comenzaría la remontada.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Un encuentro

Puestos en el contexto en el que estábamos, pudimos reconocernos el uno al otro, mejor yo a él que él a mí, pero sólo un poco mejor. O nada. Bueno, es igual. El caso es que, cumplido el trámite del mutuo reconocimiento, dimos en hablar de esto mismo, de cómo unos somos más reconocibles que otros a lo largo de los años: unos cambian mucho, otros cambian un poco, otros no cambian nada. Apareció en ese momento X y ambos coincidimos en que ella era el ejemplo de la persona que, encontrada veinte, treinta o cuarenta años después, sería reconocida de inmediato: sus rasgos principales siempre serían los mismos.
Yo sabía que él se había separado; no hice preguntas a este respecto porque la confianza no daba para tanto. Le recordé que había estado en la casa en la que habían vivido en Silleda cuando su hija mayor no era más que una cría de dos años. La conversación siguió después su curso, sus giros; llegamos a hablar de la muerte: “acaso no sea algo tan importante”, dijo él, a lo que yo repliqué: “la muerte es algo muy importante”. Finalmente, la parte del león se la llevó los hijos, su educación. Yo, que no los tengo, sólo pude hablar de vistas y de oídas. Él me refirió que con su hija mayor, una chica diez, había pasado por ser en el instituto el padre perfecto de una alumna ejemplar; pasaron unos años, su segundo hijo fue todo lo contrario -llegaron a expulsarlo dos meses en el instituto-, y las tornas se volvieron: había sido entonces el padre imperfecto de un alumno problemático. “Se equivocaron con esa medida: era lo que él buscaba, dos meses de vacaciones; de paso, tuve que aguantar el comentario de un profesor gilipollas que insinuó que el castigo también me lo estaban propinando a mí; me callé, para no levantar más polvareda de la que había”.
No por ser de Perogrullo dejan sus verdades de ser verdades. Una de ellas es que, al cabo, uno puede decir que “ha vivido”; todos podemos decirlo. Y haber vivido es haber aprendido, haber crecido, haber madurado. X, tantos años después, no parecía un hombre infeliz.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Como me ves, te verás

Siempre me veo en los ancianos: son el espejo de mi futuro. Ya lo dice el dicho: “Como te ves, me vi; como me ves, te verás”. Sí, este “como me ves, te verás”, cuando me cruzo con una persona mayor (ahora casi todos son, “somos”, mayores), acude muy a menudo a mi cabeza. ¿Y me veré como el anciano decrépito, encorvado, más lento que una tortuga, ausente, un niño completamente envejecido? ¿O seré tal vez el anciano que goza de buena salud, que anda derecho y ligero, con sonrisa ancha e inteligencia fresca? Ni que decir tiene que en qué grupo quiero verme enrolado. Con un poco de suerte, y juzgando por lo que observo a mi alrededor, a los 80 se puede estar todavía razonablemente bien. Y si se tiene en cuenta que la esperanza de vida actual de los españoles está en torno a los 82 años, uno podría llegar al final de los días con una razonable buena salud. Más allá de esta línea estadística, quién sabe. Aunque, claro, quién sabe también más acá de esta misma línea. El caso es que puede que me queden 30 años de vida activa. A ver qué hago con ellos. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

El turista fotógrafo y el confesionario

¿Por qué va querer un turista fotografiar a un cura confesando en un confesionario? Le ocurrió a Stefan en la catedral de Santiago, y al darse cuenta salió del cubil a increpar al osado turista y pedirle que eliminara la foto. ¿Será que esta persona nunca había vista tal cosa y que encontró la escena la mar de interesante: un señor vestido de blanco metido dentro de algo parecido a un armario y, delante, hombres y mujeres de variada edad y condición arrodillándose y poniéndose a hablar con él? ¿Hablar de qué, se preguntará el buen hombre, acaso un total ignaro sobre los asuntos de la religión y más en concreto sobre los asuntos del catolicismo? Es un dato que a lo mejor los guías turísticos tendrían que incorporar a su charla informativa: “Esto que ven aquí es un confesionario. Recibe este nombre porque dentro de él los católicos confiesan sus pecados (un pecado es algo que se hace mal a ojos de Dios, de los demás y de uno mismo, robar por ejemplo) a un cura (un seguidor de Jesucristo capacitado para realizar unas determinadas funciones) para recibir el perdón de los mismos. Quien perdona es Dios. El cura es sólo un intermediario. Las palabras que se pronuncian al final, en latín, la llamada absolución, son éstas: ‘Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen’, que significa: ‘Yo te absuelvo de tus pecados en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’. ‘Oiga, pregunta uno, ¿y quiénes son esos?’”

