lunes, 16 de abril de 2012

La humillación


-No me mire así, se lo suplico.
-Te miro como me da la gana.
-Por favor...
-¡Por favor, por favor! ¿No sabes decir otra cosa?
-¡Déjeme!
-¡Ja, ja, ja, ja, ja!
-¡Déjeme, márchese!
-¡Oh, pobrecito! ¿Te echarás ahora a llorar? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
La risa sigue creciendo y creciendo. El hombrecillo, en el suelo, esconde la cabeza entre las piernas. Sus lamentos explotan en llanto. El gran hombre, afinando aún más su crueldad, roza su cara con las yemas de los dedos haciendo como que lo acaricia. El pequeño intenta eludirlo ovillándose tanto como puede.
-No existes.
-¡Marche, déjeme!
-No existes, gusanito, no eres nada.
-¡...!
-¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Y otra vez la risa le taladra las entrañas, obligándolo a recogerse más sobre sí mismo.

1 comentario:

Miriam dijo...

Angustioso. Aterrador