miércoles, 31 de diciembre de 2014

La inmortalidad del alma

La inmortalidad del alma es la condición que Dios se crea a sí mismo para que la resurrección de un hombre no le exija crearlo de nuevo. Es el brasa de ser desde la que Dios recupera todo el ser, ese algo del hombre que no muere gracias al cual la resurrección no es nunca sensu stricto una re-creación sino un levantamiento de quien está postrado, postergado, “dormido”. La muerte no aniquila al hombre pues ello supondría que tendría más poder que Dios. Lo abate completamente pero no lo destruye; queda un rastro, un resto, un alma inmortal en este sentido, el hueso que Dios no necesita crear de nuevo y al que le basta con revestir de carne, gloriosa, resucitada. Lázaro muerto seguía siendo Lázaro, y por eso pudo oír la llamada de Jesús: “Lázaro, sal afuera”. La inmortalidad del alma es la capacidad que Dios le otorga al hombre para que, muerto, pueda oír la voz de su padre cuando lo llame a la vida nueva: “Hijo mío, levántate”.

martes, 30 de diciembre de 2014

El frío

El frío ha llegado con el invierno, no antes; sin capricho, se ha ajustado este año al almanaque. Es un frío solar y azul, despejado, que curte las carnes y deja hielo en las hierbas. Así lo he observado esta mañana mientras venía en el coche al instituto, mantos de plata a un lado y a otro de la carretera. Siempre he pensado que este frío comedido, en torno a los cero grados, es saludable, porque espabila las naturalezas y los caracteres. No tolera las personalidades muelles, tornadizas, untuosas: llama a la rectitud, impone la reciedumbre. Da un nombre exacto a las cosas, les confiere una cualidad estatuaria. Es imperativo, regidor, mandatario.

lunes, 29 de diciembre de 2014

El retiro

¿Se retira la realidad, se retiran las palabras, se retiran los ojos, cuando uno se queda seco y huero? A uno le siguen pasando cosas, las normales de cada día, pero, de repente, ninguna pide ser nombrada, imaginada, como si de ellas se hubiese ausentado la sustancia que habían tenido hasta hace bien poco. Nada te solicita ni sabes tú ser su mentor.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Día bien pintado

En invierno vuelve el que yo llamo “día quieto”, siempre un día frío, pleno de sol y luz, en el que no corre el aire, esencial, puro. Las personas y las cosas son más exactas, están más y mejor perfiladas, como si fueran diamantes. Son días “realistas”, en las antípodas del impresionismo, del sfumato, del surrealismo, del hiperrealismo, del expresionismo. Hay línea, perspectiva, volumen, masa, color: el día quieto es un día bien pintado.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Rosetta

Rosetta lleva como puede la bombona de gas que acaba de comprar a la roulotte donde vive con su madre. Quiere consumar la muerte de ambas que, en un primer intento, impidió una bombona vacía. La habíamos visto a lo largo de la película de los hermanos Dardenne, Rosetta (1999), buscar un empleo como una cosaca. Al final lo consigue, en un puesto callejero de venta de crepes y bebidas, antes atendido por su amigo Riquet, tras acusarlo ante el dueño del puesto de vender también tortas hechas por él en su casa. Consumada la traición, Rosetta pasa a ocupar ahora su lugar. Ya antes había estado a punto de dejarlo morir ahogado cuando, tras ayudarla a recuperar unas rudimentarias artes de pesca, resbala y cae a un río cuyo suelo cubierto de lodo hace imposible hacer pié en él: si él muere Rosetta obtendrá su puesto de trabajo; in extremis, superada la tentación, lo salva.
En su segundo día de trabajo, tras cerrar el tenderete, aparece Riquet con la moto. Ella escapa y, tras una fatigosa huida, al final la alcanza. Él la agarra por las solapas de su chaqueta, la zarandea, ella se defiende y tiene lugar el siguiente diálogo:
-¿Por qué lo hiciste?
-¡Vamos, pégame!
-¿Por qué lo hiciste?
-Para tener trabajo.
(Aquí Riquet se calma, al comprender que Rosetta lo delató llevada por sus ansias de sobrevivir y no por otra cosa, no por ejemplo por un odio o crueldad gratuitos).
-¡Déjame pasar! Cuando caíste al agua, ¡no quería sacarte!
-¡De todos modos me ayudaste!
(Y así le hace ver a Rosetta que tiene entrañas humanas, que es más que una mercenaria en una guerra en la que se puede delatar a un amigo).
-¡Déjame pasar!
Rosetta llega a su roulotte y allí se encuentra, desplomada en la escalerilla exterior, a su madre, una mujer alcohólica que se lo monta cada dos por tres con el dueño del parking. La levanta y la arrastra hasta su cama. Sale después y se dirige a una cabina telefónica: llama a su patrón y le dice que no volverá a trabajar. Rosetta ya no puede con su vida: decide ponerle fin y también a la de su madre, que no podría sobrevivir sin ella. Y así regresamos al punto de partida, cuando la veíamos llevar a duras penas una bombona de gas llena. Cuando está a pocos metros de la caravana, y mientras se oye el ruido de una moto que se acerca, cae al suelo, extenuada. Alguien la ayuda a levantarse: es Riquet. Rosetta, de pie, lo mira y sabemos que la ha levantado también de su desesperación.
“¿Sobre qué son nuestra películas? Son sobre personas que están solas y tienen un encuentro con otro que les ofrece una salida. Son personas que están en situaciones extremas, que son capaces de matar para encontrar su lugar en el mundo y vivir la felicidad que se imaginan. Es finalmente sobre gente que descubre la amistad, el amor, la solidaridad, el tener la necesidad del otro. Finalmente es eso”. Lo dijo uno de los hermanos Dardenne, Jean-Pierre, en una masterclass en Buenos Aires, el año 2011. Además de Rosetta (1999), ahí están La promesa (1996), El hijo (2002), El niño (2005), El silencio de Lorna (2008), El niño de la bicicleta (2011) y la última, que todavía no he visto, Dos días, una noche (2014), para mostrarlo.
Cine excelso, de primera categoría, humanista, verdadero, el de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, notarios de una lucha por la vida en la que, tras imprevistos recodos, cuando era posible elegir mal, se elige en cambio bien gracias a la presencia de una voz y un rostro que nos da o nos reclama ayuda.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

sábado, 6 de diciembre de 2014

Dolores de parto

Quiero estar totalmente concentrado, tener siempre una conciencia completa e impedir que nada altere el sosiego de mi espíritu. En realidad quiero gozar ya de un cuerpo glorioso, donde el control y la espontaneidad coincidan y hablar sea lo mismo que callar. Incluso en momentos en los que se está razonablemente bien, es una pequeña cruz no vivir ya en el paraíso, y el cuerpo gime con dolores de parto mientras espera su resurrección.

viernes, 5 de diciembre de 2014

No la recuerda

Desde el momento en que el ofensor cancela su deuda con el ofendido deja éste de ser su némesis: ya nunca podrá el primero sentir el recuerdo de la ofensa infligida al segundo porque éste la ha “olvidado”, es decir, le ha perdonado. Si para el ofendido ha “desaparecido” la ofensa entonces también para el ofensor ha desaparecido. Han dejado de ser ofensor y ofendido: son, ya sólo, hermanos, porque el amor “no la recuerda (la ofensa)”.

martes, 2 de diciembre de 2014

sábado, 29 de noviembre de 2014

Las cosas

Las cosas merecen consideración y por merecerla merecen también nuestra atención. Quiere por eso el plato que la mente y el corazón del que lo friega sea consciente de ello al menos alguna vez; también quieren los zapatos que quien los coge con sus manos para calzar sus pies preste la concentración debida de cuando en cuando; y no digamos el teclado con sus letras y números y signos, tan machacado, y contento por ello, sí, pero su poco de atención pide él igualmente.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Palabras, palabras, palabras

El “palabras, palabras, palabras” de Shakespeare sería un buen rótulo para identificar una de las vetas de la obra de Javier Marías. La existencia está embadurnada de palabras, rebosa de palabras el mundo y la historia, de todo se ha hablado y dicho demasiado, las cosas se explican, se re-explican, se re-re-explican, no cesa el torrente empalabrador: ¿por qué tanta palabra, tantas palabras? Y lo peor: que la palabra dicha ya nunca puede ser desdicha, queda ahí, atrapando para siempre a quien la dijo, por más que después diga que no la dijo o que diga que dijo “diego” donde había dicho “dijo”. El universo de Javier Marías llora por no ser mudo, acaso también sordo, o simplemente silencioso.

jueves, 27 de noviembre de 2014

El empleado holgazán (y mentiroso)

En la parábola de los talentos, el que había recibido uno y sólo devuelve uno se inventa una coartada con una mentira, pues ¿por qué le dice a su amo “que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces”, si, habiéndole entregado un talento, había por lo tanto sembrado y esparcido? Justa razón tendría si, habiéndole dado cero le exigiese uno, pero no ha sido así: le ha dado uno y por lo tanto tiene todo el derecho a segar y recoger dos. Es tan indecente e irrespetuosa su tergiversación de los hechos que hay que referirse a su mentira como a una “asquerosa mentira” por mor de que quede bien claro su alcance. Una vez que vio que sus compañeros habían duplicado lo que habían recibido, debió sentirse tan aplastado que carga contra su amo con tal ruindad y cobardía que le reprocha que sea lo que no es: miente a sabiendas de que miente, prevarica, y así casi diríamos que peca contra el Espíritu.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Amistad y literatura