sábado, 20 de septiembre de 2014

En el Paradiso

Estuve otra vez con Stefan y Cornelia en el Paradiso. Este bar, sito en la Rúa del Villar de Santiago, antes de ser de sus actuales dueños, fue de uno que vino de Cuba y se trajo consigo el título de la novela de Lezama Lima, Paradiso, con el que bautizó a su negocio. Es un bar pequeño, estrecho, sin luz exterior, con una decoración art noveau; grandes espejos, a modo de paneles, lo cubren, los cuales tienen unas “manchas” que parecen dibujos de países y que se consiguieron poniendo los espejos sobre una base de estaño a la que se le había echado sal; el efecto logrado es muy bonito, una “suciedad” decorativa que les sienta de perlas.
Fue idea de A., el actual dueño, y muy amigo de Stefan, el prepararnos merluza a la romana, en honor a mi “cholesterin” (colesterol en alemán; me hizo mucha gracia como sonaba, “colesterín”). Como en días anteriores había dicho que no podía comer esto, y eso y aquello, se había tomado la revancha y, ¡hala!, ¡menuda fuente de merluza, patatas y guisantes plantó en la mesa! Regada con un buen albariño, nos pusimos a ello. El problema es que, para hacerle los honores a plato tan dichoso y a su muy ilustre cocinera, S., la mujer de A., no podía quedar nada en la fuente. Venga pues otro poquito, y otro poquito, y otro poquito, hasta que no quedó nada. Lo pagaría el día después.
Vino después la hora de las brujas, es decir, la de la queimada. Apareció entonces Marc, un erasmus de Colonia al que habían conocido, y que se trajo otras dos erasmus germanas, más un cuarto colega; no se querían perder el evento. A. puso la cacerola de barro sobre el mostrador y le echó los materiales: aguardiente, azúcar, cortezas de naranja y de limón y granos de café. Después le prendió fuego y todos los ojos se clavaron en él. A. apagó un momento las luces del local para que fuera más visible. Marc contó que en Alemania hacían algo parecido con el ron. Cuando el aguardiente se pone oscuro significa que está quemado, listo pues para servirse. Stefan leyó el conjuro y las meigas quedaron conjuradas. Después nos lo sirvió S. en el correspondiente pocillo de barro y, ¡hmm!, qué rico estaba, muy bien quemado y con su justo punto de dulzor. Por si no hubiera habido bastante, apareció una tarta de zanahoria cubierta con un magnífico manto de coco.

“De grandes cenas están las sepulturas llenas”, decía mi padre. Me levanté al día siguiente con una prominente barriga, toda ella gas. A lo largo de la mañana fue saliendo, a su muy acostumbrada manera.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Retales de feria

La vida no es gloriosa, es tremendamente humilde, se viste con retales de feria. ¿Será por esto que la amamos tanto?

jueves, 18 de septiembre de 2014

Los remedios

X. me estuvo hablando de su mal estado de salud. No sabía que el año pasado había estado seis meses de baja por culpa de una vértebra y del nervio ciático. Sólo con morfina pudieron calmarle el dolor. Su hijo tuvo que ponerse al frente de la cafetería. “Menuda conversación te estoy dando, ¿eh?” “Mujer, ¿qué hay de malo en hablar de lo que nos pasa?” Nada de malo y mucho, mucho de bueno, sobre todo porque así se sale del propio garito y aunque no se remedien por ello los dolores del cuerpo, tan concretos, tan brutos, se remedia sin embargo algo la vida, que impremeditadamente nos sale siempre al encuentro.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Edipo

