miércoles, 29 de diciembre de 2010

Obras maestras

Las falsificaciones de las grandes obras de la pintura crean un problema bastante divertido. Los especialistas dicen que a veces son muy buenas, a lo mejor hasta tan buenas, se me ocurre a mí decir ahora, como las originales. Si este fuera el caso de alguna de ellas, ¿no sería el copista tan grande como el autor de la obra original? Evidentemente no, porque de las manos del primero nunca hubiera surgido tal cuadro; salió del segundo, el creador, mientras que el primero se limitó a reproducirlo, eso sí, con total perfección. Se le podría considerar un gran creador de copias, pero nada más. Con los medios técnicos que existen ahora, rayos láser y demás, sería imposible dar gato por liebre. Mas imaginemos que no existiesen tales medios, ningún medio que no fuese la mirada de los expertos. ¿Cómo decidirían cuál es la obra original y cuál la copiada, partiendo del supuesto de que la segunda fuese absolutamente perfecta? ¿No habría que considerar entonces a ambas como obras maestras?

martes, 28 de diciembre de 2010

Buena conciencia

Los que dejan de hacer algo bueno porque piensan que sólo lo harían para satisfacer su buena conciencia están satisfaciendo su buena conciencia de no ser meros cumplidores de su buena conciencia.

lunes, 27 de diciembre de 2010

De primerísima actualidad

De cuando en cuando un escritor o crítico protesta porque tal o cual autor haya caído en un relativo olvido o no parezca estar ya muy presente. Hace poco, y por poner un ejemplo, era Torrente Ballester al que no se quién quería rescatar en no recuerdo qué periódico. Otros días será Fulano, otros Mengano, etc., etc., etc. Mas, ¿qué significa estar en el limbo de los no atendidos? ¿Que no los pasean suficientemente por los mass media de cuando en cuando? ¿Que no se habla de ellos en los clubs literarios? ¿Que han caído de la primera división a la segunda o a la tercera?
Limitémonos a los autores españoles de este siglo. Es imposible que todos ellos y al mismo tiempo estén cada año en el candelero de la actualidad. Las atenciones por unos y otros tendrán que ir relevándose, dejando de lado ahora las intenciones que haya detrás de esas atenciones o desatenciones. Pero es que, además, esto no importa nada. La actualidad mediática de un autor pasado sólo sirve si le consigue nuevos lectores, que acaso desconocían su existencia o su obra. Lo importante entonces es el lector, lo único que podría interesarle al autor muerto, y ese lector, que puede estar en Helsinki o en Dakar, no va a decir a voz en grito que está leyendo Quizá el viento nos lleve al infinito, por seguir con Torrente Ballester, para concederle actualidad mediática. Lo verdaderamente actual, es decir lo verdadero, es el encuentro íntimo que tiene lugar entre el finlandés y el senegalés con el autor ferrolano. Y ya está. La literatura es intimidad, no publicidad, el encuentro de un creador y el recreador que es todo buen lector. Si en este momento un solo hombre en el mundo está leyendo un libro de Don Gonzalo Torrente Ballester, este ya está de primerísima actualidad. Y así con cualquier otro. Lo demás es mentira, o por lo menos es solo una pequeña parte de la verdad de la literatura.

domingo, 26 de diciembre de 2010

¡Feliz cumpleaños, Anán!


