¿Alguien
ha visto botar un vaso de cristal después de haber sido arrojado al suelo, y no
unos pocos centímetros sino mucho más de un metro? Yo sí, y también algunos
miembros más de mi familia hace un montón de años, cuando eran mozos mi hermano
Ramón y mi hermana María y estaban enzarzados en una de sus habituales peleas.
No sé cuál de los dos, pretendiendo romper el vaso al lanzarlo contra el suelo,
consiguió este pequeño milagro. ¿Pero, cómo, un vaso de goma?, debimos pensar
mi hermana Lucía y yo, que, maravillados, no dábamos crédito. Fue un fulgor de
poesía en medio de la batalla, un fulgor de paz cabe decir, bien humorístico.
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