Uno sabe cuando está ante
una persona transparente, sin esquinas. La experiencia posterior no suele desmontar
esta impresión primera; más bien lo contrario, la ratifica. Siempre tan al
alcance de la mano, estas personas son fundamentalmente buenas; no tienen las
dobleces que necesita el mal para esconderse. La expresión despierta, la mirada
viva, la sonrisa pronta: hay millones de ellas por el mundo.
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