martes, 28 de octubre de 2008

El silencio

-Estoy exhausto de cortesías -dijo él-. He estado hablando incesantemente toda la noche, sin tener nada que decir. Pero en ti, Fanny, he de hallar reposo. No necesitarás que te hable. Permitámonos el lujo del silencio (Jane Austen, Mansfield Park).
El mundo nos exige ser corteses y no comprendería una mudez repentina por parte nuestra, salvo que le anunciásemos que hemos hecho un voto particular de silencio. Pero ni aun así, me temo. La vida diaria requiere de nosotros nuestra palabra, y no puede ni debe ser de otra manera, claro. Sin embargo, en mi caso, he de confesar que no son pocos los momentos en los que este cortés e inexcusable hablar me fatiga, y anhelo entonces retirarme, esconderme, para "permitirme el lujo del silencio". Tal retiro o escondite lo ofrecen a veces ciertas personas especiales, amigos del alma que le reconocen a uno el derecho a no hablar, la necesidad de estar callados, de curarse del tantas veces cansino mundo de las palabras. Y entonces, sí, uno se calla y descansa.

2 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

Decía don Victoriano, mi profesor de literatura en 2º de BUP, que "el silencio es el mejor medio de comunicación, no prque no haya nada que decir, sino porque las palabras se quedan cortas". Aquella frase me impactó; veinticinco años más tarde la sigo recordando, como su cara al decirla.
Por cierto, con tus últimas entradas me has dado ideas para un par de ellas mías, cosa que agradezco.

Jesús dijo...

Entonces ya sabes "inspirado en", como en las películas.
Un abrazo, Juan Antonio, y que el mejor silencio nos dé las mejores palabras.