Cuando dos amigos son escritores pueden surgir chispas. Alguna experiencia de este tenor la contó Andrés Trapiello en su viarionovela. La mía con mi amigo X no se debió a nada que tenga que ver con un “yo te leo si tú me lees” ni cosa parecida, sino a algo que yo le dije en una carta y que al le escoció, lo cual provocó que él me enviase otra donde me daba algunas coces; a vuelta de correo yo me defendí. El asunto quedó en tablas y ambos teníamos nuestra parte de razón. No obstante yo me quedé contrariado y con la sensación de “deberle” algo: me sentía su deudor, además de que obraba en mi ánimo el deseo de que ninguna herida quedase abierta. La prosa de X es áspera y me costó mucho por eso leer durante cuatro años (bueno, digamos más bien los dos últimos) su página diaria, de lunes a viernes, en un determinado sito web de la geografía española. Pero lo hice: era, y es, mi amigo, grandísimo amigo, y mi compromiso fue firme a este respecto. La deuda quedó cancelada al final de este periplo. Antes de esto (¿o fue después?), ya me había comprado uno de sus voluminosos libros de filosofía y entré en él dispuesto a llegar hasta el final: me gustó y así se lo hice saber en un correo sincero y exultante que él me agradeció mucho.
Leer es un acto de suprema libertad al que acompaña el deseo de un sumo placer. En términos generales la amistad no debe estorbar este principio. Lo mejor para mí es que no lo estorbe de ningún modo. No obstante también soy consciente de que la amistad obliga en alguna medida, y la amistad con un escritor obliga en esta misma medida a leerlo. ¿Hasta qué punto? No hay ningún problema cuando el escritor amigo es un escritor preferido y si lo hay cuando no lo es, por la razón que sea. Pero incluso si es preferido podemos llegar a determinada altura de la vida a aburrirnos un poco y dejar de leerlo por un tiempo, que puede ser incluso mucho tiempo. Las cuestiones sin número que quedan sin contar aquí las dejamos en manos de todas las parejas de amigos escritores, esperando que, si surgen chispas, no salgan de ellas quemados.

martes, 25 de noviembre de 2014

Narf y León

Narf es el nombre artístico de Fran Pérez, amigo mío de la infancia. El pasado 14 de noviembre vino a la tierra que le vio nacer, Silleda, a cantar en O recanto, un entrañable pub tipo taberna, o taberna tipo pub, que antiguamente fueron unas cuadras que guardaban el ganado de la casa a la que pertenecían. Fran nos deleitó con sus guitarras eléctricas (utilizó dos, sucesivamente claro) y sus canciones: letras de Rosalía, de Castelao, un poemilla de su padre y otras. Al final, tras la canción que cantó en honor de su madrina, que estaba presente, se sentó conmigo y las que me acompañaban, mis hermanas María y Lucía, también amigas suyas de la infancia. Con cerveza y vino pasamos un rato delicioso recordando los tiempos de nuestros primeros años. A mí me pasmó que mi memoria no hubiese retenido cosas que contaron ellos: la camioneta de cabina color azul y desastrado remolque en la que jugábamos, el cochecito que conducía mi hermana María y en el que paseaba a Fran cuando era un bebé, el billete de cien pesetas que encontró un día mi hermano Ramón en el suelo y que llevó raudo a la boca para propinarle varios besos (nos partimos de risa oyéndoselo contar a Fran, sobre todo con los “mua, mua, mua” crematísticos de mi hermano que nuestro amigo imitó tan bien). Hubo otro recuerdo que abre un capítulo aparte, con el que sigo en el siguiente párrafo.

En una de las pausas entre canción y canción, Fran mencionó a otro amigo de la infancia, de él y también mío, Miguel, y a su perro León. Miguel, que estaba allí, me miró a mí con gesto de “sí, claro, ¿no te acuerdas?” y yo a él con gesto de “¿un perro, León?, no, no me acuerdo”. Terminado el acto y efectuadas las despedidas de rigor, en el pasillo de fuera me acerqué a Miguel para preguntarle por León. “Sí, hombre. Nacimos a la par, cachorrito él y bebé yo. Mientras yo continué siendo un bebé él en unos meses se convirtió en un perro enorme. Me acercaba a él a gatas primero y andando después a meterle los dedos en los ojos, en las orejas, en la boca, a fastidiarle la siesta vaya. León, que me podía haber mandado a veinte metros de un rabotazo, me agarraba entonces el cuello con sus fauces y me llevaba hasta el salón, donde me dejaba. Ni una marca me quedó nunca en el cuello. Lo hacía como si portase a un cachorrillo”. “Anda, qué bonito”, añadí encantado. “Años después murió y cuando fui yo mayor inquirí la causa de su muerte: mi padre me dio a entender que alguien lo había matado porque era un peligro ¡para los niños!” Seguro que se lanzaba a sus cuellos y los mataba a dentelladas...

lunes, 24 de noviembre de 2014

Extrasentidos

¿Qué sentido es el que nos advierte de que alguien nos está mirando por la espalda y nos hace volvernos? ¿Cuál el que le hace presentir a alguien una desgracia propia (sé de un caso en el que una persona se mostró afectadísima pensando que le iba a ocurrir algo grave, cosa que no le había pasado nunca, el día anterior al de su muerte en un incendio) o la de un ser querido (una madre me contó que un día sintió una sacudida y “supo” que algo le había pasado a una de sus hijas: así fue, justo en ese momento una de ellas se había roto un brazo)? ¿Qué radar psíquico nos informa de estas cosas? ¿Qué fluencia de energías tiene lugar aquí? Aquí sí que me parece del todo pertinente hablar de “energías”, concepto confuso pero no vago con respecto a este tipo de cuestiones.

sábado, 22 de noviembre de 2014

La timidez

El que se dice tímido se desmiente, o mejor, se vence continuamente a sí mismo, como el conferenciante que confiesa serlo cuando está ante el público, es decir, justo en el momento en que está venciendo su timidez confesa, o el actor que también declara serlo aunque se muestra magníficamente inconsecuente al dominarse a sí mismo cada noche en el escenario. Se podrían aducir muchos más casos de “tímidos inconsecuentes”, como Ernesto Sábato, que compareció cientos de veces en programas de televisión y actos públicos. La vida demuestra que la timidez confesada es muchas veces una timidez vencida. Además, va por parcelas: uno puede no atreverse a contar un chiste pero no sufriría nada si en la actuación de un mago éste lo llamase a subir al estrado para colaborar con él en un capítulo de su representación, cosa que le pasó a un servidor. Sin embargo, ¡qué tímido me muestro cuando estoy con mis hermanos y hermanas a la hora de hacer (es decir de no hacer) chanzas y bromas, mientras envidio a mi hermano Pepe y a mi hermana Lucía que lucen total desenvoltura! Ésta mi hermana la pequeña, en una ocasión en que tuvo que inaugurar una obra, sin papel en mano y ante un público no escaso, lo hizo de rechupete: dominó la situación porque en este ámbito no es tímida. El asunto es claro: por un lado se es tímido para unas cosas y para otras no, y por el otro la timidez es un enemigo al que se domina muchas veces.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Los ancianos

No sé cuando pensé por vez primera en mi propia vejez; seguro que después de los treinta y antes de los cuarenta. La imagino alguna que otra vez, sin temor la mayoría de las ocasiones. Lo que sí me hace sentirme temeroso es cuando oigo la opinión de algún mayor quejándose de su vejez, el dibujante Quino, por ejemplo, de actualidad hace poco tras habérsele concedido el premio Príncipe de Asturias de Comunicación: “la vejez es un coñazo”, dijo. No viendo bien y moviéndose en silla de ruedas esto se entiende, claro: “cuando te haces viejo es como si hubiera venido un régimen que te va prohibiendo cosas”, “y no sólo placeres, sino necesidades vitales de moverse”, “un golpe de estado” que da “un fascista”, vaya. Por el contrario, si es otra la experiencia de un anciano mi temor desaparece, la del escritor Ramiro Pinilla, por ejemplo, recientemente fallecido, del que se escribió entre otras cosas esto: “Ramiro Pinilla era un anciano feliz. Pletórico”. Si no tenía graves problemas de salud, cosa que supongo, le era más fácil, como es evidente. Si se está razonablemente bien y uno tolera con buen humor las inevitables goteras de la edad tardía, puede la vejez ser una edad feliz. El arrugamiento físico del que es testigo el espejo no tendría que ser un problema, y no lo es en la mayoría de los casos. Es en la edad última cuando yo percibo una diferencia entre los ancianos que son creyentes y los que no lo son: la esperanza aúpa a los primeros mientras que la falta de ella me parece que mengua a los segundos. Creo que tiene más posibilidades de ser feliz el anciano que es creyente que el que no lo es. Hay cartas que en esta edad ya no se tienen, la de la vitalidad física y el mucho tiempo por delante por ejemplo, y acaso los agnósticos y los ateos acusen más su falta. O a lo mejor todo es mucho más complicado, que seguro que lo es, y será cada anciano y cada anciana el que tenga que contar su historia.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Las nueces, otra vez

Debe pensar mi hermano Luis que mi madre pasa grandes apuros para abrir las nueces con el cascanueces usando éste a modo de martillo y no como lo que son, unas tenazas, pues le falta fuerza para hacerlo (como ya expliqué aquí), cuando en realidad se las apaña bastante bien. El caso es que le trajo un útil que diseñó su cuñado José Luis, que en paz descanse, muy apropiado para la operación de partir la nuez: una canasta de mimbre con un cono descabezado de madera en su centro. Sólo hay que coger la nuez, ponerla encima del cono, sujetarla con una mano, y, ¡zas!, golpearla con el martillo de madera que empuña la otra mano. Las cascaras no hay después que apilarlas y recogerlas sino que caen y quedan en la cestilla. Y así cuantas veces se quiera. Mi madre está encantada, todo hay que decirlo.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

