lunes, 12 de mayo de 2014

Al fin cedieron

“¿Por qué abandonas el lecho, amado mío? Tu dulzura está aquí, todo tu mundo en mi seno, tus espuelas, tu hambre de gloria. Te equivocas cuando apresuras tu partida: la veo venir siempre que tus ojos susurran el miedo, allá en lo más hondo de ti. ¿Qué temes? Tu semilla crece dentro de mí, saldrá un día, robusta ya, crecida, piernas y manos armados para el primer llanto, el que inaugura la vida. ¿Temes esto, la sombra larga que proyectas, el verte superado por una vida que no puedes controlar? Otros temieron antes que tú y al fin cedieron, ya no quisieron marchar tan pronto, gozaron al lado del fuego que encendía la casa”.

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