Mi hermana Lucía, la benjamina de la familia, embarazada de su primer hijo, buscaba y rebuscaba posibles nombres sin que ninguno la convenciese del todo. El acuerdo con Toño, su marido, era que ella decidiría el del primero y él el del (o de la) segundo (o segunda). En esas estaba cuando ocurrió lo que escribió en el diario que llevó durante su embarazo:
Escrito en mi diario el día 6 de octubre de 1999 (a dos meses y medio de nacer Anán):
Querido hijo, te voy a contar la historia que motivó tu nombre. Porque, ¿sabes?, por fin está decidido que te vas a llamar ANÁN. Es fruto de un hermoso sueño.
 Me encontraba (en el sueño) en una dificultad muy grande en mi vida, con un problema de muy difícil solución, en un callejón casi sin salida. Y entonces apareció él: un hombre de edad madura, cabellos y barba blancos, y un rostro que irradiaba una absoluta serenidad. Y me sacó de aquella situación, me liberó, me salvó la vida.
Con una actitud de total admiración e inmenso agradecimiento le di un abrazo y le pregunté: ¿cómo te llamas? Él respondió: “Me llamó Anán, que significa ‘hombre bueno que uno encuentra en su camino’”. Cuando ya me había alejado un poco, me di la vuelta y mirando hacia él le dije: ese es el nombre que le pondré a mi hijo.
En esas fechas estaba yo pasando unos días de vacaciones en Lanzarote con mi amigo Emilio. La llamé por teléfono y me contó el sueño y la decisión que de él resultó. Me pareció hermosísimo que fuese un sueño la que hubiese resuelto su afanosa búsqueda, como una especie de revelación, un sueño además tan pleno de significado. Se lo conté a Emilio y ambos comentamos que podría ser un nombre bíblico. Me lo confirmaría cuando estuviésemos de vuelta en casa, pues tenía la biblia en CDROM.
Lucía también le contó a nuestra madre lo del sueño. No quedó ella muy contenta, no. Imagino que por sus mientes debió pasarle algo así: “¡Hala! También mi hija con la moda esta de los nombres raros. Y me quiere tranquilizar con lo de que es un nombre bíblico. Pues a ver si lo encuentro”. Una biblia pequeñísima, con una letra microscópica y de hojas finísimas fue la que utilizó en su pesquisa. Quien lo diría, pero el caso es que no tardó mucho en encontrarlo: sus ojos aterrizaron en Nehemías 10, 27: “Ajías, Janán, Anán”. “Vale, por lo menos está en la biblia”, debió pensar mi madre, un poco más conforme. No mucho después de esto me llamó Emilio desde Soria: “Suso, Anán es en efecto un nombre hebreo y aparece una sola vez en toda la biblia, en Nehemías 10, 27”. “¿Oigo bien, una sola vez, realmente una sola?” “Sí, sí. Pero ¿a qué se debe ese tono tan asombrado?” “Emilio, ¿quieres creer que en una biblia diminuta, con una letra infinitesimal, de hojas tan delgadas que hay que tener mañas de orfebre para pasarlas, mi madre no debió tardar mucho más que tú para dar con él?” “¡Milagro, milagro!”, empecé a proclamar yo entre risas y turulato. ¡Cuánto nos reímos en casa a cuenta de este episodio! Y ahora ya no sé que encierra más maravilla, si el sueño de mi hermana o el “hallazgo” de mi madre.
Anán, ahijado, ¡felices 11 años!

jueves, 23 de diciembre de 2010

Recurrencias: basta con que Tú estés contento

”La idea perenne de que existe algo infinitamente más justo y más feliz que yo me llena de emoción y de gloria inmensas, sea yo quien sea y haga lo que haga. Mucho más que ser dichoso, el hombre necesita saber y creer siempre que existe en alguna parte una plácida y consumada felicidad para todos y para todo”.
(Fedor Dostoievski, Los demonios)

“Nuestro descanso consiste en alegrarnos de la felicidad infinita de Dios”; “la alegría de la gloria de Dios, la alegría de ver que ahora Jesús no sufre más y no sufrirá más, sino que Él es dichoso para siempre a la diestra de Dios”; “¿podré quejarme cuando mi Bienamado es infinitamente feliz por la eternidad?”.
(Charles de Foucauld, Escritos espirituales)

“¡Qué importa que nunca haya gozo en mí si perpetuamente hay gozo perfecto en Dios!” .(Simone Weil)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El buen publicano (otra vez)

Si no eres un buen publicano y no recoges al caído en tu casa, ¿cómo esperas ser un buen samaritano para recoger al caído en la calle?