Una de las obras que vimos en la 17 Feria de Teatro de Castilla y León, en Ciudad Rodrigo, fue una versión cómica de Edipo a cargo de la compañía portuguesa Companhia do Chapitó. Magnífica. ¡Esto sí que fue una optimización de los recursos! Tres artistas, dos hombres y una mujer, sobre el escenario, y nada más, porque nada más les hizo falta. Todos los personajes de la obra los representaron ellos solos, sin descontar el perro de Tiresias, los caballos, una oveja, el viento... Sus recursos expresivos y gestuales eran portentosos, sobre todos los de la actriz: se comió con ganas los pelos -la hierba- de su compañero -la montaña- cuando hizo de oveja; los relinchos, los soplidos y los movimientos de un caballo los ejecutó a la perfección; el modo como puso los ojos en blanco cuando hizo del ciego Tiresias fue otra demostración de fuerza, por no hablar del genio corporal para componer con uno de sus compañeros la figura de la Esfinge. Versatilidad, frescura, ingenio, convicción: nada les faltó y de todo anduvieron sobrados. Los aplaudimos a rabiar.
Más tarde, cuando estábamos tomando algo en la plaza de la ciudad, alguien los vio y rompió a aplaudir. Nos sumamos todos los presentes. Nos habían regalado una hora tronchante.

martes, 16 de septiembre de 2014

El kiwi, otra vez

El kiwi se expande profusamente y una de sus ramas avanzaba decidida a entrar por la ventana del baño. Finalmente se dobló y ahora araña la pared continuando su curso hacia abajo. La agarré y la apoye un momento en el alféizar para ayudarla a consumar su intentona. “Esto no es un triunfo, señor, pero se lo agradezco de todos modos”. “Es lo menos que podía hacer por usted, señora”. 
Este año trae muchísimos kiwis. Por su aspecto exterior, pilosos y pardos, pudiéramos considerarlos los hermanos menores de los cocos. Yo, que tomo siempre en mi desayuno un kiwi, me veo surtido ya para casi todo el invierno. En verdad, tengo que mostrarme muy agradecido con él: me cubre con su sombra en verano, viéndome leer, y me alimenta en invierno, ayudándome a despertar.

sábado, 13 de septiembre de 2014

La Venus de las pieles

La historia que cuenta la película La Venus de las pieles, de Roman Polanski, es interesantísima. Un director hace una adaptación teatral de la novela homónima de Leopold von Sacher-Masoch, “padre” del sadomasoquismo. Fuera de horario, a trompicones, cuando el director está ya a punto de marchar, se presenta para hacer la prueba una chica. Tiene el pelo mojado, el rímel de los ojos se le ha corrido, protesta contra el mal día que lleva, y hace todo lo que puede para que el director no se marche sin verla. Su insistencia acaba venciendo más convenciendo a éste. Una vez situados sobre el escenario, las primeras palabras de Vanda -tal es el nombre de la chica- representando su papel atrapan al director. A partir de aquí comienza el juego dramático, en el que la representación de la obra y las opiniones de ambos sobre la misma se van entremezclando, mientras la frontera entre la realidad y la ficción se desdibuja cada vez más. Empezamos a sospechar que Vanda está ejecutando un plan (no queda claro si premeditado o no), apoyándose en el papel que representa, la mujer dominadora y sádica, hasta culminarlo a la perfección: “castigar” al director y de paso a Leopold von Sacher-Masoch por pretender un intolerable dominio sobre la mujer al presentarla como un juguete en manos del varón, por más que parezca que no es así. Vence a Masoch sirviéndose de Masoch, y  al director intercambiando con él los papeles de modo que él hace de ella y ella de él en el tramo final de la película. Vanda, la Venus de las pieles, se venga aquí en nombre de todas las mujeres.
Emmanuelle Seigner en el papel de Vanda está sublime.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Un abrir de ojos

La lectura de ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos, de Will Gompertz, me ha permitido comprender la evolución del arte desde los impresionistas hasta la actualidad. Podrán gustarme más o menos unos u otros estilos pictóricos pero ahora estoy en condiciones de tomármelos más en serio, sin creer fatuamente y a la primera de cambio, sobre todo con respecto al arte más reciente, que se me está tomando el pelo. Parte del entendimiento de un determinado estilo hay que buscarlo en los que lo precedieron, en tanto que plantearon problemas y cuestiones que sólo fueron resueltos y respondidos por los que vinieron después. La obra de una artista, por más personal que sea, no nace sólo de sí mismo sino también de los que pintaron antes que él: estos siempre quedaron en un umbral que traspasarían los siguientes, en búsqueda de soluciones y visiones pictóricas nuevas. Salvo que descubramos que efectivamente lo es, ningún artista es fraudulento. Que no nos guste, que nos irrite, que nos cause rechazo, es otra cuestión.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Mi auditorio es el coche