El tiempo

Hubo en mi vida una etapa en la que el tiempo caminó: de los cero a los treinta años. Hubo otra en la que corrió (y cuánto, Dios mío): de los treinta a los 46-47 años. ¿Qué diré de la que vivo ahora dentro de, por ejemplo, diez años? ¿Que trotó? Porque, como ya he dicho en otras ocasiones, desde hace dos o tres años el tiempo veloz pareció agotarse y va ahora al trote, incluso diría que camina suavemente.

martes, 18 de noviembre de 2014

El codicioso

El codicioso roba las almas y las aprieta en sus sobacos peludos y mugrientos, las hace trizas con sus dientes amarillos, las amasa con saliva y las convierte en bolas que suben y bajan con sus juegos malabares. Es hijo del diablo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Amigos

La clasificación de Pla: “amigos, conocidos y saludados”, es una plantilla básica de la que uno parte para añadir matices intermedios y que conforma finalmente un documento bastante largo y complejo. Dentro de la categoría amigos ya puede uno añadir mil ingredientes: está el amigo amigo, tautología que se explica a sí misma y que por tanto no vamos a explicar aquí; el amigo del que uno se quiere descolgar pero que no quiere descolgarse de uno, por lo que en cierto modo continúa siendo amigo; el amigo que nos acompañó en un tramo de nuestra vida y que de haber continuado este tramo la vida entera hubiese sido amigo toda la vida; el amigo aparentemente perdido y que reaparece, lo que indica que la apariencia engaña y que no estaba de ningún modo perdido; el amigo que sí ha desaparecido y uno presume que definitivamente, cosa que uno respeta, pero al que uno seguirá considerando amigo hasta el final de los tiempos; el amigo de la infancia que ya no es amigo en la edad adulta pero cuya sombra es a veces muy alargada, tanto que lo cubre a uno siempre.

La manera que tengo de ser amigo, y esto es cambiar de tema, con mis amigos y amigas es diferente en cada caso. Creo que el factor diferencial es la distinta articulación del binomio cercanía-lejanía, que no se refiere a la intensidad del afecto, grande siempre si de verdadera amistad se trata, sino del modo como uno frente al otro tácitamente nos regulamos a la hora de presentarnos y ausentarnos. Por ejemplo, yo entiendo a X cuando me dice que no me llama porque le parece que me estaría molestando y por lo tanto soy yo el que llama siempre; por distintas razones, también soy yo el que llama siempre a Y, y entiendo que debe de ser así y no me parece mal en absoluto; Z y yo sólo nos vemos cuando viene a Galicia, cosa que ocurre dos o tres veces al año, y entre tanto nunca no nos llamamos ni nos enviamos ningún correo; con Mengano quisiera tener un contacto más continuado y no acabo de aceptar el, a mí parecer, poco que tenemos ahora; no sé qué piensa él a este respecto; en todo caso, he de aceptar el que así es si no puede ser de otra manera; Zutana fue amiga intensa durante muchos, al menos quince, años, y después, por ninguna razón aparente (siempre están, claro, las razones no aparentes), la cosa se desinfló; el hecho de que haya enmarcado recientemente una foto en la que estamos los dos y la haya puesto en una balda de mi estantería blanca significa que la he querido “rescatar”, tenerla ahí. Y así seguiría. De lo que diga en cada caso el binomio cercanía-lejanía dependerá el ritmo que cada amistad tiene.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Blablablá

-Blablablá, blablablá...
(Suso, ten paciencia)
-Blablablá, blablablá...
(Ten caridad también)
-Blablablá, blablablá...
(Que no note que no te interesa nada lo que te está contando)
-Blablablá, blablablá...
(Dios mío, qué mujer)
-Blablablá, blablablá...
(Necesito que alguien me salve)
-Blablablá, blablablá...
(Marcha, tienes además que marchar, es la hora)
-Blablablá, blablablá...
(A ver si mirando el reloj varias veces cae en la cuenta de que tengo que irme, aunque estoy seguro de que no se va a enterar)
-Blablablá, blablablá...
(Me voy, me voy, ¡me voy!)
-Blablablá, blablablá...
-Hasta luego, guapa.

¡Uff! ¡Me fui!

viernes, 14 de noviembre de 2014

Las ventanas

La ventana que da a la calle le es esencial al anciano que está solo. Son muchos los que, arrimados a ella, salen de la estrechez de sus casas a través de la mirada que los lleva a la gente que pasa, a los coches que circulan, al policía que vigila, al kiosquero que vende periódicos, al vendedor de la Once, a los perros que en el parque de enfrente depositan sus heces que después recogen sus dueños. Les puede gustar la televisión pero llega un momento en que ya están cansados o aburridos de ella; estaría bien que a muchos les gustara la lectura, porque entonces se sentirían menos solos, más acompañados, pero aún así son muchas las horas del día y entonces también para éstos es la ventana un respiradero esencial, lo es para todos, también para los que no viven solos y son felices y están bien acompañados. ¿Cuántas son las horas que pasan muchos en sus ventanas y los salvan así cada día?

jueves, 13 de noviembre de 2014

El museo

Recogerlo todo para que nada escape: la vida, ya sabes, es un museo con muchas colecciones, y muchas piezas, y muchos pasillos, no se acaba nunca, y no acabamos nunca los que por ellos andamos, concentrados, distraídos, cansados, curiosos; nada está porque sí, por azar, sino por destino, por elección antigua y siempre nueva, para muchos ojos y muchas manos; los pies nos llevan, el corazón siente y nos rozamos unos con otros, a veces hasta tropezamos.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Digámonos sí

Que no, que no quiero hacer prospecciones en tu alma como quien busca petróleo en el fondo marino. No busco nada en ti sino que te busco a ti y por eso mi mirada jamás te penetrará como un cuchillo. Puedes por tanto sentirte a salvo: no es la codicia de poseer sino el ansia -¿el amor?- de conocer lo que me guía. Me detendré siempre en tu umbral, no querré ni podré ir más allá, salvo que tú me invites a entrar. Que salte siempre tu no ante el codicioso pero acaso ganemos algo los dos si a mí me dices sí. El mío, que te abre mi mundo, lo tienes ya por descontado.

martes, 11 de noviembre de 2014

Las nueces

Oigo cómo mi madre las golpea con el cascanueces. Las abre así porque no tiene fuerza suficiente para agarrarlo, meter la nuez entre sus lados curvos y dentados y apretar después las tenazas. Las que estamos comiendo ahora son especialmente duras e incluso a mí me resulta muy difícil partirlas. Hay un montón de ellas en el suelo del desván, muchas más de las que hubo nunca en casa, gracias a las que trajo Toño por un lado y Pepa por el otro: los nogales este año vienen repletos de ellas. Las he extendido al fondo, donde forman como una laguna, a la que rodean las mil cosas que hay un desván: maletas, alfombras, colchones, maderas, cajas, juguetes, etc. Mi madre las come con pan por la tarde; yo con miel por la noche. Así atacamos los dos nuestros respectivos colesteroles. Las cáscaras de las nueces acaban en la cocina de leña, donde alimentarán el fuego del día siguiente.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Una santa de paja

“Mamá, tú eres una santa de altar”, le dijo un día mi hermano Rodrigo a nuestra madre, que tuvo que oír entonces como le espetaba un “¡Qué Dios te perdone lo que acabas de decir!”, que nos hizo reír a todos. Y otro día, su prima Luisa le hizo saber que alguien había dicho que era una santa, que indignó de nuevo a mi madre para hacerle exclamar: “Una santa de paja”, tras lo cual se echó a reír. “Sólo Dios sabe quién es santo”, añadió, con toda la razón. Santa o no, lo que sí es mi madre es una persona buena, muy buena, y eso lo saben las gentes, y uno se lo ha oído decir a muchas de ellas, y me lo digo yo a mi mismo viendo su conducta irreprochable, su dulzura innata, su decidido callar las faltas de los demás, su no haber hablado jamás mal de nadie, su odio a la mentira, su fe profunda.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Un 30 de octubre

Hemos vuelto mi madre y yo del cementerio de Negreiros, donde hemos depositado el florero, que ella hizo con crisantemos y ramas verdes, sobre la tumba en la que están enterrados mi abuelo Jesús, mi abuela Mari Pepa, mis tíos Pepe y Manolo y mi tía Isabel. Ya había allí rosas amarillas y granates que alguien, no sabíamos quién, había dejado, flores compradas que me parecieron menos hermosas que los crisantemos que habíamos llevado nosotros. Es la operación de todos los años. Primero vamos a la casa donde nació mi padre, en Fonteboa (Fuentelabuena dice en broma mi tía Pepa), en la que ya no vive nadie, mi madre provista de un cuchillo con el que cortará los tallos de los crisantemos y de las ramas verdes que allí nacen en la era. Después volvemos a casa; yo espero a que mi madre componga en una especie de macetero blanco su centro floral y después nos vamos a Negreiros, la aldea en la que nació mi madre, a su cementerio, y ante la tumba que pone “Familia Fondevila” rezamos por nuestros difuntos. Por allí aparecieron Jesús, primo de mi madre, un bendito, y su mujer, Luisa, una bendita de otra especie, que viven en una casa grande al lado de la iglesia. Componen una pareja singular, de la que nacieron más de diez hijos: dos de ellos, en edades tempranas y en años sucesivos, murieron ahogados. Jesús es un ser delicado, suave, con unos ojos que te bendicen cuando te miran y un rostro que refleja una dulzura inefable; Luisa es fuerte como un roble o un chorro de agua, alegre, dicharachera. Si Jesús es el cielo, Luisa es la tierra, uno y otra unidos por un amor más poderoso que la muerte.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Un kiwi mesiánico

