domingo, 4 de marzo de 2012

Hitos


En torno a mis 20 años, una serie de libros fueron hitos reveladores que me lanzaron hacia delante en la búsqueda de mi lugar en el mundo:

Literatura del siglo XX y cristianismo, de Charles Moeller, y dentro de esta obra, muy especialmente, el capítulo

Charles du Bos y la peregrinación hacia la esperanza, del cuarto volumen.

El hombre que fue Jueves, de G. K. Chesterton.

El misterio de la caridad de Juana de Arco, de Charles Péguy.

Luis Felipe Vivanco: La humildad de ser poeta, de Olegario González de Cardedal, capítulo quinto de su libro El poder y la conciencia.

Diario, de Luis Felipe Vivanco.

Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato.

Gloria, de H. U. von Balthasar.

Sin estos alientos primeros, no sería el hombre, el cristiano, el escritor que hoy soy.

De Charles du Bos: “La grandeza de la vida está en ser un fracaso; la grandeza de la vida está en ser una herida, acaso no para las criaturas a las que el uso de su oficio puede llevar a la serenidad soberana, pero en todo caso, sí para los seres humanos cuyo ser mismo consiste en sentir, y que sólo pueden expresarse por la escritura”.

De El hombre que fue Jueves: “Aquella cara se hinchó por instantes, hasta llenar todo el cielo; después, todo se escureció. Y en medio de la oscuridad, antes que la oscuridad aniquilara su espíritu, Syme creyó oír una voz distante que repetía aquel lugar común que alguna vez había oído quién sabe dónde: «¿Podréis beber en la copa que yo bebo?»”

De El misterio de la caridad de Juana de Arco: “Hay que salvarse juntos. Hay que llegar juntos hasta Dios. Hay que presentarse unidos. No podemos ir a ver a Dios los unos sin los otros. Es preciso que volvamos todos a la vez a casa de nuestro padre. Hay que pensar también algo en los demás. Hay que esforzarse un poco los unos por los otros. Qué nos diría él si llegásemos, si volviésemos los unos sin los otros”.

De Luis Felipe Vivanco: La humildad de ser poeta: “Fue Luis Felipe un español incapaz de gran conquista y de logros resonantes. Ni siquiera fue capaz de ejercitar con eficacia su carrera de arquitecto para ganar con ella el pan de cada día, en unos decenios en que se reconstruyen las viviendas de la mitad de los españoles y el nuevo Estado entrega un hogar a cada familia, abre túneles, tiende puentes, cierra cursos de ríos con pantanos, proyecta aeropuertos e inaugura patrióticos monumentos. Era él incapaz de esos haceres y construcciones hacia afuera. Sólo tenía palabras, que nacen desde dentro y hacia dentro reconducen. Pero fue capaz de estar en medio de España con verdad y entereza verticales, con generosidad de padre y sorprendido agradecimiento de esposo, con temor de niño desvalido en un mundo de mayores exigentes, con la dolorida humildad de ser poeta”.

De Diario: “¡Qué unido me siento con María Luisa y los niños, qué unido con Gredos, y con el padre Querejazu, y con los buenos amigos, qué unido con mi poesía. Poesía y naturaleza, realidad del mundo (…) mis lecciones a mi hijo sobre la realidad de este mundo. Mi Continuación y mi Descampado. ¡Qué unido a todo lo mío, a mi vida entera tal vez equivocada! No. No he fracasado, soy como soy y quiero estar, seguir estando (con un mínimo de holgura económica). Señor, dame ese mínimo. No se trata de rectificar nada, sino al contrario, de afirmar lo mío”.

De Sobre héroes y tumbas: “Y entonces Martín, contemplando la silueta gigantesca del camionero contra aquel cielo estrellado, mientras orinaban juntos, sintió que una paz purísima entraba por primera vez en su alma atormentada”

De Gloria: “El propósito de la presente obra es desarrollar la teología cristiana a la luz del tercer trascendental, es decir, completar la visión del verum y del bonum mediante la del pulchrum. Mostraremos hasta qué punto el abandono progresivo de esta perspectiva (que tan profundamente configuró en otras épocas a la teología) ha empobrecido al pensamiento cristiano. Por consiguiente, no se trata de abrir para la teología un cauce secundario y más o menos experimental, impulsados tan solo por una vaga y nostálgica melancolía, sino más bien de retrotraerla a su cauce principal, del que, en gran parte, se había desviado”.

Que así sea.

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