“Tuviste tu hora, Libro, en la que tu compañía durante un
tramo de mi vida me salvó y enriqueció, en la que, por ello, fui por ti
bendito. Esa hora se ha prolongado a lo largo de la vida y por eso nada importa
que te haya olvidado si tu fruto hasta hoy ha perdurado en mí”.
¡Ah, ojalá que lo anterior
fuese cierto y pudiese así uno quedar consolado de lo poco que, de lo leído,
queda en el reino de la memoria! ¿Qué es mejor, leer, leer y leer, que será
después un olvidar, olvidar y olvidar, o leer-releer, leer-releer y leer-releer
muy pocos libros para que después uno tenga un verdadero recordar, recordar y
recordar?
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