lunes, 4 de noviembre de 2013

El geniecillo de Oriente

Sigo preguntándome por qué me maravilló tanto el encuentro con Jiménez Lozano. Estaba con muy buenos amigos, cierto, y a la sombra de un árbol en el jardín de su casa en una tarde apacible, igualmente cierto, dos cosas maravillosas. Y estaba con don José Jiménez Lozano: ésta es la razón principal. Pero, ¿por qué encendió todas mis bombillas? ¿Por qué se hizo una especial luz? Había algo nemoroso, como si me encontrarse ante un papá Pitufo que hubiese salido de su casa en el bosque a revelarnos cosas extraordinarias, el jefe de los siete enanitos hablándonos, todo entusiasmado, del rubor de las mejillas de su dulce Blancanieves, un geniecillo con su lámpara de Oriente oliendo a seda y plantas medicinales, el maestro Yoda, adelantado en virtud y en sabiduría, haciendo fulgir su espada. Todo esto, sí, y mucho más.

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