miércoles, 27 de abril de 2011

Escuela y parroquia

Los tres niveles del hombre por los que tiene que pasar la fe para que sea tal son la razón, el corazón y la acción. En la escuela pública, una clase de religión empieza y termina en el primer nivel, el de la razón. El objetivo que se persigue es el conocimiento intelectual por parte del alumno de los contenidos de la religión católica. A tal fin dirige sus esfuerzos el profesor, que no tiene que hacer profesión de fe para darla a creer, sino de capacitación intelectual para darla a conocer. Intentar lo primero es transgredir los límites académicos de un centro docente público y convertir el aula en una sucursal de la parroquia. Será en ésta donde el cura y los catequistas transmitan la fe a fin de hacer de los catequizandos discípulos de Cristo que conozcan, amen y actúen. La credibilidad de la iglesia pasa también por la delineación de los diferentes contextos y el atenimiento riguroso a ellos. Los curas y catequistas que sean profesores de religión católica, en el momento en que entren en un aula, deberán colgar la sotana y ponerse la toga, prescindir de su experiencia individual como testigos y apelar como maestros a la universalidad de la razón.

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