Me ha acompañado Vivaldi mejor de lo que lo había hecho Bach en días anteriores. Las cuatro estaciones suenan siempre como si las escuchases por primera vez. ¡Cuánta es su frescura! Y no sólo ellas: otras piezas del compositor italiano se convierten estos días en una pequeña fiesta. Después de mucho tiempo sin escuchar música clásica he sentido de nuevo la necesidad de hacerlo. Mi auditorio es el coche: por el salpicadero van pasando compositores e intérpretes. En él, envuelto por la música, se va uno por la mañana al trabajo y retorna a mediodía; es siempre un pequeño refugio, que te protege del calor y del frío, y ya puestos de las inclemencias del mundo. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Emilio en la encrucijada

Como no puede volver a Maroua, en el norte de Camerún, donde lleva nueve años, dado que el grupo terrorista Boko Haram secuestra a los blancos para financiarse, mi amigo Emilio se encuentra en la encrucijada. Le han ofrecido irse al sur del país, pero aquí la iglesia local ya está bien asentada y no necesita la ayuda de curas misioneros. La otra posibilidad, la más apetecible teniendo en cuenta sus intereses, es irse al Chad, donde va echar a andar una nueva diócesis. Me pidió que rezara por él. Tengo que acordarme de hacerlo.

martes, 9 de septiembre de 2014

Los pigmeos

Es vegetariana. Se pone unos vestidos lejanamente parecidos a camisones que le sientan muy bien. Se desliza sobre plataformas que la hacen ser más alta. No se enfada nunca y es de sonrisa fácil. Tiene un pelo negrísimo sin una sola cana. Querría estar siempre con tribus primitivas, preferentemente africanas. Este verano convivió durante algunos días con una tribu de pigmeos. Un día, con otros tres amigos, se fue a pescar con ellos. “Fue el día más feliz de mi vida. La emoción me hizo llorar”. La vuelta al trabajo no le ha resultado fácil. “¿Por qué existirá la realidad? ¿No es una pena que no me cause ninguna alegría el reencuentro con los compañeros de trabajo, exceptuados algunos de ellos? ¡Qué sensación de déjà vu! ¡Con lo corta que es la vida!”
¿Qué la impulsará a visitar tribus primitivas? ¿La búsqueda de algún tipo de inocencia, de pureza? Porque el mero interés antropológico no me parece razón suficiente.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Ciudad Rodrigo: amigos, teatro

Me reuní con Emilio en Ciudad Rodrigo, a donde había acudido con un amigo que iba a su vez a visitar a un amigo mirobrigense; se presentó también otro amigo del amigo de Emilio, vecino de Tordesillas. Los conocía a todos pues fueron compañeros míos en Salamanca. “Estamos igual pero más mayores, ¿verdad?”, les dije, lo cual era cierto. Rodando todos los cincuenta, unos por arriba y otros por abajo, no estábamos todavía en edad de mostrar grandes deterioros ni estragos, sólo arrugas en las comisuras de los ojos, canas en abundancia y algunos quilos de más en alguno de los casos. Manteníamos nuestro genio y figura: lo que había cambiado es que éramos más sabios, sabíamos más acerca de la vida. Hay que ser muy cerril para que esto no ocurra. Me causó una gran alegría volver a verlos, quince o veinte años después. Retroceder en el tiempo hasta nuestra época salmantina fue inevitable y unos a otros nos lanzamos un “¿qué fue de éste, qué fue de aquél?” Pero no hubo ni un atisbo de nostalgia, sólo curiosidad. Estábamos todos muy en nuestro presente, cada uno en el de su ínsita biografía, y así seguimos en nuestra estancia en Ciudad Rodrigo. Tenía lugar la 17 edición de La feria de teatro de Castilla y León y nos zampamos ocho funciones; visitamos la exposición dedicada a los 800 años de la supuesta presencia de San Francisco en esta ciudad salmantina; nos paseamos también por el originalísimo museo del orinal, único en el mundo junto con otro que hay en Alemania; enfrente, la Catedral ofrece una joya, su espléndido pórtico, y una curiosidad que no me resisto a contar: en el coro, magnífico, una mano pícara talló un enorme falo; si se sube al piso superior por la escalerilla izquierda, el que es diestro apoyará la mano en él si quiere ayudarse a subirla, sin imaginar qué es lo que le está sirviendo de apoyo; y es que si nadie te advierte de su presencia pasa completamente desapercibido. Nosotros estábamos al tanto de su existencia porque en una visita anterior, hace más de veinte años, el guía de entonces quiso contárnoslo como quien cuenta un secreto; que nadie me pregunte por qué merecimos estar al tanto de este secreto. Una vez que lo sabes se te agolpan las preguntas: ¿quién lo esculpió: el maestro Rodrigo Alemán, uno de sus obreros? ¿Y por qué: es una picardía, un conjuro, una sinvergüencería? En el románico, los canecillos representaban a veces figuras obscenas. Jiménez Lozano tenía una explicación para esto. ¿La tiene alguien para el falo del coro de la catedral Santa María de Ciudad Rodrigo?