lunes, 20 de diciembre de 2010

La cremallera

Abierta siempre por delante, cerrada siempre por detrás: la vida. Damos un paso y lo “futuro abierto” se convierte en lo “pasado cerrado”. Los muchos caminos de un horizonte amplísimo se reducen al desfiladero por el que finalmente tomamos. Vivimos, caminamos, elegimos, y atrás queda cerrada la cremallera, la vida, sin posibilidad en este caso de volver sobre nuestros pasos para abrir lo que ya para siempre quedó cerrado. Vivir, de acuerdo con esta imagen de la cremallera, es enganchar con cada paso los dos lados en los que podemos resumir el “futuro abierto”. El paso adelante se hace en cierta forma en el vacío, justo hasta el momento en que, haciendo pie, deja ese vacío de ser tal para constituirse en suelo, en puente, que ya queda atrás. Nuestro pretérito es así el puente que hemos levantado sobre el abismo de una vida sin definir, ahora ya para siempre definida.
Vivir es construir un destino, que sólo existe en el momento en que queda constituido como nuestro pasado. Ningún destino nos construye sino que somos nosotros quienes lo construimos. Es la cremallera que se cierra a medida que nuestro avance engancha sus lados.

domingo, 19 de diciembre de 2010

La gran obra de arte de los últimos tiempos

Hace años un profesor de educación plástica de un instituto me dijo que la destrucción de las torres gemelas de Nueva York era la gran obra de arte de los últimos tiempos. ¿La gran performance, el mejor videoarte? No lo precisó ni yo se lo pregunté. No lo dijo en tono frívolo, ni epatante, sino con absoluta normalidad. “Dios mío, pero si fue una tragedia. Murieron miles de personas”. “Por supuesto, no paso eso por alto, pero considera la poderosísima fuerza de las imágenes, esos aviones impactando con terrible violencia contra las Torres Gemelas”. Mi interlocutor no pretendía de ningún modo ningunear la tragedia sino que se limitaba, me parece, a poner una nota a pie de página para señalar su valor visual, estético. No sé. Es cierto que las imágenes de esa mañana del 11 de septiembre de 2001 son arrolladoras, subyugantes, casi fascinadoras, pero a mí me resultan tan apabullantemente trágicas -estamos hablando del asesinato de 2.752 personas- que no podría abstraerme de su horror ni un segundo para verlo desde esa otra perspectiva. Esa nota al pie, ¿es inmoral? ¿No lo es?

sábado, 18 de diciembre de 2010

La simetría

Rodrigo y Dolores, hermano y cuñada respectivamente, tienen una yorkshire, Noa, listísima e incansablemente juguetona. Hace tres semanas parió y vieron la luz seis cachorrillos. Al morir uno de ellos, la camada quedó en cinco. Según nos contaba hoy mi hermano, ayer, para su sorpresa y su risa, se encontró con la escena siguiente: sobre su cama, Noa había puesto dos cachorrillos en el fondo de la cama y otros dos en la cima, mientras ella, muy señora, se acomodaba en el medio. Pero, ¿y el quinto? Mientras lo buscaba por la habitación, un leve gemido lo condujo a una de las almohadas. ¡Se había metido dentro de su funda!  Y me pregunto yo ahora: ¿portarán los genes de los yorkshire un profundo respeto por la simetría? El quinto lo traía muy grabado, y a él obedeció retirándose, si es que no fue su misma madre la que allí lo metió. ¿No suena todo a una increíble perfección?

viernes, 17 de diciembre de 2010

Trae la mano

Caravaggio, La incredulidad de Santo Tomás

Tomás, el incrédulo, se mostró ciertamente muy osado al poner como condición para su fe la introducción de su mano en el costado de Jesús. Ocho días después, al presentarse de nuevo el Maestro, Tomás, consciente ahora de su altanera osadía, se acobardó. Por eso, cuando aquel le invitó a que acercara su mano, no fue capaz de mover ni un solo dedo. Pasados unos segundos, muy tímidamente comenzó a levantar su mano, pero se retraía, no avanzaba, tanto le podía el temor. Fue entonces Jesús el que, con su mano, cogió la de Tomás y la acercó a su costado para que la metiera en él.
Que Jesús actuara así no se desprende del pasaje de Juan 20, 27, donde se dice simplemente: “trae tu mano y métela en mi costado”. ¿Significa el “trae” que Tomás debía poner su mano en la de Jesús para que este la acercara a su costado o cabe la posibilidad de que toda la acción la ejecutase él solo? La piedad y la imaginación del creyente será la que lo decida. A mí, una vez que di con el cuadro de Caravaggio, La incredulidad de Santo Tomás, se me ocurre que tuvo que ser Jesús el que tomó y acercó la muñeca de su incrédulo discípulo hasta su llaga, aunque debía ser este el que iniciara la aproximación. ¿Cómo, permaneciendo inmóvil, iba a limitarse a contemplar los movimientos de Tomás? ¿No es Jesús el pastor, el guía, el que conduce, guiador por tanto también aquí de la trémula mano de su apóstol?

