El “además” del concepto de
pecado con respecto a las distintas nociones que nombran el mal moral es su
verticalidad, el entrar de lleno en el mundo sobrenatural. Si el amor, que
decía Dante, mueve el sol y las estrellas, el pecado los paraliza: golpea de
lleno el corazón de Dios. Además de contra sí mismo, contra el prójimo y contra
la creación, el mal es también un “contra Dios” porque es lo más contrario a
él. Una vez que se hace hombre -y ya en el Antiguo Testamento de alguna manera
había comenzado Dios a hacerse hombre- a Dios le afecta todo lo que el hombre
hace: el bien, diciéndolo, el mal -el pecado- contradiciéndolo.
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