Al kiwi lo bendice este año una abundancia mesiánica: decenas y decenas de kiwis cuelgan de sus ramas, estorbándose unos a otros de tantos que son. Por eso, no habiendo espacio suficiente para que todos hubiesen alcanzado un tamaño medio, los hay muy chiquitos, no mucho más grandes que una cereza, y todos componen una especie de enjambre disperso y un tanto amenazante: si se cayeran a un tiempo mal librado quedaría al que pillasen debajo. Noviembre es el mes de su recolecta y mi hermano Luis, que es el maestro hortelano, se encargará de ella. Si me tocase a mí hacerla, de entrada me entraría un gran desaliento porque me parecería estar ante una tarea que nunca tendría fin.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Vidas íntimas

Ahora que, además de casados, hay emparejados, divorciados, separados, ya no se puede preguntar con sana curiosidad, si lo pide el curso de la conversación, el estado civil de tu interlocutor. Como el molde clásico sigue siendo el de casado o no, quien está fuera de él se adelanta a comunicar él mismo su situación para no verse en el brete de sentirse incómodo si alguien se lo pregunta. Cuanto todos los nuevos roles convivan en igualdad de condiciones supongo que se acabaran estos recelos, y se podrá interesar uno por estas cuestiones sin parecer que está indagando morbosamente en la intimísima vida de la persona con la que hablamos.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

El director de cine

En Ciudad Rodrigo conocí por primera vez en mi vida a un director de cine. Cuando me lo presentaron, jocosa pero muy seriamente le hice una reverencia y exclamé: “¡Un director de cine!” Se llama Pablo Moreno, tiene 31 años, es miembro del Consejo Pastoral de la diócesis de Ciudad Rodrigo, responsable de su Delegación diocesana de Evangelización y Nuevas Tecnologías, gerente y socio fundador de la productora audiovisual Contracorriente Producciones, de la mayoría de cuyos trabajos es también el guionista y director, etc. En la sede de esta productora es donde nos presentaron y no tardé ni un segundo en pedirle que me dedicara la película que nos acababan de regalar, Un Dios prohibido. Así, en la carátula, por la parte interior se lee: “Para Suso Ares, con cariño de Pablo Moreno. 29-8-14”. Cuenta los hechos que terminaron con la muerte de los miembros de la comunidad claretiana de Barbastro (Huesca), en los inicios de la Guerra Civil. Con una buena dirección de actores e interpretaciones convincentes, la película es simplemente correcta; el personaje que interpreta Elena Furiase, la republicana que se enamora de uno de los jóvenes claretianos, está metido con calzador y resulta completamente inverosímil: es el fallo más gordo de este film. Ojalá que en un futuro Pablo Moreno obtenga los medios suficientes para rodar una película que sea un gran éxito de crítica y público: si cuenta una historia temáticamente cristiana, mejor que mejor, una, por ejemplo, cosa que se me ocurre ahora, que de capítulo en capítulo alumbrase figuras del evangelio: Zaqueo, la samaritana, José de Arimatea, Nicodemo, la hemorroisa, la sirofenicia, el buen ladrón, el centurión creyente, el joven rico, María Magdalena, etc. Esto nos vendría muy bien, faltos como estamos de intelectuales y artistas católicos de prestigio. Los que hay se cuentan con los dedos de una mano. ¡Ojalá que necesitemos muchas manos para contar los que haya en un futuro!

martes, 4 de noviembre de 2014

Del dicho al hecho

Otra buena parábola que oye mi madre de labios de un sacerdote saletino, angoleño, Alfonso por más señas, en una homilía: “Había un rey muy bueno que enfermó del corazón: sólo seguiría viviendo si le trasplantaban uno nuevo. Cuando estaba en la entrada del hospital, una multitud de súbditos se había congregado allí y gritaba: ‘¡mi rey, yo te daré mi corazón!’. Entonces el buen rey les dijo: ‘Está bien, queridos amigos, lo acepto. Pero, ¿quién será el que me haga tan maravilloso don? Lo haremos así ¿Veis está pluma? La dejaré volar, y aquél sobre el que caiga será el señalado para que me regale su corazón’ Entonces el rey soltó la pluma y vio como sus buenos súbditos, cuando veían que iba a caer sobre ellos, la alejaban con sus soplidos pues ninguno quería ser el elegido”.
El corazón, tantas veces, está pronto para ofrecerse pero se aleja en el momento en que realmente tiene que darlo, pero también hay quien primero dice no y después sí: “Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero”.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Un empujoncito

Un empujoncito bastaría para que, de ser agnóstica, pasase a ser creyente. Intuyo que la barrera que impide el salto no es de tipo intelectual sino psico-afectivo, y éste sería salvable si se sumasen una serie de circunstancias. No es imposible que se den en un futuro, y lo que presumo empujoncito seguramente no bastaría y tendría que ser un buen empujón. El caso es que la veo ahí, al borde, con toda la fuerza de la carne y de la historia reclamándola para que dé el salto. Muchas veces son resistencias vitales que resultan de las complejas tramas de la existencia personal las que apartan a las personas de la fe más que argumentos puramente intelectuales.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Antes del amanecer

Cuando llego tarde a casa y coincide que hay que dejar la puerta de entrada sin la llave puesta porque al día siguiente muy temprano viene mi hermano Ramón, mi madre me deja una nota recordándomelo. La última vez que lo hizo hubo un detalle que me llamó mucho la atención, un detalle poético, y fue algo tan simple como el que mi madre escribiera, cosa que nunca había hecho antes, que mi hermano vendría “antes del amanecer”. Los avisos solían limitarse a decir: “Suso, saca la llave porque viene Ramón”. Y nada más. En esta última ocasión el supradicho “antes del amanecer” fue toda una sorpresa que me enterneció. Me pareció bellísimo, una coda lírica final que mi madre escribió con total inconsciencia.

viernes, 31 de octubre de 2014

¡Ay! y el Dios que hay

Ya no es consciente de los “¡ay!” que pronuncia cada vez que tiene que doblar las rodillas. Acusan el trabajo de haber sostenido un cuerpo alto y fuerte durante más de setenta años. Ahora tiene setenta y cuatro. Cuando nos vimos en Madrid el pasado 6 de octubre observé con asombro cuanto había disminuido la velocidad de su paso: andaba como un ancianito. Por lo demás, está perfectamente, siendo él tan él. Un amigo le dijo en una ocasión: “De mayor, serás objeto de peregrinación” “¿Y por qué te dijo eso?” “Por lo rarito que soy”. En lo que va de año lleva escritas unas ciento cincuenta páginas sobre El Dios que hay. “Tan embebido me tiene que durante el verano no he leído nada”. Mientras caminábamos hacia San Dámaso, junto con ¿Inés?, una monja muy joven que había sido alumna suya, nos dijo, burlón: “No sé cómo no os planto y me vuelvo a casa para encerrarme con El Dios que hay”. Me había explicado meses atrás porque prefería hablar del “Dios que hay” y no del “Dios que es”.
Alfonso, mi amigo Alfonso, con el ¡ay! y El Dios que hay.

jueves, 30 de octubre de 2014

Ser cuerpo y más que cuerpo

Nuevos gozos con otra actuación de un grupo de danza contemporánea en el Teatro Principal de Santiago. ¡Qué bien me lo paso viendo los movimientos de los bailarines! No es asunto menor lo que el varón y la mujer consiguen cuando danzan llevando al límite las posibilidades de su cuerpo. Es una alta empresa del espíritu artístico, que consigue en este caso que el cuerpo alcance una plenitud de forma y expresión que se iguala con los mejores logros de otras artes. Desde los dedos de los pies hasta los dedos de las manos y la superficie craneal de la cabeza, el cuerpo ejecuta movimientos que, siguiendo el ritmo de la música, llevan un membrete que dice: “Belleza”. Tras muchas horas de entrenamiento y ensayo, el cuerpo es leve, es grave, es fuerte, es elástico, se tensa, se encoge, se desploma, se catapulta, salta, cae, rueda, se para. El cuerpo que se somete al ritmo y la disciplina de la ley de la armonía se libera en cierto modo de la ley de sus límites. En la danza, siendo profundamente cuerpo éste consigue ser más que cuerpo. El placer es infinito.

miércoles, 29 de octubre de 2014

El giro

A los que por gusto, por necesidad o por perro salimos a caminar un rato todos los días no nos arredra la lluvia. Poco contratiempo es ella cuando se pertrecha uno con impermeable, botas y paraguas; tampoco el frío nos detiene, pues para eso están los gorros, las bufandas, los abrigos, los guantes. Sólo la combinación de viento y lluvia es imbatible, y entonces sí, nos quedamos en casa los caminantes. Somos siempre los mismos, nos cruzamos todos los días, nos saludamos todos los días, en nuestros itinerarios fijos. Yo camino sólo media hora, quince minutos hasta un determinado punto y quince de regreso desde este punto: este no es otro que allí donde se cumple exactamente un cuarto de hora de andadura. Supongo que los que me ven darme la vuelta en sitio tan indeterminado se quedarán extrañados, porque me giro con decisión de 180 grados donde no parece que haya ningún motivo para hacerlo.

martes, 28 de octubre de 2014

Cositas y cosititas

La tranquilidad de mi mente es para mí asunto prioritario. Después del “día infausto” se me arremolinó toda y me puse a la tarea de recuperar lo que había perdido. Es muy difícil describir este remolino: mi perfeccionismo tonto, un perfeccionismo ya especializado porque se ensaña con unas parcelas de mi vida, y sólo con ellas, a Dios gracias, repasa frases y escenas de mi más inmediato pasado para hacerme ver que esto, y eso y aquello pudo ser dicho de otra manera, realizado de otra manera. Hay que decir, y he aquí la enjundia del asunto, que “esto, y eso y aquello” son nimias nimiedades, cositas y cosititas. Yo lucho ahora porque mi mente no repase nada y envuelva los “inmediatos pasados” con papel de celofán y los tire al olvido. Algo voy consiguiendo, creo. El corazón al menos se mantuvo tranquilo, lo que es mucho.

