domingo, 28 de agosto de 2011

Camerún 4: la abundancia de la juventud

Una de las cosas que enseguida salta a la vista en Camerún es su juventud, que es también la de África, Sudamérica y Asia. Infantes, niños, adolescentes y jóvenes rebosan en cantidad tal que España, y Europa en general, queda humillada al instante por el agravio comparativo. Somos un continente envejecido, que no engendra hijos, triste Europa sin sangre joven en sus venas. África nada en la abundancia de su juventud, que uno desearía que no se perdiese y fuese uno de los motores de su desarrollo en todos los órdenes, sin copiar modelos y actitudes de esa juventud europea que se ha dejado engatusar y atrapar por un materialismo que le ha robado el alma y el ánimo. Vargas Llosa escribía en un artículo sobre China lo siguiente: “A muchos de ellos (intelectuales, académicos y escritores chinos) los escuché quejarse del poco o nulo interés que mostraban los jóvenes -sobre todo los mejor formados- por la vida cívica, la cultura, y, en general, por todo lo que fuera desinteresado y espiritual, como la filosofía, el arte o la religión (…). Todos parecen obsesionados con alcanzar una buena formación técnica y profesional que les abra las puertas a las grandes transnacionales y sus jugosos salarios o a los puestos administrativos, ahora también magníficamente dotados. A uno de ellos le oí murmurar, haciendo una mueca tristona: ‘Hoy apenas habría un puñadito de muchachos para manifestarse en Tiananmen’. La gran mayoría sólo aspira a ganar dinero, mucho dinero, y vivir mejor”.
Ojalá que en el futuro nadie se vea obligado a escribir algo parecido sobre los jóvenes de África.

2 comentarios:

Ana dijo...

Esa juventud tiene sus nombres y sus pequeñas historias. Has fotografiado, entre otros, a Garga y a sus tres hermanos: lee el relato que sobre el susodicho tiene Emilio en sus "Relatos misioneros"... Parece ser que estuvo a punto de morir cuando era un bebé, y ya no va a la escuela porque su familia no la puede pagar

Jesús dijo...

Gracias por la información, Ana. Lo leeré.