Ancha es Castilla y también profunda, grávida, ligera.
Castilla y lo castellano es lo histórico-español por excelencia, pues en ella
se apoya España, nace de ella y a ella debiera volver una y otra vez.
La generación del 98 redescubrió Castilla y así la quiero yo
en mí, siempre redescubierta, esta vez en Ávila, al hilo de Pedro Berruguete y
su retablo del monasterio de Santo Tomás, del infante don Juan, el hijo de los
Reyes Católicos muerto a los 19 años de edad, del monasterio de la Encarnación,
donde profesó Santa Teresa y del que fue priora durante tres años, de la
iglesia de San Vicente, de su magnífica muralla, de la catedral y sus
esculturas de alabastro, de Fontiveros, cuna de San Juan de la Cruz, de don
José Jiménez Lozano y de Alcazarén, la villa en la que vive.
Donde la luz es Ávila, reza el título de un
libro, y reza bien, muy bien.
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