Cuántos y qué grandes serían nuestros
“¡ohs!” si, chas, en un abrir y cerrar de ojos, todas las pinturas al fresco
que decoraban las catedrales y demás construcciones religiosas románicas apareciesen
de repente. No nos lo creeríamos, literalmente, nos parecería estar soñando. Yo
pude gozar de este “¡oh!” en Laguardia, maravilloso pueblo del sur de Álava,
que un amigo y yo podríamos decir que descubrimos porque no sabíamos
absolutamente nade de él; por no saber, no sabíamos ni que existía. Hubo pues
ya un “¡oh!” inicial nada más llegar a él. Pues bien, al entrar en la iglesia
de Santa María de los Reyes nos dimos de bruces con uno de los pocos pórticos
policromados que se conservan en España. El deslumbramiento fue total. Si ya el
románico en sus momentos cumbre es deslumbrante, imagínenselo con sus rojos,
amarillos, naranjas, azules: el no va más.
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