jueves, 16 de diciembre de 2010

El más pequeño

En Mateo 11, 11 se dice que “el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor” que Juan el Bautista. ¿Qué es ser grande o ser pequeño en el reino de los cielos? ¿Cómo se mide allí el “tamaño”? Todos seremos hijos de Dios: aquí, la justa igualdad. Cada uno lo será a su particularísima manera: aquí, la justa desigualdad. Unos serán grandes, otros medianos, otros pequeños. A Santa Teresa de Lisieux le preocupaba que esta desigualdad procurase a unos más dicha que a otros:
“En cierta ocasión le manifesté (a su hermana Paulina) la extrañeza ante el hecho de que Dios no premiase en el cielo con igual gloria a todos los elegidos, y le di a entender mi temor de que no todos fuesen dichosos. Entonces Paulina me mandó a buscar el vaso grande de papá, y poniéndolo junto al mío, que era pequeñito, me dijo que los llenase de agua. Una vez hecho, me preguntó cuál de los dos estaba más lleno. Yo le contesté que estaba tan lleno el uno como el otro y que era imposible echar más agua en ninguno de ellos, pues no cabía. Mi querida madrecita me hizo entonces comprender que en el cielo Dios daría a sus elegidos tanta gloria cuanta fuesen capaces de recibir, y de este modo, el último entre ellos no tendría que envidiar nada al primero” (Historia de un alma, cap. 2, 17).
Reparto de glorias que a todos llenan, desde el más grande al más pequeño. ¿Quién será aquel, quién será este? El metro de Dios que decida esto, ¿cómo será? ¿Estarán entre los primeros los santos inocentes víctimas de Herodes, aquellos niños y bebés degollados, los que en manos del doctor Mengele fueron objeto de sus atroces experimentos, los que nacen muertos del vientre de sus madres, los que hoy, cada minuto, mueren de hambre, los niños pisoteados y ultrajados de ayer, de hoy, de siempre? Pero qué más da. El caso es estar allí, tener morada de no importa qué tamaño si cada uno, al fin y al cabo, va a estar a sus anchas.

martes, 14 de diciembre de 2010

Y veréis el mar

Fue una de mis grandes amigas de la infancia. El 27 de octubre de 2009 un edema pulmonar se la llevó para siempre de modo repentino. Las circunstancias fueron especialmente dramáticas porque cuando se empezó a transmitir la noticia todos decían, decíamos, corrigiendo a nuestro informador, “no hombre, te equivocas, la que se habrá muerto es E.”. E. era su hermana, cuya muerte era cuestión de días debido a un tumor cerebral que se le había detectado hacía más de un año. Pero no. La muerta era ella, A., ¡A.! La consternación fue total en el pueblo. Casada con D., el que había sido su novio de toda la vida, tenía dos hijos. Mujer alegre, con gran sentido del humor, generosa, activa, pertenecía a una familia de nueve hermanos. No hacía tanto que, en un acto lúdico y campestre, me había sacado a bailar los típicos pasos de la muñeira. De niños habíamos sido medio novios. Los amigos de la infancia, aunque después no lo continúen siendo sensu stricto en la edad adulta, gozan de un estatuto especial, porque son eso, los de la infancia, asientos indelebles, figuras del origen, halos fundadores. Nadie ni nada logrará desbancarlos nunca. Esa tarde acudí al tanatorio con mis hermanas. Abrazamos a los que podían hacerlo, acariciamos a los petrificados por el shock. Al día siguiente tuvo lugar el funeral y entierro. Yo no pude acudir. Pasado un mes murió E.
Hace relativamente poco tiempo, un mes quizá, en que, por primera vez, empecé a pensar  en visitar su tumba. Ayer, cuando el sol ya se había ocultado y comenzaba a escasear la luz, me acerqué hasta el cementerio de la aldea en la que había vivido, muy cerca de Silleda, mi pueblo. En esta época sin flores, mi madre me dejó llevar las ramas del jarrón de la cocina, arrancadas de una enredadera de la huerta. En torno a una pequeña iglesia románica, fui pisando las tumbas a ras de suelo en busca de la suya. Al fin di con ella. Deposité el pequeño ramo y recé. No habían grabado su nombre y apellidos sino el pseudónimo por el que era conocida, un diminutivo del suyo propio. “Pensad en mí y veréis el mar”, se leía. Había anochecido.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Y en la enfermedad

