Sigo preguntándome por qué me maravilló tanto
el encuentro con Jiménez Lozano. Estaba con muy buenos amigos, cierto, y a la
sombra de un árbol en el jardín de su casa en una tarde apacible, igualmente
cierto, dos cosas maravillosas. Y estaba con don José Jiménez Lozano: ésta es
la razón principal. Pero, ¿por qué encendió todas mis bombillas? ¿Por qué se
hizo una especial luz? Había algo nemoroso, como si me encontrarse ante un papá
Pitufo que hubiese salido de su casa en el bosque a revelarnos cosas extraordinarias,
el jefe de los siete enanitos hablándonos, todo entusiasmado, del rubor de las
mejillas de su dulce Blancanieves, un geniecillo con su lámpara de Oriente
oliendo a seda y plantas medicinales, el maestro Yoda, adelantado en virtud y
en sabiduría, haciendo fulgir su espada. Todo esto, sí, y mucho más.
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