miércoles, 14 de mayo de 2014

Pedir perdón

No sólo hay que perdonar setenta veces siete sino que también hay que pedir perdón siempre. Y puede presentarse un inusitado enemigo: el aburrimiento. Mi hermana María y yo durante un período de tiempo que no fue precisamente corto nos enredamos en berrinches domésticos y, al rato, nos desenredábamos pidiéndonos perdón, unas veces ella, otras veces yo, según se terciase. En una ocasión en que me tocaba a mi pedirlo, con la intercesión de un pequeño lucifer, me dije: “Qué coñazo, vuelta a pedir perdón; ya estoy aburrido; paso”. Pero la que no pasó fue mi hermana, e hizo bien, al presentarse y decirme: “¿No me vas a pedir perdón?” Y se lo pedí, claro.

No hay comentarios: