lunes, 29 de junio de 2009

Atrevidos

Hay una oración de la liturgia de las horas en la que se implora a Dios para que nos conceda “aun aquello que no nos atrevemos a pedir”*. Sorprendente, y maravilloso. ¿Cuáles podrían ser esas cosas que no nos atrevemos a pedir de modo que sólo podamos esperar recibirlas de él mediante el rodeo de decirle que, también eso, lo que no osamos pedirle, nos lo dé? Esta oración, además de expresar una suma delicadeza ante Dios, un respeto profundo, ¿no nos invita también, aunque sólo lo haga muy sesgadamente, al atrevimiento, como si Dios se expresase en estos términos: “Confía en mi amor, hijo mío. Puesto que quieres amarme más de lo que me amas, destierra de ti el temor y sé osado, háblame con franqueza, con total libertad. Que tu reverencia hacia mí no ahogue tu familiaridad conmigo. Soy tu padre: habla claro y pídeme eso que no te atreves a pedirme”? De esta guisa, sería Dios siempre el único verdaderamente “atrevido”, el que nos estaría urgiendo una y otra vez a serlo también nosotros, atrevidos, pues esto significaría que nuestra confianza en él, nuestro amor por él, serían todo lo grandes que él quiere que sean. Lo amamos mucho, luego nos atrevemos mucho. Dios nos quiere así, atrevidamente amantes, amorosamente atrevidos.

*Dios todopoderoso y eterno, que con la magnificencia de tu amor sobrepasas los méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

jueves, 25 de junio de 2009

Recurrencias: con uno basta

“Que por mí sólo muriera
Dios, si más mundo no hubiera.”
(Calderón de la Barca, La devoción de la cruz).

“Te han dicho también que Jesús murió por ti, por tu alma, pero tú no has sabido que tenías el derecho, y aún el deber, de imaginarte sola en el mundo, en el sentido que, si tú fueras la única hija de Adán, la Segunda Persona divina se habría encarnado, se había hecho crucificar por ti.”
(Léon Bloy, Diarios, 15 de noviembre de 1912).

“Si j’avait été seul au monde, Dieu y aurait fait descendre son Fils unique afin qu’il fût crucifié et qu’il me sauvât.”
(Julien Green, Le miroir intérieur. Journal 1950-1954).

martes, 23 de junio de 2009

Bruce

Su voz terrosa, con ese punto ríspido que es al mismo tiempo muy cálido, deja en mi ánimo una extraña mezcla de gozo y melancolía, que me conmueve profundamente. ¡Ah, Bruce, qué hermosa se siente la vida al toque de tu voz! A quienes quedamos imantados por figuras que nos parecen paternas, o primogénitas, Bruce se nos presenta como un padre o hermano mayor adorable. Es un hombretierra cuyo calor buscamos.
¿Qué vacíos colma, que heridas cierra, que dolores alivia Bruce para que me llegue tanto?  Sé porque eres llave y entras en el ojo de cerradura que tengo dentro de mí, donde indiscerniblemente me dañas y me salvas, me entristeces y me alegras, me haces derramar lágrimas de gozo y dolor.

domingo, 21 de junio de 2009

Léon Bloy (3)

“Fuego soy apartado, y espada puesta lejos”, dice la pastora Marcela en El Quijote. Así quiero tener yo a Bloy con respecto a mí, como fuego, pero un poco apartado, para que me ilumine sin quemarme, como espada, pero un tanto lejos, para que su filo relampaguee sin cortarme. Acaso la quemazón y el corte serían beneficiosos para mí, me harían un daño saludable, pero, ¡ay!, la duda persiste. Demasiado abismal, demasiado selvática su entrega al sufrimiento: mi sensibilidad no lo soporta. Sé que lo hizo por amor a Cristo, por amor a María, que es necesario que haya hombres y mujeres que, llevados de un amor colosal al Siervo Sufriente de Yahvé, completen lo que falta a su pasión. Sin ellos, la obra redentora se vendría abajo, no continuaría, todo quedaría falseado. Todo esto lo sé… Pero hay estilos, otros estilos. El de Bloy me lastima y me confunde. No puedo tenerlo por eso en la cocina de mi casa, con Chesterton y Péguy y Bernanos y Lewis y tantos otros. Eso sí, le reservo una muy cómoda habitación, aunque un poco apartada.

jueves, 18 de junio de 2009

Léon Bloy (2)