viernes, 24 de octubre de 2014

El mejunje

Coja un poco de perfeccionismo, un poco de escrupulosidad y un poco de maticismo, agítelo bien y tómeselo. Le cabeza le dará vueltas, le temblarán las sienes, le faltará el aliento: gozará usted de espléndidos días.

jueves, 23 de octubre de 2014

Espumarajos

Ya le valió al uno decir “¡San Francisco Franco!”, con exaltación nerviosa, y al otro escribir “MAS (Más Asqueroso que Satanás)”. Sí, ya les vale. Al primero se le puede perdonar ese franquismo cerril que no puede evitar ver en el Caudillo al sagrado custodio de las verdades de la patria hispana, de la gran fe de los españoles, etc. Pertenece a una generación que ve las cosas así y que siempre le echará un capote, disculpándole, o directamente alabándole, a Francisco Franco. Pero el segundo, insultar así a Artur Mas. Por favor, que discrepe lo que quiera y que lo critique cuanto quiera, como hacemos muchos, pero que no le salgan espumarajos por la boca: parecerá que es él el que tiene una legión de demonios dentro. 

miércoles, 22 de octubre de 2014

Sabrina

-Hola, señor, por favor, ¿me compra un pollo?
Yo me retraigo, a la defensiva.
-Lo siento, ahora no tengo dinero.
-Está bien, señor, sé que no debo atosigar a la gente y que cualquier otro día me lo dará. Está bien así, señor.
Le debió venir a la cabeza la última vez que nos vimos: ella por la acera de enfrente llamándome “señor, por favor, señor”, y yo en la mía casi escapándome. La primera vez que la había visto, a la entrada del Eroski, me pidió si podía comprarle un champú para lavarles el pelo a sus hijas. “Lo tienen largo y bonito, ¿sabe?” Las llegué a conocer un día, cuando estaban las tres en el umbral de la Iglesia. En una segunda ocasión consiguió que le diera unos euros para comprarse un pollo.
-¿Cómo están tus hijas?
-Bien, ahora van al instituto. La mayor nos dio un buen susto un día debido a un corte en la garganta. Pero ya está bien.
Es extranjera, tal vez gitana, aunque me inclino a pensar que no.
-¿Cómo te llamas?
-Sabrina.
-Yo me llamo Suso.
-¿Y de dónde eres?
-De Bosnia-Herzegovina.
Está lloviendo y acerco el paraguas para cubrirla. Yo continúo con mi batería de preguntas:
-¿Dónde vivís?
-Tenemos alquilada una habitación. Pagamos 80 euros y también el agua.
-¿Tienes marido?
-Sí.
-¿Y tenéis trabajo?
-Lo tuvimos durante la vendimia. También nos dedicamos a limpiar escaparates y cristaleras pero estos días no es posible porque llueve.
Mi impericia narrativa hace que parezca una entrevista lo que fue una conversación, o eso creo. Habla muy bien el español, con un acento cerrado. Tuvo que casarse muy joven porque yo le calculo unos treinta, o menos incluso, y ya tiene una hija de doce años. Las gitanas se casan muy pronto y yo me vuelvo a preguntar si lo es aunque sigue pareciéndome que no. Sabrina tiene un rostro ovalado, de expresión dulce.
Nos despedimos. Sin duda nos volveremos a ver.

martes, 21 de octubre de 2014

De Ares a arisco

Querido Xosé: Quizá azuzado por la escrupulosidad, me pregunto si ayer fui arisco contigo. Te pido perdón por ello. Un gran abrazo.
Olaa: Estrañado quedo. Non recordo que foses arisco en ningún momento. Nin sequera imaxino que poidas ser arisco aínda querendo.Eres Ares, pero de Ares a arisco media un gran treito. Un abrazo súper.
Sabía que ías quedar estrañado. Por iso empecei falando da miña "escrupulosidade", que ás veces fai que me vexa a min mesmo como especialista en lategazos verbais. Todo e froito daquela empresa mediadora da que os falei e que me deixou confuso toda a semana, ata deixarme onte hiperestésico. En calquera caso, só por esta frase túa: “Eres Ares, pero de Ares a arisco media un gran treito”, xa pegou a pena o meu correo, e que almaceno gustosamente na miña memoria. Unha grande aperta.


Lo anterior es una correspondencia real que traigo aquí para presumir de mi amigo Xosé, al que le sobran gracia e ingenio, por su “Eres Ares*, pero de Ares a arisco media un gran treito”, que me ha encantado, como yo mismo le digo en mi segundo correo.

* “Ares” es mi primer apellido.

lunes, 20 de octubre de 2014

The end

En el cine contemporáneo abundan las películas con finales abiertos, abruptos, inesperados, paradójicos, finales que no son realmente un “The end” a la antigua. Es como si tuvieran la intención de dejar al espectador suspendido de una interrogación de modo que su cabeza las continúe o las rumie, queriéndose ellas verse así prolongadas por su libertad, o, incluso, por su confusión. La narración “cerrada”, clásica, habría dado paso a la narración “abierta”, post-moderna; la primera se entregaría como un mundo ya completo, la segunda como un mundo por hacer.

sábado, 18 de octubre de 2014

La corrección

Alfonso abrió la puerta y nos dejó pasar a mí y a un joven vestido con una especie de sotana de color crema. A continuación había otra puerta y este joven pasó y no hizo lo mismo. Alfonso lo llamó de inmediato con voz potente:
-Oye, tú, ven, ve aquí.
El otro se da la vuelta sorprendido y parece no comprender lo que pasa.
-Ven, acompáñame.
Alfonso lo lleva hasta la primera puerta.
-¿Recuerdas? Yo abrí esta puerta y pasasteis tú y mi amigo.
-¿Es usted sacerdote? -pregunta inesperadamente el religioso como si sólo esta condición afease su conducta.
Alfonso continúa con su amonestación.
-Después tú no hiciste lo propio con nosotros. ¿Te parece correcto?
-Disculpe señor, tiene usted razón, no ha sido cortés mi comportamiento.
-Venga, hala, pasa.
Cuando el joven llega a la puerta de salida del edificio, la abre, y, con intención restitutiva, se pone a la espera de que nosotros pasemos primero pero Alfonso, ya complacido, le concede el paso a él. En un aparte y muy bajito, creo oír que me pregunta si Alfonso es sacerdote. Yo asiento con la cabeza. Parece que sigue pensando que su actitud no sería reprochable si Alfonso fuese un laico. ¡Menudo cabeza de chorlito!

viernes, 17 de octubre de 2014

La vida que me sale al paso

Hay fases de la vida escritora que se agotan y en las que también nos agotamos nosotros. En los primeros años de este blog abundaban las frases o párrafos breves que yo quería de una belleza cortada, fulgurante. Llegó un momento en que comenzaron a hastiarme y la cosa murió de muerte natural. Ahora me pide la mente narrar la vida que me sale al paso sin grandes pretensiones, con ánimo de nada, sólo de encontrarme yo bien haciéndolo y ya está.

jueves, 16 de octubre de 2014

Suspensión de los sentidos

Ayer he tenido un pequeño tramo de vida inconsciente, la que correspondió a la limpieza del mesado de mármol que rodea a la cocina de leña y sobre el que comemos. Me ha ocurrido otras veces: no me abstraigo cuando friego la vajilla o paso la fregona sino justamente en el momento de fregar el mármol. Es curioso. ¿Y a dónde se va uno exactamente en esta suspensión de los sentidos provocada por el pensamiento absorto de una idea, que ocurre también en la llamada conducción inconsciente al mando del volante, en la que atravesamos un pueblo y después nos damos cuenta de que no nos hemos dado cuenta, valga la redundancia, de que lo hemos atravesado? Si fuera uno un místico pues vale, al séptimo cielo nos hemos ido, pero no siéndolo vaya a donde vaya no se va uno ni al primero.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Sobrellévate

“Sobrellevaos mutuamente con amor” (Efesios 4, 2), es decir, sobrellévate a ti mismo con amor, que por algo se dijo que amarás al prójimo como a ti mismo.

martes, 14 de octubre de 2014

Las anteojeras

La imagen de las anteojeras que sólo nos permiten ver lo que tenemos delante y no lo que está a los lados puede ser positiva si la aplicamos a lo que es tener concentrada nuestra vida en lo que importa sin que nada nos distraiga de ella, nada que esté “a los lados” sino sólo “delante”. Para estar centrado en lo mío, en mi vocación, en mi travesía por este mundo, yo necesito unas buenas anteojeras que me impidan fijarme en lo que no merece ni un segundo de atención, en lo que no me interesa ni me importa, en lo que me perturbaría si depositara en ello mi mente. “Lo mío, lo mío”, he de decir alto y claro, teniendo delante el horizonte de mi ruta.

lunes, 13 de octubre de 2014

Las cantatas de Bach

Que Vivaldi venciera a Bach en mis gustos en aquellos días en que, habiendo escuchado algo del segundo, fue mayor mi placer cuando después escuché al primero, no me hizo olvidar las ganas almacenadas en mí desde hace muchos años de escuchar las cantatas del compositor alemán. Benditas sean aquellas ganas porque ahora que llevo muchos horas de audición, siempre en el coche, no me apetece escuchar otra cosa. Navego en ellas y es posible que llegue a escucharlas todas; siendo más de doscientas, significa que me quedan muchas horas por delante en su compañía. No sabría decir qué siento cuando suenan en el pequeño espacio de mi coche: ¿se convierte éste en una pequeña catedral y soy yo un auditor que se oculta bajo las ojivas?

