miércoles, 11 de febrero de 2009

Entrega el día

Si, ya sea por vagancia, ya por dispersión, ya por contratiempos varios, se me fue la tarde sin aprovechamiento alguno, y veo que después de cenar sigo en las mismas, vago, disperso, desganado, llega un momento, que suele empezar a partir de las diez y media, en que la conciencia de haber perdido el tiempo me urge a ganarlo en esa última hora y media que me queda. Entonces rasco aquí y allá, con cierta aceleración, por ver si no se me escapa el día sin algún tipo de trabajo o disfrute estético o intelectual. Pero es en vano. Son para mí horas en las que, si no he empezado a ver una película a eso de las diez, ya es raro que me apetezca hacer nada. Entonces, para vencer el sentimiento de pérdida o frustración que me invade, sabiendo que habrá más tiempo y más vida a la jornada siguiente, me digo: "Suso, cálmate, y entrega el día, entrégalo. Deja que se vaya lo que ya se ha ido".

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡A sobrino guapísimo tía guapísima!.
Estaré atenta.Como diría mi madre, iré hecha un cuadro.
Disfruta como yo en la feria.

Un beso

Juan Antonio González Romano dijo...

No hay días perdidos, sino días vividos. El que cuentas, por ejemplo, te sirvió para dar a luz esta reflexión.
Y aveces no hacer nada es lo mejor que se puede hacer. También lo necesitamos, de vez en cuando.

Jesús dijo...

"No hay días perdidos sino días vividos". ¡Qué hermoso y que cierto! Gracias, Juan Antonio.

Máster en nubes dijo...

Totalmente de acuerdo con J.A. González Romano. A veces no hacer nada es lo mejor que se puede hacer. Y hay días que no parecen "productivos" y luego resulta que lo son.

Yo soy partidaria de cierta pereza, no creo que sea mala, la verdad. Y de cierta dispersión.

Un abrazo, Suso
Aurora

Alejandro Martín dijo...

Qué forma tan hermosa de piedad... Ojalá yo fuera capaz de acabar así cada día. Un abrazo

Jesús dijo...

¡Ay, Alejandro, estoy muy lejos de acabar los días así! Pero es lo que me gustaría. Acaso mi deseo me conduzca hacia ello...
Un abrazo.

Aurora, Juan Antonio: es necesarísimo, por supuesto no hacer nada. El caso es que, con lo progamado que es uno, a veces uno hace nada en los días que le gustaría hacer algo... Pero mucho me temo que es imposible programar los tiempos de nada. Tengo que ser más flexible y dejar que sean ellos quienes decidan cuando quieren venir.
Abrazos