El completar “lo que falta a los padecimientos de Cristo” (Col 1, 24) adquiere en Bloy una crudeza insoportable. El autor francés se tiró de cabeza, de corazón, de espíritu, en ese “lo que falta”. Pidió ser clavado con Cristo, pidió llorar con La que llora (así se titula uno de sus libros, dedicado a la Virgen de La Salette), y obtuvo el “hágase”. Confieso que me da miedo, que casi me espanta, o sin el casi, esta generosidad extraordinaria de Bloy. Un texto entre muchos: “He sufrido voluntariamente y por formal promesa, desde hace unos treinta y seis años, mucho más de lo que puede imaginar usted, mucho más de lo que haya dicho o escrito, y no quisiera, por todo el oro del mundo, no haber tenido esta vida terrible que me ha puesto en el umbral de la Alegría” (Diarios, 27 de febrero de 1911). Yo aquí no hago pie, porque, ¿quién hace pie en un abismo, abismo de amor y dolor en este caso? Mierdecilla que es uno al lado de esto, claro.

miércoles, 17 de junio de 2009

Léon Bloy (1)

Sobrevivir a Picasso, decía el título de una película. Sobrevivir a Bloy, el de los Diarios, digo yo ahora, pero para vivir sobre él, de él, si bien tomando distancia frente a sus enormidades, que no son pocas, porque Bloy, como León que es, ruge, y muy fuerte, si bien al mismo tiempo te acaricia poderosamente. ¡Qué hombre, qué coloso del dolor, que titán de la aflicción, qué hércules de la miseria, qué testigo del Absoluto, de Dios, de Jesús, del Espíritu, de María, de los santos! ¡Ah, Bloy, me has arañado pero bien, como muy pocos lo hicieron, Péguy, Bernanos, tus compatriotas franceses!

martes, 16 de junio de 2009

Hijo de p...

La iglesia tantas veces puta, claro. Pero, a este respecto, yo prefiero ser hijo de puta que hijo de nadie. Pues sólo el que no renuncia a ser hijo de tal madre puede hacer algo por ella, devolverle la pureza, sacarla del burdel, cosa que sólo conseguirá si él mismo logra escapar de él. ¿O es que no soy yo acaso tantas veces la puta?

domingo, 14 de junio de 2009

Peregrinos, madre

Mi madre, que no fue al mundo, está viendo como el mundo viene a ella. De siempre, los viernes por la mañana limpia la iglesia y cambia las flores. Ahora, con casi 83 años, ya no lo hace sola. Desde que se abrió la ruta de la plata como ruta peregrina hacia Santiago, la que arrancando de Sevilla, sube por Extremadura, Salamanca, Zamora, Ourense y remata en Compostela, Silleda, mi pueblo, ve pasar decenas de peregrinos, sobre todo en esta época. Muchos visitan la iglesia, rezan, y, aquí quería llegar, hablan con mi madre y sus amigas. Este último viernes, por ejemplo, fue una pareja alemana que se expresaba muy bien en español. Otro día un grupo de portugueses. “Hai moita fe no mundo”, comenta mi madre, que ve arribar a sus orillas estas olas de fe internacional. Y le encanta, claro. Y a mí, que lleguen, que mi madre lo viva y que me lo cuente. Así, de manera tan sencilla y vivaz, la catolicidad de la fe se la sirve Dios en bandeja a mi  madre, ella, que apenas si salió de casa.

viernes, 12 de junio de 2009

¿Qué éxito?

Al que se siente escritor, escritor llamado, ¿no debería darle un ardite obtener o no éxito, si sabe que, habiendo dejado salir de sí las palabras pedidas, ha cumplido la voluntad del Padre? Pero no para quedar instalado en una paz olímpica, sino cristiana, muy cristiana, a la pata llana, con todos sus avatares.

jueves, 11 de junio de 2009

Levedad

Contra gravedad, levedad, levadura, alzamiento, pasos en la luna que son saltos de gigante. Tuve una época en que tal habilidad fue recurrente en mí, allí donde se forjan las quimeras.

miércoles, 10 de junio de 2009

Jesús

Les extraña a los alemanes que aquí, en España, utilicemos el nombre de Jesús para nombrar a tantos y a tantas: a lo largo y ancho de nuestra geografía se cuentan por miles los que se llaman Jesús y Mª Jesús. Para ellos, tal nombre sólo puede llevarlo el hijo de María y de José, hombre único que, por ser quien fue y quien es, merece que sólo él y nadie más que él sea nombrado así, Jesús. Es como si, de la misma manera que el Señor dijo “no llaméis a nadie ‘Padre’ vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo” (Mateo 23, 9), entendieran nuestros vecinos germanos que lo mismo habría que hacer con el nombre de Jesús. Una razón con fundamento, desde luego.
Pero creo yo que tampoco carece de fundamento ni deja por eso de ser razonable nuestro uso hispano. Hay en él, en las antípodas del alemán, otro sentido del homenaje con respecto al nombre de Jesús: si los primeros lo reservan en exclusiva para quien fue y es insuperablemente excelente, los segundos, nosotros, lo desparramamos sobre muchos y muchas en razón de esa misma insuperable excelencia, para quedar animados, protegidos, impulsados por ella. Si Cristo no retuvo nada para sí, pues lo dio todo, ¿por qué no había de dar, de darnos, también su nombre, el dulce nombre de Jesús?
Ambas costumbres se complementan de manera perfecta, basándose en lo mismo, el amor a Jesús: que nadie sino él, por ser quien es, se llame Jesús; que muchos, por haber sido él quien fue, se llamen Jesús, como se complementan el silencio y la palabra.