sábado, 11 de octubre de 2014

Oh boy

Oh boy, magnífica película del alemán Jan Ole Gerster, cuenta el transcurso de un día en la vida de su protagonista, un chico que ronda los veinte años de edad y que no sabe qué hacer con su presente ni con su futuro; está desorientado, falto de referencias, anda medio perdido. A lo largo de una jornada sumará finales desafortunados en los encuentros que tiene con diferentes personas, empezando con el de su pareja, con la que rompe nada más comenzar la película, siguiendo con el de su padre y terminando con el de un anciano solitario y medio loco que lo aborda en un bar a última hora de la noche. Uno de los aciertos de la película es que esta suma de infortunios tenga su correlato metafórico en la imposibilidad de tomar un café cada vez que lo intenta, bien porque le falta dinero, bien porque se ha acabado el de una máquina automática, bien por otra serie de razones; con sus disgustos, la vida “doméstica” refrenda los disgustos de su vida “existencial”. ¿Qué tipo de conclusión debemos extraer entonces de la imagen final de la película, en la que nuestro protagonista, en la madrugada del día siguiente, se toma por fin un café caliente y humeante en la cafetería en la que se encuentra? Si cuando le fue mal le resultó imposible tomarse uno, ¿significa que le va a ir bien ahora que ha sucedido lo contrario, es decir, que comienza a aclararse el rompecabezas de su cabeza y de su corazón? Que cada cual decida.

viernes, 10 de octubre de 2014

El soñado crucero

He soñado en los últimos meses dos veces con qué me iba de crucero. El último fue muy dilatado en su argumento. El barco aportó en Argel. Bajamos el grupo que íbamos juntos y yo enseguida tomé una foto, para reñir inmediatamente a mi amiga X por hacerla ella también, cosa que retrasaría nuestra visita, que no era de larga duración. Estábamos en un alto y la ciudad se divisaba a no muy larga distancia. Cuando íbamos calle abajo, un argelino se ofreció a guiarnos pero, oh problema, hablaba en alemán, por lo que no le entendimos ni jota. Nos condujo hasta la casa de un sacerdote español. El acceso era harto difícil pues el ascensor era un tubo en el que sólo cabía una persona: su entrada estaba casi pegada al suelo de la acera, por lo que había que inclinarse, introducirse en él, salvar un codo y dejar después que una fuerza te succionara hacia arriba. Cuando ya estábamos en la sala todos juntos para iniciar la charla con el sacerdote, yo les hago saber a mis colegas que tenemos que volvernos pero ya porque el barco no tardará en zarpar. Allá que nos vamos todos corriendo, con miedo de quedar en tierra y sabiendo la reprimenda que recibiremos de, oh sorpresa, fray Paco, nuestro guía. Ya en el barco, que tuvo a bien esperarnos, su mirada colérica nos traspasa a todos.
La salida del puerto de Argel está llena de curvas, timón a la derecha, timón a la izquierda, y dos malecones en forma de inmensas cadenas doradas flanquean su tramo final. Cuando ya estamos en alta mar, me percato de que me robaron el bolso en la capital de Argelia. Pobre de mí. Después me veo subiendo y bajando ascensores sin que acierte nunca a llegar a donde quiero ir, cruzando salas sin fin, preguntando a todo el mundo dónde están los sitios. El final es bonito: mi habitación está encima de la cabina de los pilotos, justo en la proa, y veo como el enorme buque rompe el mar camino de un lejano horizonte.

jueves, 9 de octubre de 2014

Otra vida

Me pregunto hasta qué punto se arrepiente hoy de haberse quedado en la casa paterna, atendiendo, junto con su hermana menor, el negocio familiar, una mezcla de restaurante y taberna. Estando además encima de éste sus viviendas -la suya, la de su hermana, la de su madre y la de otro hermano-, ni siquiera goza del respiro que le daría tener su casa aparte, un refugio independiente lejos de los figones. Tengo la impresión de que es la suya una vida venida a menos: otro debiera haber sido su lugar, su trabajo, con una vida distinta y mejor. Hace algunos años realizó con una amiga un viaje de quince días a Tierra Santa. Después comentó que fueron los más felices de su vida. En otra ocasión le dijo a mi madre con respecto a su trabajo: “Si sei que isto ía ser así non me pillaban aquí, non o”. Son comentarios que pueden no significar nada pero puede que también signifiquen mucho: me inclino por lo segundo. ¿Qué queda en ella de la que fue compañera mía de promoción en BUP y COU, una chica de notables que bien pudiera haber cursado una carrera universitaria o preparado alguna oposición? Aquel lustre de los años mozos y cultivados lo perdió: se ha embrutecido. A veces, cuando llego del trabajo y la veo delante de su casa, apoyada en la pared y tomando el sol, adivino en ella una quejumbre por la vida que tiene, una nostalgia de la que no tiene.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Temporada otoño-invierno

Al encender la cocina de leña queda inaugurada la temporada otoño-invierno en mi casa. Previamente habíamos llamada a un profesional para que efectuase una limpieza en condiciones de la chimenea: expedita quedó la ruta para que el humo encuentre su salida al aire libre. Uno, por las mañanas, acarreará otra vez la leña que alimentará la lumbre a lo largo del día. La cocina vuelve a ser la morada habitual de mi madre y no la sala, que es la del verano: del sofá se traslada al banco acolchado; del televisor grande al televisor chico. Yo, por mi parte, inauguro la temporada poniéndome un chándal abrigosito; en cuanto al pijama, ya hace días que dejé el del verano y uso el de entretiempo. Más adelante, cuando el frío sea mayor, vendrá el cambio de edredón y el uso de las mantitas mientras estoy sentado en mi butaca para escribir y leer. Muda el tiempo y nos mudamos nosotros, un año más.

martes, 7 de octubre de 2014

Releer

Aquí y allá me he encontrado a lo largo de los años vivas invitaciones a la relectura (la última hace nada en Jules Renard, Diario 1887-1910: “quien lee demasiado no retiene nada. Elige a tu hombre. Relee, reléele para asimilarlo, digerirlo”) que han estado ahí, a la espera de ser atendidas. Antes me decía, estúpidamente, que si entregaba un nuevo tiempo a la lectura de un libro ya leído dejaba de emplearlo en uno que nunca había leído, y puestas así las dos cosas en una balanza el platillo se inclinaba siempre del lado del libro nuevo. Ahora todo esto no me importa nada. Pero, ¿qué releo?, me pregunté. No lo dudé ni un segundo: Middlemarch, de George Eliot. Lo leí por primera vez en el mes de julio del año 2007 y me encantó. Creo que ninguno de los libros leídos con posterioridad hasta el día de hoy me entusiasmó tanto. Ayer, con un recuerdo muy vivo de la novela, me sumergí de nuevo en ella y no tardó nada en llevarme otra vez hasta el séptimo cielo. ¡Qué días más felices me esperan con Dorothea Brooke and company!

domingo, 5 de octubre de 2014

La Suma contra Gentiles

Cuando Matilde me dijo toda pancha que estaba leyendo la Suma contra Gentiles, de santo Tomás de Aquino, yo me quede boquiabierto. “¿Cómo, la Suma contra gentiles, en serio? “Sí. Santo Tomas explica las cosas muy clarito”. Yo pensaba que estas cosas sólo las leían señores muy metidos en asuntos teológicos y filosóficos, muy sesudos allá en sus despachos, con su versión bilingüe, etc. Pues va a ser que no, lo cual me alegra infinitamente. Además, si se está interesado en cuestiones de religión y fe cristiana, y hay uno que te las explica con claridad y exactitud, pudiendo ser éste santo Tomás de Aquino, ¿a santo de qué no va uno a leerlo? Ahora estoy seguro de que habrá muchas señoras cultivadas en el mundo, como mi amiga Matilde, que fueron amas de casa por ejemplo, que en edad tardía se licenciaron en derecho por ejemplo, a las que siempre les gustó Beethoven por ejemplo, que criaron cinco hijas por ejemplo, que leen la Suma contra Gentiles

sábado, 4 de octubre de 2014

El pájaro liberado

Al sentir un ruido que ya conocía, le comenté a mi madre: “Mamá, hay otro pájaro atrapado en la chimenea”. ¿Cómo es que su instinto no les informa que entrar en ella significa no poder salir? A algunos debe fallarles. Como la vez anterior, abrí el tiro de la chimenea; al poco rato, como alma que lleva el diablo, salió disparado el pájaro de cara hacia la ventana. Pegué un grito con el susto, porque, sin preaviso, surgió repentinamente. La sensación de verse atrapado en un sitio angosto, casi completamente oscuro -la luz que deja entrar la boca de la chimenea debe ser pobrísima-, rodeado de hollín alquitranado, tiene que ser de lo más angustiosa. ¡Cuánta debió ser entonces su dicha al verse liberado! El  pájaro que vuela a su aire ha sido evocado infinidad de veces como símbolo de la libertad. Lo contrario, un pájaro que bate desesperadamente sus alas intentando salir del lugar -¡y qué lugar en nuestro caso!- en el que está atrapado, es imagen perfecta de la esclavitud.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Sarandon, Rampling

Los ojos más rasgados del cine actual los tiene Charlotte Rampling; los más abiertos, Susan Sarandon. Me encantaría verlos frente a frente en una película. Podrían ser hermanas, o primas, o cuñadas, o policía una y delincuente la otra, o guardia de prisión una y prisionera la otra, o política una y periodista la otra, qué sé yo. Después, entre ambas miradas, afilada como un cuchillo la de Rampling, abierta como un abismo la de Sarandon, una contienda de guante blanco y despiadada al mismo tiempo, con un inesperado final.

martes, 30 de septiembre de 2014

El medio, el miedo, los hijos

Me alegró saber que X e Y, que tienen un hijo y están esperando el segundo, tienen en mente tener un tercero y hasta a un cuarto. “¡Qué bien, les dije, mi pensión a salvo!” Y es que el número de parejas que se quedan ya con el hijo único ha aumento considerablemente; los de la parejita ya están diciendo adiós.
Mi amiga Chus, que tiene cuatro hijos, me contó en una ocasión que no les pasó inadvertido a él y a su marido cierto “reproche” de su entorno por este motivo. Y supe también hace poco del miedo que tuvo el cuñado de un amigo mío a aparecer en vacaciones en la tierra de su mujer porque habían tenido, accidentalmente, un tercer hijo. ¡Qué manera de inyectarse en forma de mandato incriminatorio una tendencia social! Miedo social provocado por el medio social: éste es el tema.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Las ranas

Me cuenta mi madre que el cura que predicó durante la novena a la Virgen de la Saleta relató en una homilía lo que sigue: “Dos ranas cayeron en un vaso de leche; las dos movían sus ancas desesperadamente para salvarse; una se cansó y murió ahogada; la otra fue más tenaz, más consistente, y tanto batió sus ancas en la leche que ésta se convirtió en manteca; entonces pudo apoyarse en ella, saltar y salvarse”. Después puso esto en relación con la crisis de valores actual, diciendo que el que persevera en un medio social que no lo sostiene termina por vencerlo salvándose a sí mismo. Se trata, pues, de convertir la leche en manteca, lo líquido en sólido, para tener puntos de apoyo que nos permitan sobrevivir. Si la rana se valió de sus ancas, nosotros nos valdremos de la inteligencia, la voluntad, el deseo, los sentimientos, nuestras herramientas humanas. Y ya no se tratará sin más de sobrevivir sino de vivir sostenidos sobre lo que es digno.