Comparar estados de vida y comparar amores es completamente ridículo. Allí donde se ama se ama y ya está, bien está. Digo esto porque pienso ahora en la situación de un matrimonio en la que el marido, desde hace muchos años, cumple con el corazón lleno aquello de “y en la enfermedad”, que a veces no es chiquita sino grande y muy complicada, y que puede durar toda la vida. Algunos entenderíamos que hubiese arrojado la toalla hace ya tiempo. Pero no la ha tirado. Este amor ¿no es tan admirable como el del asceta de vida contemplativa, o el del que decide vivir con los desheredados de la tierra? La entrega de un hombre a una mujer, de una mujer a un hombre, me parece un acto de desposesión tal que a veces pienso que en ninguna otra situación se ve uno tan exigido a plantarle cara al egoísmo, por lo menos en aquellos casos en los que, ya sea por la condición personal de los contrayentes ya por la magnitud de las contrariedades, la capacidad de seguir amando es puesta mucho más a prueba que en otros más ayudados por circunstancias más fáciles. Un marido, una esposa, unos hijos, pueden ser verdaderas cruces de las que uno no huye porque el amor ha llegado a ser fuerte y decidido.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El buen publicano

“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?” (Mateo 5, 46) ¿Somos de verdad buenos publicanos y amamos a los que nos aman, como afirma aquí Jesús? En general sí, claro, no vayamos a ser tan puntillistas que neguemos esta obvia realidad. Pero ¡cuántas excepciones a nuestro derredor! Hermanos que han dejado de hablarse por cuestiones de herencia, jóvenes y adolescentes que maltratan a sus padres, padres olvidados por sus hijos en las residencias, hijos que no reciben de sus padres todo el amor que necesitan, cónyuges enredados en una mutua destrucción. ¡Ah, quien fuera siempre un publicano intachable y amara siempre y de verdad a los que le aman! “Concédeme Señor amar a mis enemigos y rogar por los que me persiguen, pero que no me descuide con los míos para ser siempre el buen publicano que tú afirmas que soy”.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Mi padre y el pato


Hay fotos donde mi padre, que fue cazador toda su vida mientras las fuerzas se lo permitieron, aparece con su cuadrilla exhibiendo las piezas de caza abatidas, corzos por ejemplo, si son de la época en la que estuvo emigrado en Venezuela. Durante años una pequeña cornamenta se cubrió de polvo en el desván, hasta que se decidió que su mejor lugar era una pared del comedor. En Galicia, los trofeos fueron conejos sobre todo, alguna que otra perdiz, bastantes zorros en cierta época y creo que hasta algún lobo cayó en ocasión muy celebrada. Conservamos una foto, la que aquí muestro, tomada en Venezuela, en la que mi padre sostiene un pato, que yo siempre pensé que estaba muerto, hasta que un día, al despegarla del álbum para escanearla, me di cuenta que estaba vivo. Fue grande mi sorpresa acostumbrado como estaba a todo lo contrario. Al menos había ahora una foto grafía en la que mi padre, todo sonriente, sostenía un animal vivo, y que hacía así frente a todas las otras que lo mostraban con la escopeta y los animales yacentes a sus pies, muertos. Me pregunto, padre, que pensarás tú ahora de todo esto.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

María

Se oscurece Dios, se va al fondo de su abismo, desaparece. Se oscurece Jesús, se va al fondo de su abismo, desaparece… ¿María? Ella nunca se oscurece, no tiene abismo al que irse, nunca desaparece. En primera línea siempre, al alcance de sus hijos todos, es el refugio que nos queda cuando Dios y Jesús quieren que sea ella la que nos recoja, visible siempre en su inmediatez de madre.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La higuera estéril