viernes, 5 de junio de 2009

Y rey

Sacerdote, profeta… y rey, ¡rey! Pues entonces:
Miedo mío, ¿cuándo grabarás en tu corazón el aviso de nuestro Señor: “¡Ánimo!, que soy yo; no temáis”?
Ansiedad, ¿por qué esas ganas de perderte en el desasosiego? Te lo suplico, mejor, te lo ordeno: pon paz en tu casa.
Obsesiones, ratas feas, convertidas os quiero ya en ardillas presumidas.
Y ahora, venga, retiraos, que mía es la tarde y vuestra la tarea.

miércoles, 3 de junio de 2009

Dad razón

Estad “siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”, leemos en 1 Pe 3, 15.
Sí, y tantas veces no será esa razón más que el balbuceo ininteligible de un cristiano tímido, o el exabrupto de un cristiano susceptible, o la sentencia inapelable de un cristiano magisterial, o el quedarse sin palabras ante un no saber qué decir de un cristiano dialécticamente inhábil, o el grito de un cristiano sanguíneo que quiere así dar más fuerza a su argumento, o… ¡cuántos “o” se podrían añadir aquí! No, no tendremos siempre a mano una razón perfecta y redonda que, por nuestra boca, salga como palabra igualmente perfecta y redonda. Cada cristiano dará la razón que pueda dar, y Dios tampoco le pide otra cosa, es más, justamente le pide sólo ésa, justamente ésa que sólo él puede dar, tan suya, acaso pobre, insuficiente, inhábil, balbuciente unas veces, acaso demasiado defensiva y abrupta, gritona y sentenciosa otras. Porque “al creyente que razona, dice Henri de Lubac, no se le ha prometido ser siempre lógico riguroso, ni hábil analista, ni sabio perspicaz, ni profundo filósofo. Aun siendo buen razonador, su técnica puede ser defectuosa. No es cosa que avergüence hacer esta confesión” (Por los caminos de Dios). Sí, es muy fácil comprobar día a día cuán defectuosa puede ser nuestra técnica. Pero también este logos imperfecto y tan poco sabio de tantos cristianos cumple su papel, acaso tan fecundo o más que el de los teólogos más geniales. ¿Qué sabemos nosotros acerca de todos los millones de razones y de logos que cada día ponen sobre el mundo cristianos de todo pelaje y condición, que, acaso muy incompetentes en su forma, no lo son en su fondo y dan así un fruto magnífico?

martes, 2 de junio de 2009

Suéltame

Suéltame, cariño, y déjame volar, hazme volar, impúlsame a volar. Sólo cuando veas que me he ido muy lejos, tanto que pueda perderme, y perderte, tira de mí y llévame como un globo feliz de tu mano.

lunes, 1 de junio de 2009

Agujeros negros

La historia tiene sus agujeros negros, bocas trituradoras de millones de hombres, mujeres y niños. El siglo XX fue el gran especialista en ellos, con el nazismo y el estalinismo a la cabeza. Es difícil asomarse a estos sumideros y seguir manteniendo la cabeza y el corazón firmes. El Mal, que quiere y consigue ser escrito con mayúscula, se presenta en ellos con tal escalofriante realidad, que Jorge Semprún, preso en el campo de concentración de Buchenwald durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo que apelar a la categoría “del Mal radical” para poder describir el extremo al que se había llegado con el nazismo (Jorge Semprún, La escritura o la vida) .
¿Dónde habrá un “agujero blanco” al que asomarnos para recuperar la firmeza de la cabeza y el corazón, uno que no niegue el negro sino que, asumiéndolo, de algún modo lo ilumine y lo venza? Allí donde, habiéndose dado otro Mal radical, se hubiese operado al mismo tiempo una Salvación todavía más radical, de modo que el primero hubiese sido vencido desde dentro por la segunda. Tal situación, desde la perspectiva de la fe, se dio (se da) en Jesucristo muerto en la cruz, resucitado y sentado a la diestra de Dios Padre.
El pecho de Jesús sería nuestro agujero blanco, y en él, como discípulos amados, nos recostaríamos para oír, en su fondo, los alaridos, las torturas, el sinsentido, la perdición, el “mal radical”…, pero ya rescatados, traídos a casa y curados. Su pecho sería la única respuesta. Al martilleo de los agujeros negros opondríamos el latido de su rojo corazón, de su blanco pecho.