sábado, 6 de septiembre de 2014

A punto

Hay que ser dócil ante las solicitaciones de la vida, flexible ante los pliegues del tiempo: hay que estar siempre a punto.

viernes, 5 de septiembre de 2014

jueves, 4 de septiembre de 2014

Otro verano

Este verano no ha sido lujoso de sol y calor, como el del año pasado, lo que ha disgustado a unos y gustado a otros. Yo me cuento entre los primeros sólo en la medida en que me ha procurado menos tardes de lectura bajo la enramada del kiwi: si el día está fresco, a la sombra hace todavía más fresco y no puede uno estarse quieto y sentado, leyendo tranquilamente. Pero aconteceres climatológicos aparte, han sido unas vacaciones dichosas y serenas. El hiato que abren las vacaciones estivales en el curso del año es francamente delicioso: no hay que madrugar, no hay que vestir las pesadas prendas de invierno, la semana deja de ser un rápido lunesmartesmiércolesjuevesviernessábadodomingo, se ven pasar a montones de peregrinos, las claras de limón en las terrazas son mucho más sabrosas, los libros, siempre un paraíso, lo son todavía más, y también las películas; unas sobrinas se van a Dinamarca, una hermana se va a Nueva York, se va otra con su familia a Menorca, me voy yo a Austria y volvemos todos con los ojos llenos de cosas nuevas; a Emilio, misionero en Camerún, lo veo de nuevo, tres años después de haberlo estado con él en este país africano, manteniendo crecidas las llamas de la amistad. Sí, el verano está a un paso de ser el paraíso.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El burgués

Hay quien se cierra a los asaltos del espíritu y decide que ya ha crecido todo lo que tiene que crecer, que ha alcanzado su completa estatura humana. La posesión brillante de sus cosas afianza su decisión; ellas, parpadeantes y seguras, le dicen una y otra vez: “ya nos tienes, definitivamente, y por eso ya eres, definitivamente”.

martes, 2 de septiembre de 2014

La venda en los ojos

Su enamoramiento fue un error desde el inicio, un error que duró dos años, el tiempo que tardó en caérsele la venda de los ojos y ver lo que tendría que haber visto al principio. Fue también el tiempo que espero su madre para ver caída la venda; ella estaba segura de la que la vería en el suelo, como así fue. Hasta que llegó este momento la espera se le hizo larga y dura. “Al final quiso retenerlo proponiéndole una mera relación sexual; ya que no amor, sexo, sólo sexo”. “Ahora es por fin feliz”, terminó diciéndome. Cuánto me alegré. Frente a ciertos cupidos uno tendría que tener el corazón bien blindado, que es lo mismo que tenerlo con unos ojos claramente discernidores, nunca ciegos.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Dar forma

Los escritores nos morimos si no conseguimos dar forma a algo: una idea, un sueño, una visión, un sentimiento. Pero nos falta muchas veces y puede ocurrir entonces que esta  “falta de algo” se constituya en el “algo” para que, acto seguido, nos pongamos a escribir sobre el no tener nada que escribir. Me horripila esto y de alguna manera es lo que estoy haciendo ahora. ¡Pero qué punzante es el deseo de dar forma, de redondear, de construir, de crear! Es una auténtica hambre a veces y entonces, si logramos satisfacerla, nos procura un hondo placer.