(El vaquero)

viernes, 26 de septiembre de 2014

El emplasto

¿Cuánto durará el estado de shock? Y después, ¿cuánto el dolor insoportable? ¿Cuánto, finalmente, la desolación? Algún día, con el emplasto de una fe en una futura resurrección, en realidad una resurrección ya presente, comenzaría la remontada.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Un encuentro

Puestos en el contexto en el que estábamos, pudimos reconocernos el uno al otro, mejor yo a él que él a mí, pero sólo un poco mejor. O nada. Bueno, es igual. El caso es que, cumplido el trámite del mutuo reconocimiento, dimos en hablar de esto mismo, de cómo unos somos más reconocibles que otros a lo largo de los años: unos cambian mucho, otros cambian un poco, otros no cambian nada. Apareció en ese momento X y ambos coincidimos en que ella era el ejemplo de la persona que, encontrada veinte, treinta o cuarenta años después, sería reconocida de inmediato: sus rasgos principales siempre serían los mismos.
Yo sabía que él se había separado; no hice preguntas a este respecto porque la confianza no daba para tanto. Le recordé que había estado en la casa en la que habían vivido en Silleda cuando su hija mayor no era más que una cría de dos años. La conversación siguió después su curso, sus giros; llegamos a hablar de la muerte: “acaso no sea algo tan importante”, dijo él, a lo que yo repliqué: “la muerte es algo muy importante”. Finalmente, la parte del león se la llevó los hijos, su educación. Yo, que no los tengo, sólo pude hablar de vistas y de oídas. Él me refirió que con su hija mayor, una chica diez, había pasado por ser en el instituto el padre perfecto de una alumna ejemplar; pasaron unos años, su segundo hijo fue todo lo contrario -llegaron a expulsarlo dos meses en el instituto-, y las tornas se volvieron: había sido entonces el padre imperfecto de un alumno problemático. “Se equivocaron con esa medida: era lo que él buscaba, dos meses de vacaciones; de paso, tuve que aguantar el comentario de un profesor gilipollas que insinuó que el castigo también me lo estaban propinando a mí; me callé, para no levantar más polvareda de la que había”.
No por ser de Perogrullo dejan sus verdades de ser verdades. Una de ellas es que, al cabo, uno puede decir que “ha vivido”; todos podemos decirlo. Y haber vivido es haber aprendido, haber crecido, haber madurado. X, tantos años después, no parecía un hombre infeliz.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Como me ves, te verás

Siempre me veo en los ancianos: son el espejo de mi futuro. Ya lo dice el dicho: “Como te ves, me vi; como me ves, te verás”. Sí, este “como me ves, te verás”, cuando me cruzo con una persona mayor (ahora casi todos son, “somos”, mayores), acude muy a menudo a mi cabeza. ¿Y me veré como el anciano decrépito, encorvado, más lento que una tortuga, ausente, un niño completamente envejecido? ¿O seré tal vez el anciano que goza de buena salud, que anda derecho y ligero, con sonrisa ancha e inteligencia fresca? Ni que decir tiene que en qué grupo quiero verme enrolado. Con un poco de suerte, y juzgando por lo que observo a mi alrededor, a los 80 se puede estar todavía razonablemente bien. Y si se tiene en cuenta que la esperanza de vida actual de los españoles está en torno a los 82 años, uno podría llegar al final de los días con una razonable buena salud. Más allá de esta línea estadística, quién sabe. Aunque, claro, quién sabe también más acá de esta misma línea. El caso es que puede que me queden 30 años de vida activa. A ver qué hago con ellos. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

El turista fotógrafo y el confesionario

¿Por qué va querer un turista fotografiar a un cura confesando en un confesionario? Le ocurrió a Stefan en la catedral de Santiago, y al darse cuenta salió del cubil a increpar al osado turista y pedirle que eliminara la foto. ¿Será que esta persona nunca había vista tal cosa y que encontró la escena la mar de interesante: un señor vestido de blanco metido dentro de algo parecido a un armario y, delante, hombres y mujeres de variada edad y condición arrodillándose y poniéndose a hablar con él? ¿Hablar de qué, se preguntará el buen hombre, acaso un total ignaro sobre los asuntos de la religión y más en concreto sobre los asuntos del catolicismo? Es un dato que a lo mejor los guías turísticos tendrían que incorporar a su charla informativa: “Esto que ven aquí es un confesionario. Recibe este nombre porque dentro de él los católicos confiesan sus pecados (un pecado es algo que se hace mal a ojos de Dios, de los demás y de uno mismo, robar por ejemplo) a un cura (un seguidor de Jesucristo capacitado para realizar unas determinadas funciones) para recibir el perdón de los mismos. Quien perdona es Dios. El cura es sólo un intermediario. Las palabras que se pronuncian al final, en latín, la llamada absolución, son éstas: ‘Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen’, que significa: ‘Yo te absuelvo de tus pecados en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’. ‘Oiga, pregunta uno, ¿y quiénes son esos?’”

sábado, 20 de septiembre de 2014

En el Paradiso

Estuve otra vez con Stefan y Cornelia en el Paradiso. Este bar, sito en la Rúa del Villar de Santiago, antes de ser de sus actuales dueños, fue de uno que vino de Cuba y se trajo consigo el título de la novela de Lezama Lima, Paradiso, con el que bautizó a su negocio. Es un bar pequeño, estrecho, sin luz exterior, con una decoración art noveau; grandes espejos, a modo de paneles, lo cubren, los cuales tienen unas “manchas” que parecen dibujos de países y que se consiguieron poniendo los espejos sobre una base de estaño a la que se le había echado sal; el efecto logrado es muy bonito, una “suciedad” decorativa que les sienta de perlas.
Fue idea de A., el actual dueño, y muy amigo de Stefan, el prepararnos merluza a la romana, en honor a mi “cholesterin” (colesterol en alemán; me hizo mucha gracia como sonaba, “colesterín”). Como en días anteriores había dicho que no podía comer esto, y eso y aquello, se había tomado la revancha y, ¡hala!, ¡menuda fuente de merluza, patatas y guisantes plantó en la mesa! Regada con un buen albariño, nos pusimos a ello. El problema es que, para hacerle los honores a plato tan dichoso y a su muy ilustre cocinera, S., la mujer de A., no podía quedar nada en la fuente. Venga pues otro poquito, y otro poquito, y otro poquito, hasta que no quedó nada. Lo pagaría el día después.
Vino después la hora de las brujas, es decir, la de la queimada. Apareció entonces Marc, un erasmus de Colonia al que habían conocido, y que se trajo otras dos erasmus germanas, más un cuarto colega; no se querían perder el evento. A. puso la cacerola de barro sobre el mostrador y le echó los materiales: aguardiente, azúcar, cortezas de naranja y de limón y granos de café. Después le prendió fuego y todos los ojos se clavaron en él. A. apagó un momento las luces del local para que fuera más visible. Marc contó que en Alemania hacían algo parecido con el ron. Cuando el aguardiente se pone oscuro significa que está quemado, listo pues para servirse. Stefan leyó el conjuro y las meigas quedaron conjuradas. Después nos lo sirvió S. en el correspondiente pocillo de barro y, ¡hmm!, qué rico estaba, muy bien quemado y con su justo punto de dulzor. Por si no hubiera habido bastante, apareció una tarta de zanahoria cubierta con un magnífico manto de coco.