Me gusta muchísimo el poema de Enrique García-Máiquez “La higuera estéril”, de su libro Con el tiempo. En los primeros versos, donde se da cuenta sucinta de los hechos, el autor, finísimamente, diríamos que con muy buena educación, comienza reprochándole a Jesús su impaciencia: “maldijo Jesucristo (la higuera) / sin pararse a esperar” (El subrayado es mío). No, Jesús no espera y sacrifica la higuera “a una enseñanza dura para todos”. Pero el autor, llevado de la compasión, no se conforma con el consumatum est de esta higuera condenada a no dar frutos. Nos cuenta entonces como continuó su historia. “Dio la leña más seca”, que encendió por eso “las mejores fogatas del invierno”, a cuyo “arrimo / se juntaron extraños”, “se inflamaba el amor de los esposos” y “los niños reían sin motivo”. Y no sólo la mejor leña sino también buena madera, de la que se hizo “alguna viga” que “sostuvo una casa”, y “una tabla” de un barco “que llegó hasta Tarsis”. Y de la compasión nace la audacia. Otra vez, finísimamente, diríamos que con muy buena educación, el autor le enmienda la plana a Jesús y termina así su poema:
“Aquella higuera pobre, sólo sombra
y polvo, recibió una maldición
y en ese mismo instante fue bendita.
Cuántos frutos la higuera. Siempre es tiempo”.
¿Se identifica aquí el autor con el viñador que, según la versión de Lucas (13, 69), tras recibir la orden del dueño de cortar una higuera que llevaba tres años sin dar fruto, intercede por ella y le responde: "Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas”? ¿"Corrige" al evangelio con el evangelio, a Jesús con Jesús?

De un color y de todos los colores

La crucifixión blanca, de Chagall, El Cristo amarillo, de Gauguin. ¿No habría que completar todos los colores, crucifixiones rojas, Cristos azules, resurrecciones verdes, Jesús judío y universal, de un color y de todos los colores?

sábado, 4 de diciembre de 2010

Verdad buena y bella

Cuando la verdad, el bien y la belleza no caminan juntos y alguno se desgaja, se producen dolorosos desequilibrios y hasta prácticas funestas. La Inquisición fue una de ellas. En su caso, fue la verdad la que se elevo por encima de sus hermanos hasta volverse hija única, separada, y por eso loca. Creía hacer el bien cada vez que encarcelaba, torturaba y quemaba a un presunto hereje en nombre de la verdad. Pero esta verdad era solo verdad y no además bondad y belleza. Esto hacía que no fuera en absoluto verdad sino un absolutismo de la verdad. Ésta se había apartado del amor y ya no podía ser verdad, paráfrasis que hago del magnífico dictum de Pascal: “La verdad sin caridad no es verdad”. Jesús acreditó que era la Verdad porque dándose como Vida se hizo Camino para que los hombres llegasen a aquella, es decir a él. Por eso pudo decir de sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Cualquiera que proponga la verdad sin abrir un camino hacia ella ofreciendo su vida como testimonio, ¿en qué términos la deja? El ser es uno, y uno y unido hay que mantenerlo hasta el final, si queremos que él nos mantenga a nosotros. Un Absoluto que se revelase como verdad y sólo verdad sería espantoso: tiene que aparecer al mismo tiempo e indiscerniblemente como bueno, y como bello, para que el hombre lo acoja. De otro modo lo aplastaría. La “verdad sola” no salva.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Con sus ojos te amó

No te amó con gestos y palabras. Se los habían amputado. Los “te quiero”, atrapados, se ahogaban en su boca; sus manos, solo burlando su atadura habrían llegado hasta tu cara. Por eso su mirada era tan intensa, por  los “te quiero” que le fue imposible decir, por las caricias que nunca alcanzaron a rozarte. Con sus ojos te amó. De haber podido, habrían salido de sus órbitas.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Una fantasía

Una fantasía
Dos carnes que pretenden hacerse una, ¡qué fantasía! Sin embargo ahí están, hombres y mujeres entregándose al cuento de “Cómo abandonaron a su padre y a su madre y se hicieron una sola carne”.
Está
La que no está está. Tú la has entrañado.
Subjetivo
El amor no es que sea subjetivo, es que rabiosamente quiere serlo, y planta cara a quien le diga “no eres objetivo”. “Es que no amo a un objeto”.
A Enrique García-Máiquez, por su tiempo.

Léanlo. Es una maravilla.