sábado, 28 de septiembre de 2013

Bautismos de verano

El verano es tiempo de bautizos. Si entre los invitados hay chicas jóvenes, las veremos pidiendo a gritos un Hola que las retrate: tacones de vértigo, vestidos que dejan a veces al descubierto una gran parte de la espalda y una gran parte de las piernas. El pasillo central de la iglesia se convierte de pronto en una imprevista pasarela. Y ellos, de traje y con corbata, apuestísimos.
En tiempos pasados a uno le salía el Bloy que llevaba dentro y recusaba lo que le parecía estar viendo, una presentación en sociedad del, o de la, recién nacido, o nacida, más que un ingreso consciente y consecuente en la comunidad cristiana. De un tiempo a esta parte mi Bloy y sus exigencias de lucidez se han atemperado y me sale la parte buenista con sus entrañas de misericordia. Me ayuda a ello la solicitud del bautismo para su hijo o su hija que X, el nuevo párroco, les hace leer al padre o a la madre desde el ambón y en el que se hace mención a “la debilidad de nuestra fe”. Esta expresión es harto necesaria dado lo que uno presencia, dejando aparte lo que haya en el fondo del corazón, sólo por Dios conocido y juzgado. Y lo que uno presencia, por ejemplo, es que sólo en muy contadas ocasiones los padres comulgan, e igualmente los padrinos.
¿Por qué los bautizan? Por satisfacer a los abuelos de las criaturas; por un “por si acaso” que uno oyó en una ocasión y que me lleva todavía hoy a preguntarme ¿por si acaso qué?; por la inercia de una tradición que aún tiene un gran tirón y que exige cumplir el trámite; y, ¿por qué no? y ojalá que así sea, por un poquito de fe que, aunque desinformada y mal formada, sigue haciéndose un hueco dentro de sus almas.
Si los requisitos que pide la iglesia a los padres que quieren bautizar a sus hijos son mínimos porque sus entrañas de misericordia son máximas, uno desearía por ello mismo que los representantes de la primera les leyesen a los segundos toda la cartilla sin saltarse ni una coma: una presentación completa y diáfana de lo que es el bautismo y de aquello a lo que se comprometen desde el momento en que éste tiene lugar.
¿Cuándo X e Y, padres cristianísimos, tendrán un hijo y podrá uno entonces asistir a un bautizo en toda regla, lúcido, entrañable, a la altura de las circunstancias, en el que cada palabra pronunciada sea una palabra sentida y pensada? Ojalá que pronto. Mientras tanto, tiene uno que conformarse con lo que hay, que es poco, muy poco, poquísimo.

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