“De grandes cenas están las sepulturas llenas”, decía mi padre. Me levanté al día siguiente con una prominente barriga, toda ella gas. A lo largo de la mañana fue saliendo, a su muy acostumbrada manera.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Retales de feria

La vida no es gloriosa, es tremendamente humilde, se viste con retales de feria. ¿Será por esto que la amamos tanto?

jueves, 18 de septiembre de 2014

Los remedios

X. me estuvo hablando de su mal estado de salud. No sabía que el año pasado había estado seis meses de baja por culpa de una vértebra y del nervio ciático. Sólo con morfina pudieron calmarle el dolor. Su hijo tuvo que ponerse al frente de la cafetería. “Menuda conversación te estoy dando, ¿eh?” “Mujer, ¿qué hay de malo en hablar de lo que nos pasa?” Nada de malo y mucho, mucho de bueno, sobre todo porque así se sale del propio garito y aunque no se remedien por ello los dolores del cuerpo, tan concretos, tan brutos, se remedia sin embargo algo la vida, que impremeditadamente nos sale siempre al encuentro.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Edipo

Una de las obras que vimos en la 17 Feria de Teatro de Castilla y León, en Ciudad Rodrigo, fue una versión cómica de Edipo a cargo de la compañía portuguesa Companhia do Chapitó. Magnífica. ¡Esto sí que fue una optimización de los recursos! Tres artistas, dos hombres y una mujer, sobre el escenario, y nada más, porque nada más les hizo falta. Todos los personajes de la obra los representaron ellos solos, sin descontar el perro de Tiresias, los caballos, una oveja, el viento... Sus recursos expresivos y gestuales eran portentosos, sobre todos los de la actriz: se comió con ganas los pelos -la hierba- de su compañero -la montaña- cuando hizo de oveja; los relinchos, los soplidos y los movimientos de un caballo los ejecutó a la perfección; el modo como puso los ojos en blanco cuando hizo del ciego Tiresias fue otra demostración de fuerza, por no hablar del genio corporal para componer con uno de sus compañeros la figura de la Esfinge. Versatilidad, frescura, ingenio, convicción: nada les faltó y de todo anduvieron sobrados. Los aplaudimos a rabiar.
Más tarde, cuando estábamos tomando algo en la plaza de la ciudad, alguien los vio y rompió a aplaudir. Nos sumamos todos los presentes. Nos habían regalado una hora tronchante.

martes, 16 de septiembre de 2014

El kiwi, otra vez

El kiwi se expande profusamente y una de sus ramas avanzaba decidida a entrar por la ventana del baño. Finalmente se dobló y ahora araña la pared continuando su curso hacia abajo. La agarré y la apoye un momento en el alféizar para ayudarla a consumar su intentona. “Esto no es un triunfo, señor, pero se lo agradezco de todos modos”. “Es lo menos que podía hacer por usted, señora”. 
Este año trae muchísimos kiwis. Por su aspecto exterior, pilosos y pardos, pudiéramos considerarlos los hermanos menores de los cocos. Yo, que tomo siempre en mi desayuno un kiwi, me veo surtido ya para casi todo el invierno. En verdad, tengo que mostrarme muy agradecido con él: me cubre con su sombra en verano, viéndome leer, y me alimenta en invierno, ayudándome a despertar.

sábado, 13 de septiembre de 2014

La Venus de las pieles

La historia que cuenta la película La Venus de las pieles, de Roman Polanski, es interesantísima. Un director hace una adaptación teatral de la novela homónima de Leopold von Sacher-Masoch, “padre” del sadomasoquismo. Fuera de horario, a trompicones, cuando el director está ya a punto de marchar, se presenta para hacer la prueba una chica. Tiene el pelo mojado, el rímel de los ojos se le ha corrido, protesta contra el mal día que lleva, y hace todo lo que puede para que el director no se marche sin verla. Su insistencia acaba venciendo más convenciendo a éste. Una vez situados sobre el escenario, las primeras palabras de Vanda -tal es el nombre de la chica- representando su papel atrapan al director. A partir de aquí comienza el juego dramático, en el que la representación de la obra y las opiniones de ambos sobre la misma se van entremezclando, mientras la frontera entre la realidad y la ficción se desdibuja cada vez más. Empezamos a sospechar que Vanda está ejecutando un plan (no queda claro si premeditado o no), apoyándose en el papel que representa, la mujer dominadora y sádica, hasta culminarlo a la perfección: “castigar” al director y de paso a Leopold von Sacher-Masoch por pretender un intolerable dominio sobre la mujer al presentarla como un juguete en manos del varón, por más que parezca que no es así. Vence a Masoch sirviéndose de Masoch, y  al director intercambiando con él los papeles de modo que él hace de ella y ella de él en el tramo final de la película. Vanda, la Venus de las pieles, se venga aquí en nombre de todas las mujeres.
Emmanuelle Seigner en el papel de Vanda está sublime.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Un abrir de ojos

La lectura de ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos, de Will Gompertz, me ha permitido comprender la evolución del arte desde los impresionistas hasta la actualidad. Podrán gustarme más o menos unos u otros estilos pictóricos pero ahora estoy en condiciones de tomármelos más en serio, sin creer fatuamente y a la primera de cambio, sobre todo con respecto al arte más reciente, que se me está tomando el pelo. Parte del entendimiento de un determinado estilo hay que buscarlo en los que lo precedieron, en tanto que plantearon problemas y cuestiones que sólo fueron resueltos y respondidos por los que vinieron después. La obra de una artista, por más personal que sea, no nace sólo de sí mismo sino también de los que pintaron antes que él: estos siempre quedaron en un umbral que traspasarían los siguientes, en búsqueda de soluciones y visiones pictóricas nuevas. Salvo que descubramos que efectivamente lo es, ningún artista es fraudulento. Que no nos guste, que nos irrite, que nos cause rechazo, es otra cuestión.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Mi auditorio es el coche

Me ha acompañado Vivaldi mejor de lo que lo había hecho Bach en días anteriores. Las cuatro estaciones suenan siempre como si las escuchases por primera vez. ¡Cuánta es su frescura! Y no sólo ellas: otras piezas del compositor italiano se convierten estos días en una pequeña fiesta. Después de mucho tiempo sin escuchar música clásica he sentido de nuevo la necesidad de hacerlo. Mi auditorio es el coche: por el salpicadero van pasando compositores e intérpretes. En él, envuelto por la música, se va uno por la mañana al trabajo y retorna a mediodía; es siempre un pequeño refugio, que te protege del calor y del frío, y ya puestos de las inclemencias del mundo. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Emilio en la encrucijada

Como no puede volver a Maroua, en el norte de Camerún, donde lleva nueve años, dado que el grupo terrorista Boko Haram secuestra a los blancos para financiarse, mi amigo Emilio se encuentra en la encrucijada. Le han ofrecido irse al sur del país, pero aquí la iglesia local ya está bien asentada y no necesita la ayuda de curas misioneros. La otra posibilidad, la más apetecible teniendo en cuenta sus intereses, es irse al Chad, donde va echar a andar una nueva diócesis. Me pidió que rezara por él. Tengo que acordarme de hacerlo.

martes, 9 de septiembre de 2014

Los pigmeos

Es vegetariana. Se pone unos vestidos lejanamente parecidos a camisones que le sientan muy bien. Se desliza sobre plataformas que la hacen ser más alta. No se enfada nunca y es de sonrisa fácil. Tiene un pelo negrísimo sin una sola cana. Querría estar siempre con tribus primitivas, preferentemente africanas. Este verano convivió durante algunos días con una tribu de pigmeos. Un día, con otros tres amigos, se fue a pescar con ellos. “Fue el día más feliz de mi vida. La emoción me hizo llorar”. La vuelta al trabajo no le ha resultado fácil. “¿Por qué existirá la realidad? ¿No es una pena que no me cause ninguna alegría el reencuentro con los compañeros de trabajo, exceptuados algunos de ellos? ¡Qué sensación de déjà vu! ¡Con lo corta que es la vida!”
¿Qué la impulsará a visitar tribus primitivas? ¿La búsqueda de algún tipo de inocencia, de pureza? Porque el mero interés antropológico no me parece razón suficiente.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Ciudad Rodrigo: amigos, teatro

Me reuní con Emilio en Ciudad Rodrigo, a donde había acudido con un amigo que iba a su vez a visitar a un amigo mirobrigense; se presentó también otro amigo del amigo de Emilio, vecino de Tordesillas. Los conocía a todos pues fueron compañeros míos en Salamanca. “Estamos igual pero más mayores, ¿verdad?”, les dije, lo cual era cierto. Rodando todos los cincuenta, unos por arriba y otros por abajo, no estábamos todavía en edad de mostrar grandes deterioros ni estragos, sólo arrugas en las comisuras de los ojos, canas en abundancia y algunos quilos de más en alguno de los casos. Manteníamos nuestro genio y figura: lo que había cambiado es que éramos más sabios, sabíamos más acerca de la vida. Hay que ser muy cerril para que esto no ocurra. Me causó una gran alegría volver a verlos, quince o veinte años después. Retroceder en el tiempo hasta nuestra época salmantina fue inevitable y unos a otros nos lanzamos un “¿qué fue de éste, qué fue de aquél?” Pero no hubo ni un atisbo de nostalgia, sólo curiosidad. Estábamos todos muy en nuestro presente, cada uno en el de su ínsita biografía, y así seguimos en nuestra estancia en Ciudad Rodrigo. Tenía lugar la 17 edición de La feria de teatro de Castilla y León y nos zampamos ocho funciones; visitamos la exposición dedicada a los 800 años de la supuesta presencia de San Francisco en esta ciudad salmantina; nos paseamos también por el originalísimo museo del orinal, único en el mundo junto con otro que hay en Alemania; enfrente, la Catedral ofrece una joya, su espléndido pórtico, y una curiosidad que no me resisto a contar: en el coro, magnífico, una mano pícara talló un enorme falo; si se sube al piso superior por la escalerilla izquierda, el que es diestro apoyará la mano en él si quiere ayudarse a subirla, sin imaginar qué es lo que le está sirviendo de apoyo; y es que si nadie te advierte de su presencia pasa completamente desapercibido. Nosotros estábamos al tanto de su existencia porque en una visita anterior, hace más de veinte años, el guía de entonces quiso contárnoslo como quien cuenta un secreto; que nadie me pregunte por qué merecimos estar al tanto de este secreto. Una vez que lo sabes se te agolpan las preguntas: ¿quién lo esculpió: el maestro Rodrigo Alemán, uno de sus obreros? ¿Y por qué: es una picardía, un conjuro, una sinvergüencería? En el románico, los canecillos representaban a veces figuras obscenas. Jiménez Lozano tenía una explicación para esto. ¿La tiene alguien para el falo del coro de la catedral Santa María de Ciudad Rodrigo?