miércoles, 1 de mayo de 2013

Jesús de Nazaret



El Jesús interpretado por Robert Powell es tan prodigioso, tan exacto, que convierte a la miniserie de televisión que protagonizó en 1977, Jesús de Nazaret, de Franco Zeffirelli, en un evento extraordinario. Uno no tarda en pensar que además de contar con la musa debió de contar con la Gracia, la piel y el espíritu de Jesús cayéndole desde el cielo y cubriéndole. Me resulta casi imposible pensar que el actor británico estuviese simplemente interpretando a Jesús: lo estaba siendo de algún modo. Viéndolo, recordé la genial reflexión que desarrolla Romano Guardini en La realidad humana del Señor. Aportación a una psicología de Jesús (1958). Cito un texto entre muchos: Aunque “en Jesús existe lo psicológico, pues es hombre, en cuerpo y alma”, de él “no hay imagen de carácter, no hay estructura psicológica, no hay tipo, no hay biografía [...] Que Jesús no puede ser disuelto psicológicamente; que no puede ser entendido partiendo de lo que sabemos sobre el ser del hombre; que no se le puede desvelar, ‘descubrir’, todo ello constituye su ‘principialidad’”. Zeffirelli, Robert Powell y todo su equipo han conseguido filmar este ensayo de Guardini sobre la psicología Jesús. Ésta no cabe en ningún test, se escapa, está más allá, recogida en el centro desde el que Jesús es Jesús y que no es otro que el Padre.
La elección del resto de los actores y actrices de la película del director italiano es irreprochable y en su actuación magnífico excepto en un punto: el intérprete del niño Jesús. Un niño rubio de piel finísima y ojos azules inmaculados que resulta, de tan angélico, grimoso e inverosímil, único punto negro, de tan blanco, de un film espléndido.

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