Han pasado tan rápido los años desde que
cumplí los 30 hasta que cumplí los 46 -ahora tengo 48 y el tiempo ha
ralentizado su paso-, que a veces me parece que nada ha ocurrido en ellos, como
si yo hubiera pegado un salto desde una edad hasta la otra. Los treinta
primeros en cambio se me aparecen preñadísimos e infinitamente más lentos.
¿Será que éstos fueron los años de la carga de la munición, de lo que uno iba a
ser, en tanto que los siguientes fueron los del disparo, cuando uno ya era?
Mientras eres boceto y te estás dibujando la vida zigzaguea, sube y baja, se
toma su tiempo, mucho tiempo; cuando te has completado y eres ya el cuadro, o
un primer cuadro, la vida que en ti se ha logrado parece que lo tuviera todo
más fácil y se lanzara, ágil y alegre, hacia delante sobre una plena línea
recta.
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